La única salida
La agresión bélica de Rusia contra Ucrania, el conflicto cerrado e infernal en la Franja de Gaza, la estéril guerra contra las drogas en el mundo entero, particularmente en Colombia; la sombra que proyecta el proceso de Paz Total en el país con un ELN canalla y terrorista; el horizonte difuso que se le vislumbra al Gobierno de Petro en todos su frentes, la crisis de ideologías que desmorona tanto movimientos sociales como causas personales, todo permite concluir que los humanos que estamos vivos en este pasaje de la tierra sorteamos una crisis nueva.
Y, atención, los valores son los mismos. Lo que está en juego es lo humano, nada distinto a lo que hervía en la era del imperio romano o en el Medioevo europeo o en el imperio napoleónico o en la hegemonía griega o latina: el ansia de poder, la codicia, la envidia, el narcisismo, la egolatría, en fin, lo humano. El nuevo elemento no es de naturaleza esencial, pero ha alterado de tal manera las formas que hay que admitir que se trata de un factor determinante de la vida presente de la especie, me refiero a las redes sociales y el Internet.
Las pulsiones del Homo sapiens siguen siendo las mismas de los primeros tiempos. La condición humana no evoluciona tan rápido como los circuitos integrados, por eso, nuestro paisaje tecnológico es completamente diferente al del siglo XIII, pero no así el mental y mucho menos el espiritual (démosle este nombre al sistema de valores) que se mantiene tan convulsionado y errático como en los primeros tiempos de la historia. Para la muestra un botón: Franja de Gaza.
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Este maremágnum de información (en tiempo casi sincrónico la mayoría de las veces) y el consumo compulsivo y constante de contenidos mediáticos indiscriminados construyen la atmósfera de confusión, irritación y caos que determina nuestros días.
El paradigma fatuo que construyen los valores de las redes sociales (riqueza, belleza, lujo, hedonismo, notoriedad, fama, poder) ha destronado las religiones y las ideologías. La humanidad se quedó sin dioses y la fama la notoriedad y el dinero han asumido el poder.
Los líderes están extintos, las religiones se han prostituido desvergonzadamente, las ideologías y los ideólogos se refundieron entre sus inconsistencias y debilidades y por eso no importa si en el trono está un Duque, un asesino o un Petro, el rumbo del país es incierto e imprevisible.
Los slogans se quieren erigir como idearios y de esa forma se encaraman en el podio de los líderes figuras tan de cobre como Bukele, Milei, Ortega, Maduro, Uribe, Duque o Petro que se mimetizan con los afanes vacuos de sus seguidores ciegos y dormidos.
Que todo tiempo pasado fue mejor no es mi carta. Este tiempo es el que nos corresponde y más nos vale que encontremos la salida.
¿Difícil? Sí. ¿Imposible? No. Ya la especie en el pasado ha tenido que sobreponerse a cismas equivalentes a este del presente.
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Podría ser también que estemos en el prólogo del final, pero eso no es probable, luego no debemos contar con ello; si ha de ser será y ya nos enteraremos.
Entonces, ¿qué hacer? ¡El individuo! La fundación individual y personal de una plataforma política y ética basada en la compasión, la solidaridad y el respeto. Que no tienda brazos electorales hacia lo colectivo o en la búsqueda del poder. La construcción de compromisos singulares con los valores que amparan la civilidad y la vida. Se trata de una revolución individual, de un ideario y una religión personales, casi como la huella digital o el iris. Es una acción personal y política que se gesta en la intimidad del hogar y el círculo afectivo más próximo.
La decisión silenciosa y privada de erradicar las acciones corruptas de la vida cotidiana, la manipulación afectiva, por ejemplo. La reconstrucción del respeto inmaculado por la vida, la erradicación de la cancelación entre aquellos que no coincidan en visiones y opiniones. El mandamiento solemne de respetar todas las acciones individuales en términos de fe o apetencias íntimas y sexuales; y, urgentemente, respeto por la ley, con derecho a impugnarla, pero respeto por sobre todas las demás acciones.
Ante el pronóstico reservado de este futuro que nos corresponde, tanto en este país como el resto del mundo, la ética del individuo es la única salida.
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