El silencio de Joe Biden ante el conflicto entre Palestina e Israel
El pasado 17 de mayo, más de una semana después del comienzo de los ataques en la Franja de Gaza e Israel, el presidente estadounidense, Joe Biden, finalmente pidió un cese al fuego en la región. Lo hizo en una llamada telefónica al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en la que dijo que “esperaba un significativo descenso de la violencia, en camino al cese al fuego”. Al día siguiente, se comenzó a negociar un alto al fuego entre las partes implicadas.
En total, la violencia en aquella región dejó en los últimos días 232 muertos, entre ellos 65 niños, más de 1.500 heridos y miles de desplazados en la Franja de Gaza. En Israel murieron 12 personas, y de ellas dos eran niños. Mientras estas cifras crecían día tras día, Biden mantenía el silencio.
La decisión contrasta con la política que el gobierno del demócrata ha destacado como una de sus banderas. Devolver a Estados Unidos el estatus diplomático de antaño, olvidado tras el periodo presidencial de Donald Trump, caracterizado por el aislacionismo. “Estados Unidos ha vuelto”, una de las frases icónicas que pronunció Biden tras su posesión del 20 de enero, quedó esta vez en palabras.
No es la prioridad
Lo cierto es que el conflicto entre Israel y Palestina nunca fue una prioridad para el Gobierno Biden. La crisis sanitaria, la recuperación de la economía, la justicia racial y el medio ambiente han sido fundamentales en la agenda del demócrata. En materia internacional, Biden ha priorizado sobre todo la guerra comercial e ideológica con China y Rusia. Y en Oriente Medio, el principal asunto ha sido retomar los acuerdos nucleares con Irán.
Como le dijo Nader Hashemi, director del Centro de Estudios de Medio Oriente de la Universidad de Denver al medio Al Jazeera antes de que la violencia escalara, “cuando Biden llegó a la Casa Blanca el tema Israel-Palestina no estaba en ninguna parte de la agenda. Él asumió, como muchas otras personas, que el conflicto no importaba, que no había que ponerle demasiada atención”.
La decisión coincide con la política de no intervención directa que ha mantenido Estados Unidos en la región. Sin embargo, contrasta con las negociaciones llevadas a cabo en aquel territorio por Trump, quien logró alianzas estratégicas de Israel con sus vecinos árabes y prometía una negociación histórica de la paz en aquella región. Ahora, el gabinete de Biden ha preferido retroceder al perfil menos intervencionista que ya fue criticado en 2014 y en décadas anteriores.
La visión estratégica del Gobierno en la región se resume así: “No creemos que la fuerza militar sea la respuesta a los desafíos de la región, y no le daremos a nuestros socios en el Oriente Medio un cheque en blanco para que sigan políticas contrarias a los intereses y valores estadounidenses“.
Esta política quedó en manifiesto con la continuación del retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán, un proceso que debería terminar en septiembre de este año y que, según varios analistas, deja al Gobierno local a merced de los talibanes.
Otros intereses
Pero la posición en exceso pasiva de Estados Unidos en el conflicto entre Israel y Palestina ha resultado más contraproducente de lo esperado. Durante días, el Gobierno norteamericano bloqueó los intentos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para lanzar un comunicado oficial pidiendo el cese al fuego. Ante ello, el gabinete del demócrata, en cabeza de su secretario de Estado, Anthony Blinken, asegura que estaban intentando llegar a un acuerdo entre las partes en disputa por otros medios.
La relación de fondo entre Estados Unidos e Israel ha pesado más que el clamor internacional, al que Joe Biden parecía dispuesto a escuchar y abanderar hace apenas semanas. El diario The Washington Post reveló que la administración de Biden tiene previsto vender armamento a Israel por una suma de 735 millones de dólares. A esto se suman los 3.800 millones de dólares que el Gobierno norteamericano provee a Israel al año.
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Antes incluso de que entrara en vigor el alto al fuego, Biden declaró que “los palestinos y los israelíes merecen vivir con seguridad y disfrutar del mismo nivel de libertad, prosperidad y democracia“. Y agregó: “Mi administración continuará sus esfuerzos diplomáticos silenciosos pero decididos para avanzar hacia ese objetivo. Creo que tenemos una oportunidad genuina para avanzar y estoy comprometido a trabajar para lograrlo“.
Sorprende el silencio del demócrata en este caso, cuando en sus primeros meses en la Casa Blanca ha sido enfático en su lucha por los derechos humanos en otras latitudes. Está por verse si estos esfuerzos “silenciosos” llevan a algún lado.
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