Los lazos culturales de México y Colombia, según Juan Camilo Rincón
Diario Criterio conversó con el periodista y escritor Juan Camilo Rincón, a propósito del lanzamiento de su libro ‘Colombia y México: entre la sangre y la palabra’, sobre la relación de dos regiones literarias.
“Si hay un ensayista en este planeta que sabe exprimir los temas que se va encontrando por el camino, si hay un investigador que consigue convertirse en lo que investiga y un escritor que no descansa hasta dejar consignados todos sus hallazgos, ese es Juan Camilo Rincón“, asegura Ricardo Silva Romero, a propósito de la llegada a librerías de Colombia y México: entre la sangre y la palabra.
Y es que Juan Camilo es un apasionado por la cultura. Le gusta escarbar, mirar con lupa lo que otros no ven, darle otro sentido a lo convencional y sobre todo encantar con sus relatos.
En su nuevo libro, producto de una investigación de diez años, Juan Camilo Rincón recrea un conjunto de episodios culturales históricos mediante una narración que da cuenta de la hermandad entre ambos países a través de nombres como Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Álvaro Mutis, Juan Rulfo, Porfirio Barba Jacob, Carlos Fuentes, Rodrigo Arenas Betancourt, Elena Poniatowska, Fernando Botero, Guillermo Arriaga, Juan Villoro y Leo Matiz, entre otros.
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En Colombia y México: entre la sangre y la palabra. Aproximaciones a la relación de dos regiones literarias el escritor, periodista e investigador cultural recrea un mapa que permite transitar la geografía afectiva de dos territorios que se han hecho hermanos en las artes como expresión del espíritu.
Como lo explica Rincón, el libro es producto de diez años de una investigación que tomó como fuentes diversos ensayos, crónicas, notas de prensa, cartas, entrevistas y otros documentos que dan
lugar a este recorrido por los lazos que se han tendido entre los dos países, particularmente durante el siglo XX.
Desde sus primeras páginas este texto invita al lector a descubrir esos lazos con México, revela conversaciones con escritores que han dejado huella en la literatura de ambos países como Juan Gustavo Cobo, Nahum Montt o Mario Mendoza, nos habla del Gabriel García Márquez apasionado por su vida en el país azteca y su inolvidable encuentro con Elena Poniatowska, una de las grandes periodistas mexicanas especialista en temas sociales y políticos.
Diario Criterio conversó con Juan Camilo Rincón sobre la realización de su libro, sus viajes a México y las similitudes entre dos países que se abrazan cada vez más.
México y Colombia: las letras que nos unen
Diario Criterio: Para empezar, me gustaría que me nombrara tres similitudes de Colombia y México. ¿En qué siente que nos parecemos?
Juan Camilo Rincón (J.C.R.): Las similitudes culturales son numerosas. Un ejemplo bellísimo es la música: en el norte de México se baila la cumbia colombiana como propia, y para nuestros padres, las rancheras fueron su forma de expresar los dolores del alma. En décadas siguientes, el sello mexicano Culebra abrió un camino para que grupos colombianos como La Derecha y Aterciopelados se dieran a conocer en el mundo.
Desde nuestra adolescencia cantamos y gritamos con Café Tacuba, Caifanes y La Maldita Vecindad. Los ejemplos son infinitos. En la literatura, el punto de partida es el idioma que compartimos; luego vinieron los espacios de creación, tan semejantes. En el arte, muchos de nuestros maestros fueron a ese país para aprender; luego, trajeron su obra y la adaptaron, la hicieron propia y le dieron una voz que ahora resonaba colombiana.
Diario Criterio: En otras entrevistas ha compartido que esta fue una investigación de cerca de diez años. ¿Recuerda cómo la planeó inicialmente? ¿Pensaba hacer un libro o solo encontrar la relación cultural entre estos dos países?
J.C.R.: Este libro nació en los recuerdos de mi padre y su amor por el cine mexicano y su música. Luego vinieron mi gusto por Juan Rulfo y García Márquez, y la inquietud por la conexión entre Comala y Macondo. Esas preguntas e intereses me abrieron la puerta a todo un camino que aún se sigue nutriendo y enriqueciendo.
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Diario Criterio: ¿Qué fue lo que más disfrutó de todo el proceso investigativo?
J.C.R.: Todo fue un gozo enorme: encontrar archivos desconocidos, casi perdidos, en colecciones públicas y privadas que le dan forma y sustento al libro. Entrar en el archivo de Germán Arciniegas y descubrir una carta lindísima que le envió su amigo, el escritor Octavio Paz, donde le contaba que acababa de llegar a sus manos un nuevo libro de Julio Cortázar llamado Rayuela, y que estaba ansioso por leerlo. Además, casi como una confesión, le dijo que, para él, el libro más importante escrito en los últimos años en México era Los recuerdos del porvenir de Elena Garro.
“Otra cosa que disfruté un montón fue hacer las entrevistas, alrededor de 20 encuentros con escritores, periodistas e investigadores de los dos países que me dieron luces sobre los vasos comunicantes entre los dos países, y la manera en que estos vínculos ayudaron a forjar una identidad cultural en cada territorio”.
Diario Criterio: ¿Cuántos viajes a México realizó, más o menos en qué años?
J.C.R.: En los últimos seis años viajé tres veces. Gracias a una beca que me concedieron el Fonca de México y el Ministerio de Cultura de Colombia, pasé dos meses recabando en archivos públicos y privados, como el del fotógrafo colombiano Leo Matiz y el del escritor mexicano Carlos Monsiváis. Además, tuve el privilegio de entrevistar a figuras esenciales para contar esta historia como Elena Poniatowska y Paco Ignacio Taibo II.
Diario Criterio: De esos viajes y entrevistas, ¿qué experiencia o anécdota recuerda especialmente?
J.C.R.: Sin dudarlo, conocer a Elena Poniatowska, quien muy generosamente me recibió en su casa. Poder hablar cara a cara con una de las escritoras más importantes de la literatura latinoamericana y estar cerca de su maravillosa biblioteca fue algo que jamás me imaginé. Elena guarda libros, dedicatorias y firmas que son prueba de las relaciones entre los escritores colombianos y mexicanos. Cuando me despedí, ella me acompañó al antejardín, donde me contó que su relación con García Márquez y su familia había sido muy buena, hasta el último momento y que, “cuando él ya hablaba muy poco, venía a comer a mi casa con facilidad porque su hijo vivía a dos casas; (era) un hogar muy grande con dos puertas”.
Se refiere a Gonzalo, que estaba casado con Pía Elizondo, hija del escritor mexicano Salvador Elizondo. Como sus casas eran contiguas, cuando García Márquez y Mercedes visitaban a Gonzalo, también se asomaban a la casa de Elena. Eran tan cercanos, que Mercedes le decía a Elena: “¿No me puedes guardar aquí unas macetas?”, entonces ella las llevaba a su casa. La escritora me las mostró, conmovida, recordando la amistad y el cariño que se conservan en esos objetos.
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Diario Criterio: ¿Cómo aportó ese diálogo con Elena Poniatowska a su libro?
J.C.R.: Conocerla fue una alegría inmensa. Ese día ella estaba muy triste porque había tenido que llevar uno de sus gatos a la veterinaria. Tiene dos: un macho, que se llama Monsi, y una hembra, Vais. Los llamó así en honor a su gran amigo, Carlos Monsiváis. La señora que la cuida nos ofreció té y galletas; Elena, que parece una muñequita de cuento garciamarquiano, me preguntó si estaban ricas, y con una sonrisa le dije que sí. Me contó que ella misma las había hecho y que era su primera vez cocinando con harina integral, por recomendación médica. Guardó algunas en una servilleta y me las dio para que me las llevara. Casi no me las como; ¡quería conservarlas conmigo!
“Esa es, junto a la charla con Margo Glantz, dos recuerdos insuperables. Espero que, quienes leen el libro, sientan esa misma felicidad”.
Diario Criterio: Después de esta investigación y de construir este libro, ¿cuál es la conexión que usted siente con México actualmente?
J.C.R.: Hoy hay nuevos escritores que han fortalecido una relación que se remonta a siglos atrás. Ahora mismo pienso en la gran novela El asedio animal de la escritora colombiana Vanessa Londoño, que ha sido muy bien recibida en México y alabada por autoras como Margo Glantz. Pienso también en la obra del mexicano Emiliano Monge, un referente esencial en la academia colombiana cuando se habla de migraciones y fronteras. Nuestra relación se basa en un diálogo que se sigue desarrollando, que le da sentido y forma, y no termina. Es un ser vivo que está en constante movimiento.
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Diario Criterio: Siento que su libro tiene información muy completa de los autores masculinos, además al final adjunta las entrevistas que les hizo a algunos autores para hablar de México y Colombia, pero, ¿qué hay de las mujeres?, ¿qué otras referencias de autoras mujeres se podrían encontrar en el libro o hacen parte de su formación como periodista y escritor?
J.C.R.: Hay historias en México que van desde Sor Juana Inés de la Cruz, pasando por autoras mexicanas como Elena Garro, Margo Glantz y Sofía Buzali, y escritoras colombianas como Piedad Bonnett y Fanny Buitrago. Aunque tradicionalmente la historia literaria latinoamericana no ha abierto muchos espacios a las mujeres, traté de desenmarañar eso en el libro, entrevistando a mujeres que han sido clave en los espacios culturales, o buscando una voz con ellas en mi investigación. Las hijas y las esposas que salvaguardan las obras de varios artistas, también fueron fundamentales para darle otra cara y una nueva mirada a las creaciones; un ejemplo de eso son las historias que compartieron conmigo Gabriela Arciniegas y Alejandra Matiz.
Diario Criterio: Hay dos preguntas que me gustaron mucho de las entrevistas que hizo para su investigación y me gustaría que las respondiera usted: ¿Cuál cree que es la relación entre la literatura mexicana y colombiana y cómo se refleja en su obra?
J.C.R.: Es imposible pensar Cien años de soledad sin los espacios que el campo cultural mexicano le ofreció México a García Márquez para poder desarrollarla, o imaginar algunos de los poemas de Carlos Pellicer sin la fría Bogotá. Son las conexiones, los consejos, el respaldo, las luchas, los tropiezos, los triunfos, el encontrarse con los espacios que les dieron una posibilidad y una potencia a esas relaciones. Es una relación que les permitió mejorar y construirse desde el espejo del otro, también en sus diferencias y discrepancias. Eso es lo bello del arte y la literatura: sus voces en la similitud y en la divergencia.
Diario Criterio: Y ¿cuál es la primera imagen que viene a su mente cuando se habla de la relación México y Colombia?
J.C.R.: Los murales del Palacio de Bellas Artes. Es un espacio colmado de los diferentes Méxicos; es el país republicano, las imágenes coloniales, las pinturas modernas… Es el poder de una historia narrada magistralmente… y el lugar donde Vargas Llosa le dio el golpe a García Márquez.
Diario Criterio: ¿Cuál cree que es el mayor aporte de su libro para la literatura latinoamericana?
J.C.R.: Desde mi libro Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia, siempre me llamó la atención conocer, reconocer y comprender las relaciones culturales de otros países con Colombia. Imaginar a esos que también caminaron por la Plaza de Bolívar o la carrera Séptima; los que visitaron el salto del Tequendama o amaron las mariposas de Muzo en Boyacá. Y entonces entendí que no solamente nos visitaron, sino que muchos colombianos también se alejaron de su tierra para vivir otras experiencias y conocer otros espacios. Con este libro quise ahondar sobre los lugares geográficos y afectivos de México y Colombia en los que unos y otros, escritores y artistas, colombianos y mexicanos, aprendieron y construyeron. Busco ver, más allá de las creaciones mismas, el valor de dos culturas que se asemejan, y la importancia de los vasos comunicantes que nos unen y, a la vez, demuestran que la sana competencia no riñe con la amistad, y que nutrirse de las ideas de otros da forma a mejores obras, mejores diálogos, mejores artistas, mejores países.
Diario Criterio: ¿Cuál es su autor mexicano favorito… o al que más ha leído?
J.C.R.: Es muy difícil responder a esa pregunta. Mi libro del alma viene de Juan Rulfo: Pedro Páramo. De los autores contemporáneos, quien me remueve las entrañas es Guillermo Arriaga. Los autores que más he leído son Octavio Paz, Elena Garro y Juan Villoro quien, por cierto, en nuestro último encuentro me dedicó un libro con estas palabras, que llevo en el corazón: “Para Juan Camilo, que tanto sabe de mi escritura”.
Foto de portada: Jimena Cortés.
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