La nueva ola de terror que azota a Buenaventura y que a nadie parece preocuparle
Balaceras tanto en zona rural como urbana y llegada de comandos de hombres armados, son algunas señales de un problema de inseguridad que puede empeorar en Buenaventura.
La guerra a muerte entre las bandas criminales conocidas como Los Shotas y Los Espartanos no es nueva para los ciudadanos y mucho menos para las autoridades de Buenaventura.
Lo absurdo de esa situación es que esa ciudad portuaria completa diez meses padeciendo ajusticiamientos, extorsiones, fronteras invisibles y balaceras, sin que hasta el momento las intervenciones anunciadas por las autoridades y los consejos extraordinarios de seguridad, arrojen resultados contundentes.
“Esos consejos son reactivos y no preventivos”, sentenció el personero Edwin Patiño, la autoridad en derechos humanos que viene lanzando alertas desde diciembre de 2020, cuando arrancó esta nueva ola de violencia.
Puede leer: Los capos que se pelean a muerte el control de Buenaventura (III)
El detonante de semejante situación se hizo visible esta semana con audios y videos que revelarían los detalles de la zozobra en la que viven los habitantes de Buenaventura, sus comerciantes y empresarios.
En uno de esos videos se escucha una fuerte balacera en zona rural del puerto, y en otro, un taxista relata el cierre de una vía céntrica urbana por parte de hombres armados.
Y esta misma semana se presentó un hecho inédito en el calabozo de una estación de Policía del barrio Obrero en Buenaventura: el amotinamiento de internos de las bandas Shotas y Espartanos, quienes se enfrentaron a golpes y palazos. El saldo fue de 11 heridos.
El problema está tan desbordado que este año el municipio de Buenaventura, con el puerto más importante de Colombia, por donde se mueve la mitad de las exportaciones de todo el país, ya suma 161 asesinatos.
Daños colaterales
Desde varios sectores temen que esa nueva ola de inseguridad afecte no solo la economía de Buenaventura, sino la del país.
Señales de esa preocupación quedaron nítidamente reflejadas en la encuesta periódica sobre Ritmo Empresarial y que consultó a 6.421 empresarios afiliados a 24 cámaras de comercio, entre ellas la de Buenaventura.
En el estudio, que evalúa las perspectivas para el segundo semestre de 2021, queda claro el pesimismo de los empresarios porteños, que consideran que la situación económica empeorará para sus empresas.
El 39,6 por ciento de los consultados asegura que las perspectivas económicas empeorarán; el 34,7 por ciento, que todo seguirá igual, y solo 25,8 por ciento se mostró optimista.
Esa percepción se empata con la de inseguridad. El programa Buenaventura Cómo Vamos, que lideran gremios junto a la Cámara de Comercio de la ciudad, reveló en una de sus encuestas periódicas, a finales de 2020, que solo el 36 por ciento de los porteños se sienten seguros.
Le puede interesar: La turbulenta historia de Luis Horacio Escobar, fundador de una Convivir, cuyo asesinato lamentó Uribe
Crisis humanitaria en Buenaventura
Las confrontaciones entre grupos armados ilegales en zona rural de Buenaventura ya causaron el desplazamiento de 50 familias que huían de las balas. Todas llegaron en lancha al puerto, provenientes de la vereda del río Cajambre y el sector del Naya.
“De cada diez familias que recibimos en los centros de atención de la Personería, ocho tienen la clara intención de abandonar la ciudad, por causa de la violencia”, explicó a Diario Criterio el personero Patiño.
Mientras las familias campesinas huían hacia la zona urbana de Buenaventura, los residentes de barrios como Juan XXIII, San Francisco, Pampalindo, Olímpico, Cueva de Rolando y El Caguán, padecían su propio drama.
En la madrugada de este martes 12 de octubre, la comunidad del sector denunció, a través de redes sociales, la llegada de comandos armados y que tendrían como misión ajusticiar a integrantes de una de las bandas.
“La verdad, desde diciembre del año pasado se ha desatado una ola de violencia incontrolable y la cantidad de gente desaparecida, asesinada y desplazada es bastante”, explicó un suboficial de la reserva que vive en el puerto, pero pidió reserva de su nombre por razones de seguridad.
Ese mismo diagnóstico es el que tiene el sacerdote Jhon Reina, que por varios años coordinó la Pastoral Social de la Diócesis de Buenaventura.
Para el religioso, la violencia que atormenta a Buenaventura es cíclica y no ha cambiado en nada.
“De las temidas casas de pique, ahora pasamos a muertes selectivas donde los cuerpos de las víctimas son desaparecidos, no sin antes esparcir sus vísceras en señal de terror”, detalló el religioso.
Guerra vieja, capos nuevos en Buenaventura
Lo único diferente en este nuevo episodio de violencia que azota a Buenaventura son los actores, pero no sus prácticas.
Tristemente, fenómenos como extorsiones, balaceras y fronteras invisibles, no son nuevos para los porteños. Ellos han padecido hasta atentados con petardos por no pagar las vacunas o el simple destierro de sus barrios.
En el pasado, esa violencia estuvo marcada por una macabra práctica criminal que escandalizó al mundo y se conoció como las “casas de pique”.
Eran viejas estructuras de madera sobre el mar que usaban los bandidos para torturar a sus víctimas. Luego las picaban y arrojaban al agua.
Hace un par de décadas la confrontación en Buenaventura era liderada por las Farc y las AUC. Posteriormente llegaron los Rastrojos y los Urabeños. En 2015 la pelea era entre las bandas criminales La Empresa y La Local.
Ahora la estela de terror y muerte corre por cuenta de una puja interna de La Local, una banda que se dividió en dos facciones que se conocen como Los Espartanos y los Shotas.
Detrás de esos dos bandos criminales están los alias de Mapaya y Optra. Ellos son los responsables de las vendettas que se registran en los barrios de baja mar.
El interés por esos sectores deprimidos del puerto es que a través de sus esteros se mueve toda la ilegalidad, que va desde el tráfico de armas, coca y hasta la desaparición de personas.
Disidencias y ELN
En la zona rural la violencia de Buenaventura es a otro nivel y con otros actores armados.
Las autoridades tienen claro que en el sector de los ríos Cajambre y Naya, se disparó la guerra territorial entre el ELN y disidencias de las Farc, dejando en medio de esas confrontaciones a por lo menos 14.000 campesinos.
Los cañones que forman esos ríos sobre la cordillera Occidental, son considerados trofeos estratégicos para los grupos armados ilegales. Por allí tienen rutas para mover tropa, armas y la coca que siembran en Valle y Cauca, para traficarla por el el océano Pacífico.
En el pasado esa región era el santuario del Frente 30 de las Farc, pero tras la dejación de las armas de esa organización guerrillera con la firma de la paz, esos espacios fueron ocupados por las disidencias Jaime Martínez y ahora los elenos intentan dar un zarpazo a sangre y fuego.
7 Comentarios