‘La Vorágine’: desde ‘La Memoria’ hasta ‘Doña Bárbara’

Hay que decirlo sin miedo: fray José de Calasanz fue el gran inspirador de ‘La vorágine‘”.

Carlos Ortiz es un fraile dominico muy particular. Un hombre con una memoria envidiable y, sobre todo, una excepcional capacidad narrativa.

Siendo un amante de la historia, ‘un historiador empírico’, Ortiz logra llegar con delicado detalle a unos temas que, para quienes no somos historiadores, podrían pasar de largo, sobre todo porque los detalles que rescata, en muchos casos, son imperceptibles.

Hace unos meses, Carlos escribió un pequeño folleto sobre la vida de fray José de Calasanz Vela O.P., el misionero dominico de los Llanos Orientales. Como quien provoca la lectura obligatoria de su texto, antes de entregarlo, con la magia de su narración le va contando a uno algunos detalles que, además, es como si escogiera el detalle que a uno realmente le interesa y lo acompaña de un picante que siempre provoca la risa. Al final, por lo general, dejando vaga la conclusión, le entrega a uno el texto que, con generoso desprendimiento, sabemos que le ha costado horas de estudio.

En adelante, el documento empieza a pedir pista, y casi que reclamando ser leído, cada vez que uno lo ve en el escritorio, los gestos y el cuento de Carlos saltan en la memoria hasta que ya no queda más que sentarse a leer. Debo decir que el documento no me decepcionó, tal cual la historia contada. El texto resulta ser fantástico, casi que, si alguien se interesara por llevarla al cine, Carlos debería ser libretista obligado. 

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Fr. José de Calasanz nació en Gámbita (Santander) en 1840. En 1861 fue al destierro en los Llanos Orientales por cuenta de la ley de desamortización en Colombia, la que se llamó “De manos muertas” con el antecedente español. Relata Carlos que fray José fundó San Pedro de Arimena con el objeto de impedir las incursiones que, por esos lados, hacían los venezolanos que usualmente atropellaban a las tribus indígenas de la región.

Este hombre, según el relato de Carlos, era un ilustrado estudioso, pedagogo, emprendedor, investigador, etnógrafo, geógrafo, botánico y médico naturista. Aunque murió joven, en 1895, a los 55 años, dejó un legado misionero importante y un documento al que quiero hacer mención en esta columna.

Entre 1888 y 1889, en comisión del Gobierno nacional y de la Arquidiócesis de Bogotá, se llevó a cabo una expedición desde Villavicencio a San Fernando de Atabapo, regresando por Orocué, cuyo informe fue titulado Memoria de un viaje por los ríos Guaviare y Orinoco hecho en 1889. A lo largo de la travesía, entre mosquitos, serpientes, pirañas, caimanes y la inmensa fauna de la región, el misionero iba tomando notas que fueron pieza fundamental en la redacción del informe.

En este texto se narra el encuentro con los indios mituas, su alimentación, la práctica de cacería, los bailes y la pesca. El cruce por el río Guaviare, las lenguas, los vestidos, las gentes. La llegada a San Fernando de Atabapo en el alto Orinoco, donde describe las horas de navegación, los caseríos, la inmensa fauna y las inclemencias del tiempo.

Del informe quedaron unas recomendaciones: que el antiguo territorio de San Martín sea segregado del departamento de Cundinamarca y administrado por el Gobierno nacional; establecer la misión para catequizar a las comunidades indígenas, que son muchas y, entre la selva, innumerables pobladores; fundar dos colonias militares: una en San Juan de Arama y la otra en el Ariari; incentivar la navegación con fines comerciales y disminuir el precio de la sal en Cumaral para fines comerciales de la industria pecuaria. Finalmente, demarcar el límite fronterizo con Venezuela y la construcción de dos vías donde Villavicencio sea el punto de conexión con el territorio.

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Después de 100 años, el manuscrito del informe pertenece al fondo Marco Fidel Suárez de la Biblioteca Nacional, donde fue ingresado con motivo del natalicio centenario de José Eustasio Rivera

En 1988, el sociólogo Alfredo Molano hizo el mismo recorrido y redactó un informe para “establecer qué ha pasado en un siglo, cuál es el sentido y el alcance de las transformaciones que se han sucedido”.

Molano descubre varios cambios: explotación cauchera inmisericorde, matanzas de indígenas, desplazamientos forzados, cultivos ilícitos, grupos armados, pobreza estructural, ausencia del Estado en el territorio, monopolios ganaderos, deforestación y aniquilamiento de la flora y la fauna selváticas.

Los lectores de La Vorágine y de La Memoria no pueden dejar de hallar coincidencias, tanto en el itinerario del dominico como en la intención de mostrar el abandono de esas hermosas y ricas tierras. Es posible que Rivera haya conocido el informe de De Calasanz. Sin embargo, hay una abismal diferencia entre la narrativa de La vorágine y las denuncias que hace el misionero Dominico.

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Hay que decirlo sin miedo: José de Calasanz fue el gran inspirador de La vorágine, y, gracias a la aventura por los Llanos Orientales, Rivera inspira a otro gran escritor venezolano: Rómulo Gallegos.

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De La memoria a La Vorágine y a Doña Bárbara hay un solo proyecto escriturístico: Gallegos explota en su novela las costumbres típicas del Arauca venezolano, víctima del sangriento cacicazgo de doña Bárbara, quien, capitaneando una banda de forajidos, demarca los linderos de hatos como mejor le place y mata a llaneros sin escrúpulo, a veces con la complicidad de las autoridades. 

Escribiendo esta columna, me encuentro con un texto de Ernesto Porras Collantes, quien hace una interpretación estructural de La Vorágine y que fue publicada en 1968 por el Instituto Caro y Cuervo, en el que se dice textualmente:

“’La vorágine’ es la reconstrucción del relato hecho en el informe ‘Memoria de un viaje por los ríos Guaviare y Orinoco hecho en 1889’. Los acontecimientos que narra Rivera son reales, pues conectan con el informe de la memoria de un viaje por los ríos Guaviare y Orinoco hecho en 1889. Solo la Imaginación de Gallegos da a ‘La vorágine’ una conclusión formal y deja a los lectores realmente extasiados (…) Rivera descubre ante nosotros el nacimiento, el crecimiento y la consolidación de un ideal ético; nos lleva al momento en que ese ideal es remontado por un hombre que, sin dejar de serlo, se trasciende naturalmente. A través de la obra, Cova supera su personalidad, da amplitud y altura a su perspectiva humana y encuentra en la base de la vida —el amor, el nacimiento de su hijo— la grandeza que no columbró al enfrentar la muerte como aventurero”.

Los cuentos de Carlos siempre quedan inconclusos… Esta columna también, ya que quisiera motivar la lectura del documento.

Gracias, Carlitos Ortiz. ¡Muy buena historia esta!

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5 Comentarios

  1. Muy valiosa informacion, Gracias. Pude ver un resumen muy ilustrado en LA_VORAGINE_RESUMEN_SEMIOTICO_NARRATOLOGICO_SOCIO_CRITICO

    1. Consuelo Quintero

      Interesante columna, me llama la atención la importancia que le dio Jose de calasanz a la zona de San Martin, por lo que representana para el país y nunca se tuvo en cuenta. Gracias padre

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