El lenguaje del mundo

El lenguaje es otra cosa. Está vivo. Un árbol tiene su lenguaje. Mis palabras se olvidan casi tan pronto las pronuncio, tan pronto las escribo. Pero el lenguaje sigue vivo. La emoción que encontró esas palabras sigue viva.

Es tan lentamente que nos transformamos en nosotros mismos para poder participar de la vida. La vida toma una vida, toma otras vidas. 

Veo las montañas. Para mí son grandes. Son verdes y azules, gris ámbar. No puedo decir que están quietas. Tampoco realmente que se mueven. A veces están ocultas. Lo que yo pueda o no decir no es lo importante. Ellas participan de la vida. Hay seres vivos que las recorren, que las habitan. Agua, abejas que se guardan en la época de lluvias, campesinos que venden la miel, que no piden nada, osos de anteojos con sus crías, puyas en el páramo, especies de plantas que tienen millones de años. Los campesinos tienen rostros hermosos y dan alegría solo con que te los cruces, te hablen, te sonrían. Por todo lo que sostienen, pero también por lo que son en ellas mismas, las montañas comunican algo. 

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Es la mañana. Siento la fortuna temprana del día, cuando hay vida y sé que lo que hay que hacer es compartirla. 

Enseñamos, opinamos, mentimos. Usamos el lenguaje con soberbia, neciamente, cuando el lenguaje es un espejo de adivinación, la forma en que el mundo comunica. Creemos que tener lenguaje consiste en decir muchas palabras, raras y sofisticadas, o burdas, pero decir la mayor cantidad de palabras en el mayor tiempo y espacio posible. 

El lenguaje es otra cosa. Está vivo. Un árbol tiene su lenguaje. Mis palabras se olvidan casi tan pronto las pronuncio, tan pronto las escribo. Pero el lenguaje sigue vivo. La emoción que encontró esas palabras sigue viva. Las palabras sin emoción y sin vida oscurecen la realidad de las cosas, nos hacen creer que algo interesante está ocurriendo. ¿Está ocurriendo algo? Las cosas son interesantes, la vida es interesante, sí; el conocimiento directo de la vida nos libera. Pero para conocer la vida necesitamos de toda nuestra empatía.

Ojos
“Mi hija me ha contado lo difícil que es lograr un tejido cristalino a partir de células vivas. Lo que hace el ojo es que mata parcialmente sus células para que puedan ser cristalinas. ¿Cuánto tiempo de transformación le tomó a la vida llegar a un ojo?”

La vida es emoción. ¿Cómo vamos a ir al encuentro de esa emoción atrapados por un punto de vista, por una mentira? Sin sentir, sin oír, repitiendo como máquinas lo que se supone que hemos aprendido. Lo que hacemos como máquinas profundiza nuestra soledad en vez de combatirla. ¿Qué es lo importante? Quizá aprender la lengua del otro, porque nada puede hacerse sin inspiración. Nada puede hacerse sin amor. Pedir que nuestro corazón sea suficientemente amplio para comprender el mundo, para amarlo sin juzgarlo y estar realmente en él. Dar es importante. La vida que nos rodea es lo importante. La vida que tiene tantas formas: un rostro amado, un roble húmedo, una culebra de jardín. Bajo las formas, o en ellas, una emoción intensa inunda el mundo. 

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Veo un árbol. Un hombre está sentado en un andén y calma su hambre de días con un pedazo de pan. Cada cosa tiene su lenguaje. Mi hija me ha contado lo difícil que es lograr un tejido cristalino a partir de células vivas. Lo que hace el ojo es que mata parcialmente sus células para que puedan ser cristalinas. ¿Cuánto tiempo de transformación le tomó a la vida llegar a un ojo? Mi hija siempre relativiza mi modo de ver finalista, del que muchas veces no quiero liberarme, como si hubiera una dirección, un camino. Ella piensa todo en términos de azar. Entonces, cuando pasamos las noches frente al fuego, hablando de las cosas que la emocionan y la asombran, pienso que el azar debe ser una divinidad muy antigua. 

Vemos, tenemos ese telar de cristal que ha hecho posible para nosotros los colores, las formas y la luz. La vida ha cambiado a lo largo de millones de años. Recibimos ese tiempo en nuestros ojos, en las manos que tenemos, en los huesos que sostienen nuestro cuerpo y que nunca llegamos a ver. Los huesos reposan en nosotros en la noche, como si nos convirtiéramos en sarcófagos tranquilos que sueñan y respiran. 

4 Comentarios

  1. Me gusta mirar las ramas y las hojas de los árboles cuando suave o con brusquedad las remece el viento. Con nitidez, veo que las plantas se están comunicando entre ellas. Tienen muchas cosas que decirse. Y lo hacen desde hace varios millones de años. No importa que yo sea un sordo analfabeta en su lenguaje. Pero es tan bello verlas ondear y conversar…!

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