Los patriarcas y sus guerras
“Mientras la guerra se desarrolla, esos cuerpos, sobre todo los de las mujeres y viejos, permitirán que lo poco que queda continúe y se sostenga, gracias a tupidos tejidos de cuidado“.
Las noticias de la brutal invasión de Rusia a Ucrania me han dejado perpleja, algo desorientada, además de obviamente inquieta por lo que todo esto pueda desencadenar. Ciertamente, la realidad de estos países me es bastante ajena, y quizá mi desconcierto tenga una buena dosis de desconocimiento.
Tampoco pierdo de vista que, en estos años, no es la primera vez que un país invade a otro, y produce devastación, crueldad, muertes multiplicadas en el territorio ocupado, aunque los comentaristas blancos se sorprendan y empaticen más con imágenes de ciudades que están muy cerca de Europa, muy distintas a esas tierras lejanas y cuerpos oscuros de Palestina, Irán o Afganistán. El racismo descarado que circula en algunos medios del norte global me da asco.
Además, no dejo de sentirme asediada por el conflicto armado que ya vivimos en Colombia, y que, vuelve una y otra vez, con historias que escuchamos 20 años atrás: el paro armado del ELN que afecta a muchos lugares del país, la compleja situación de violencia en Arauca; el asesinato constante de excombatientes, que se comprometieron con el acuerdo de paz; el asesinato de líderes sociales que defienden los territorios; las masacres que, a comienzos del año, no han dejado de darse, y que una y otra vez delatan oscuros nexos entre mafias, agentes del Estado, fuerzas paraestatales y estrategias de control y despojo territorial.
Lea de Laura Quintana: Escuchar con la mirada
Sin embargo, quizá me sigue pareciendo inverosímil que, después de dos años de pandemia, de muertes, empobrecimiento, desasosiego, para millones de personas en el planeta, y cuando la vida reclama rehacer tanto que se ha destruido, se esté anunciando que la tercera guerra mundial ya está teniendo lugar, con muchos civiles muertos, un millón de desplazados en siete días, y la amenaza existencial creciente por un catastrófico desenlace nuclear. Es delirante. Tanto por hacer para construir desde lo que ha quedado arruinado, y la respuesta es apostar por la competencia de poder político, dominio territorial, control de combustibles fósiles que han destruido el planeta y que, en gran parte, nos tienen en medio de la debacle ambiental.
El mundo nos grita que la lógica militarista, patriarcal, y acumulativa impulsada por el ansia de control de los cuerpos y los territorios, nos está consumiendo y agotando, al borde de lo invivible, del fin del mundo. Pero los poderes que nos gobiernan, y los rostros impávidos de hombres blancos, y sus símbolos fálicos de misiles, metralletas al hombro, torres petroleras, sus banderas de nacionalismo exacerbado, nos condenan a acelerar aún más la destrucción.
Y la violencia arrasadora de la guerra se impone, de nuevo, como siempre, como si se tratara de un destino inexorable, de un viento desolador, incontrolable que hace sentir toda su fuerza, sobre el inerme: sobre cuerpos frágiles, vulnerables, impotentes, de humanos, y animales; sobre cosas y espacios que aquellos les importan, sobre entornos naturales que terminan resultando más contaminados y arrasados. Quizá lo sientan como esa hojarasca que describió muy bien García Márquez: “Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos (…) La hojarasca era implacable”.
Lea más de Laura Quintana: Ruido
Mientras la guerra se desarrolla, esos cuerpos, sobre todo los de las mujeres y viejos, permitirán que lo poco que queda continúe y se sostenga, gracias a tupidos tejidos de cuidado. Cuando la guerra termine, los sobrevivientes habrán de empezar de nuevo a restablecer sus tejidos de relación en medio de los escombros, desperdicios y despojos: seguirán reproduciendo la vida, cuidando a los heridos, honrando a los muertos, calmando las pesadillas de los niños, desplegando prácticas de duelo, entonando cantos, buscando gestos, movimientos, danzas que cobijen en el dolor; relatando lo que ha pasado, y cómo quebró todo un mundo vital.
Así ha sido muchas veces, aquí y allá, por mucho tiempo, hasta que quede mundo o hasta que por fin entendamos que todo porvenir, todo futuro diferente al predecible de la destrucción, puede ser solo en clave femenina.
Le puede interesar: El absurdo de cancelar la cultura, los artistas y los deportistas rusos por culpa de la guerra
5 Comentarios
Deja un comentario
Puedes tu Laura Quintana: Despertar en un asilo de locos y solo recordar que detras de ti dejaste una multitud de amigos asesinados? Puedes tu hacer el duelo de mas de 6000 personas asesinadas?. Seres humanos con los que has compartido tu vida de militante politica desde que eras una nina. Yo tengo la memoria de los tormentosos anos vividos por la izquiersda colombiana, Desde que se llamaba Union Nacional de Oposicion.
Aguerrida por los golpes de la vida, hoy solo una consigna mantiene mi vida, “la paz esta en mis manos de feminista”, porque la guerra se la dejé a los hombres que se enriquecen con discursos pacifistas pero que toleran la proliferacion de armas de destruccion masiva”.
Hoy las mujeres en Espana, se constituyen en un nucleo para ir en contra del envio de armas à Ucrania. A mi turno en Francia yo hago parte y manifestare a lado de los no alineados!