Turbay y su libro-legado del Ministerio de Cultura

Un reciente decreto presidencial, que pasó inadvertido, conmina al Ministerio de Cultura a editar en seis tomos todos los discursos del expresidente Julio César Turbay Ayala.

Tengo en la memoria esa casa blanca de dos pisos, grande, con un garaje sin ornamentos ni calendarios y donde alcanzaba a ver por la ventana de la sala un gran cuadro –tal vez de Fernando Botero–. Yo prestaba servicio militar en la Policía Militar y una de las cosas que nos dijo el teniente fue que las Fuerzas Armadas le debían mucho al expresidente y que por ello su seguridad era asumida directamente por los militares y no por la Policía. Así que un día cualquiera me tocó prestar la vigilancia en esa casa del norte de Bogotá, pues yo estaba asignado a un batallón muy cercano. Es por esta razón que dormí una noche en la casa del expresidente Julio César Turbay Ayala. 

Yo –hijo de unos antiguos trotskistas, suscritos a la revista Alternativa, lectores de ciencias sociales y profesores universitarios– garantizaría la paz del presidente más controvertido y odiado en varias décadas, especialmente por la nomenclatura cultural de la época.

Debo decir que, meses después, mis padres se divirtieron mucho con esta historia, pues era excesivamente irónico que uno de sus hijos vigilara la tranquilidad y el sueño del señor Turbay Ayala. Mi turno de vigilancia fue de diez de la noche a dos de la mañana; después de terminada la ronda, procedí a dormir un poco, con una manta, camuflado entre los carros del garaje de este expresidente. No era del todo legal dormir en los turnos, pero todos los soldados lo hacían con la complicidad de los sargentos.

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Pasaron muchos años. A propósito de la muerte de Antonio Caballero, fui invitado a testimoniar acerca de su legado en la UN Radio y, repasando el grueso legado de este escritor, columnista y caricaturista, me di cuenta de que Turbay fue el personaje que más lo obsesionó, hasta el punto de que se cuenta en decenas de sus viñetas. En efecto, hay muchas caricaturas del expresidente y son de un trazo brutalmente genial. El general Camacho Leyva también tiene un sitio en esa obra, cómo no.

Sin embargo, hay una caricatura, que se encuentra en esa edición recopilatoria del Cerec  —editada por Martha Cárdenas—, que es muy interesante: vemos a Turbay con su gran traje de rayas —que tanto amaba Antonio— diciendo: “Je parle français; I speak english; Io parlo italiano; me dicen que es parecido al serbocroata; finlandés si no aprendí sino un poquito pero ahí me bandeo. Lo malo es que en todos esos idiomas tampoco digo nada”.  

Todo esto lo cuento por un asunto peculiar y que está pasando un poco inadvertido: la expedición de un par de decretos recientes del gobierno Duque en homenaje al presidente de los ochenta. El primero –que es el que me interesa– conmina al Ministerio de Cultura a editar en seis tomos todos los discursos del expresidente Julio César Turbay Ayala.

El segundo, a que se edifiquen dos bustos. Justo en el momento en que el país estaba tratando de crear una cierta conciencia de la importancia de otro expresidente, Virgilio Barco, este Gobierno le pide al Ministerio de la Cultura editar con miles de copias el legado de un expresidente que –perdónenme– no se distinguió por una gran capacidad intelectual ni ciertamente por su prolífica prosa. Y, sin embargo, el Estado debe gastar una cantidad de dinero y –oigan bien– editar más de 5.000 copias con los discursos, notas y escritos de Turbay Ayala. 

Esto contiene una doble ironía: el Ministerio de Cultura debe rendirle homenaje a un expresidente que fue un verdadero tormento para la cultura, hasta el punto de que el más connotado escritor que ha dado esta tierra –Gabriel García Márquez– tuvo que exiliarse por los efectos del Estatuto de Seguridad de su gobierno. Sin contar, por supuesto, las horas de desesperanza que tuvieron que soportar decenas de artistas plásticos y otros escritores silenciados. Eso, por no hablar del poquísimo interés por la cultura, las letras y los intelectuales en los años ochenta del régimen turbayista.

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Pero en el fondo, lo particularmente notable del proyecto –que a ojos de buen cubero debe rondar por los 200 millones de pesos– es que Duque interpreta que el legado cultural de su cuatrienio son las obras completas de Turbay Ayala. Por supuesto, salta a la vista la inconveniencia del asunto y la inutilidad de esos libros en unas audiencias que no encontrarán en esos textos ni siquiera un valor documental. Ya veo esos seis tomos en las bibliotecas públicas ante la mirada triste de los promotores de lectura colombianos. Reitero, son dineros públicos y es un Ministerio de la Cultura. 

Hace poco construí un listado de los diez libros más valiosos de antropología en Colombia del siglo XX y nueve de estos títulos están hoy descontinuados. Con esos 200 millones los volveríamos a editar con tirajes generosos, y podrían ser casi gratuitos. Pero el Gobierno –en un acto claro de identificación ideológica– prefiere perder dinero con una obra intelectual paupérrima de un expresidente poco recordado por su escritura y que además, como escribió el gran Antonio Caballero, nunca dijo nada. 

9 Comentarios

  1. Pedro Luis Barco Díaz

    Duque parece hijo de Turbay. Ni el uno ni el otro dijeron cosas interesantes. Con este decreto, el presidente Duque, deja abonado el terreno para que otro presidente, en el futuro, nos castigue con los tomos de la inmortal obra literaria de Iván Duque Márquez.

  2. No hay palabras ante semejante acción monstruosa del Ministerio de cultura de nuestro país . El ministerio de NO CULTURA, diría yo.

  3. John Fitzgerald Kennedy

    El presidente iletrado recibe un espaldarazo del presidente director de festejos. ¿se imaginan una reunión de semejantes genios? Una borrachera que de legendaria no tendría nada, y un intercambio de amantes.

  4. Lo más paradójico de todo es que los discursos de Turbay Ayala fueron escritos por asesores y escribanos a sueldo. Cháchara grandilocuente e inútil, empaquetada. Platica perdida.

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