Juanita, la cuerda

Juanita Pizano, la hija del señor Jorge Enrique Pizano, con quien nunca me he cruzado en la vida (me refiero a ella, porque con el señor Pizano no me he cruzado ni me voy a cruzar porque murió siendo amigo de Néstor Humberto Martínez), de quien sé muy poco o, mejor dicho, nada (me refiero a Juanita Pizano, no a Néstor Humberto Martínez, de quien todo lo que sé me causa asco); a quien vi por primera vez en YouTube y, sin saber su nombre ni su existencia, he invocado, he soñado, he reclamado, he extrañado y solo hasta ayer en la tarde la conocí y me topé con su enorme presencia. 

‘Escroleando’ YouTube, me topé con la imagen de esta musa ausente dando una entrevista, en compañía de Miguel Ángel del Rio, a alguna emisora. Anhelante, porque la intuición me gritó que había llegado un gran instante, activé el video y, a su ritmo, la famosa intuición cobró su causa, porque confirmó que esa joven de la pantalla era la hija de un hombre en quien yo no dejo de pensar desde que supe su tragedia y la de su familia. Fui cayendo en la cuenta de que la Juanita Pizano que hablaba en el recuadro de video de mi teléfono era la heroína que yo llevaba esperando todos estos años.

No tuve la buena suerte de conocer a Jorge Enrique Pizano, pero tengo la suerte de saber que existió un colombiano íntegro que prefirió la muerte al estiércol de las hienas que rodeaban su existencia (ji, ji, ji, onomatopeya asignada a la hiena, famosa por comer mierda y reír a la vez).

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El ‘malsuertudo’ del Pizano se indigestó con cianuro solo un día antes de que su hijo también decidiera tomarse un shot del veneno de los nazis.

Qué joda, hermano. Es que hay familias de malas”. Ese fue el corolario con el que se iba a cerrar este crimen por cuenta de la estupenda narrativa perversa del fiscal del momento, un tal Néstor Humberto Martínez, tengo entendido que hijo de un actor de radio y televisión que, por allá, hace tiempo, hacía ironía política en un programa que se llamaba Los Chaparrines.

Y todo parecía haber pasado a la historia, menos mi dolor por el silencio inexplicable de la familia de Pizano, en la que pensé desde el primer dato de esa noticia. Supe que los perros de la Fiscalía abusaron de la casa y sacaron lo que les provocó para llevarle el tributo a su jefe. Imaginé el grado de postración en el que debería estar el grupo ante la muerte aterradora de padre e hijo —o de padre y hermano—, en menos de 48 horas, en un país que, en menos de una semana, se había quedado contento con la conclusión proclamada por el ‘hijo del Chaparrín‘ que sentenció que eso había sido una vaina de “de malas”.

Y yo me preguntaba esos hijos, hermanos, esposa de Pizano dónde estarían, y me solidarizaba con su miedo, pero los reclamaba. Me hacía falta que reivindicaran el nombre de su papá hasta que, ayer, vi, oí y sentí a Juanita Pizano.

Juanita, ¡muchas gracias! Por alguna razón desconectada he estado en el lugar de tu papá desde que me enteré de esta atrocidad y me acongojaba la idea de él construyendo un nombre (una memoria) que le heredara a sus hijos la paz que produce hacer lo correcto, y que se hubiera desvanecido por la perversidad, malicia, corrupción, maldad, canallada, pobreza e hijueputez de una caterva de incapaces, refugiados en las trampas urdidas desde el poder. Me partía el alma, Juanita.

Si yo fuera tu papá, no habría podido descansar un minuto ante el ardor de imaginar que a ti alguien te pudiera cerrar la boca exhibiendo alguna duda acerca de mí, cosa que les pasará siempre, por ejemplo, a los hijos de Uribe, a los de Duque o a los de Néstor Humberto Martínez.

En nombre de la memoria de tu papá, de la paternidad y de la justicia, te abrazo y te colmo de gracias y de agradecimiento. Paz en donde quiera que esté tu papá y que la alegría lo colme de recuperar lo que se quisieron robar.

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1 Comentarios

  1. Henry Ernesto Pérez Ballén

    También la vi, y recuerdo hace poco que la hermana de Lucas Villa, pide explicaciones al Fiscal más perfecto de la historia, y él apenas rodeado de su escolta, grita: !!! Vámonos, vámonos, vámonos!!!!

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