Sobre ‘Lo bello y las mariposas y otros textos’: un Fernando Molano singular y múltiple
El pasado 10 de marzo, un mes antes del aniversario 25 de la muerte de Fernando Molano Vargas, se presentó en la librería Garabato de Teusaquillo el más reciente libro del autor, que reúne textos suyos hasta ahora inéditos y desconocidos. Estas fueron las palabras con las que se presentó una novedad literaria que amplía el conocimiento sobre la vida y obra del escritor bogotano.
En pocos días, exactamente el 10 de abril, se cumplirán veinticinco años de la muerte de Fernando Molano Vargas. Ocurrió en el pabellón de la espera de la clínica San Pedro Claver del Seguro Social (hoy Hospital Méderi), no muy lejos de acá –de esta librería Garabato de Teusaquillo– donde hoy nos reunimos para recordar al autor bogotano, y sobre todo para agradecerle que haya insistido, tan tercamente, en su singularidad y en su deseo.
Tal vez muchos de quienes están acá sepan que Fernando Molano Vargas murió solo, sin una mano que apretar, pues a Jorge, su hermano, la persona con la que vivió los últimos meses de su vida, no se le permitió quedarse con él para acompañarlo en su trance final. Me puedo imaginar los gestos de displicencia del personal médico y de enfermería. Puedo, con algo de imaginación y de memoria, reconstruir el frío lenguaje burocrático, la insensibilidad humana detrás de un “no se puede“.
Puede leer: Diez nuevos libros colombianos para leer por estos días
Muchas veces he tratado de hacerme una imagen mental de los últimos días de Fernando –de los últimos años, en realidad–, el tiempo en que vivió con la muerte pegada a sus talones y aun así lo excitaba: “la vida, /y el amor, /y el deseo: /los muchachos, /el fresco aroma / en sus axilas”.
Lo bello y las mariposas y otros textos ofrece valiosísimos indicios para entrar al centro de ese enigma sin respuesta definitiva que es la vida de toda persona y que fue, en este caso, la vida de Fernando. En todo cuanto escribió, él fue dejando pistas para que los lectores del futuro armaran, armáramos, el rompecabezas de su vida.
Este libro es una ventana a la intimidad de un muchacho sensible y frágil, pero que construyó, con su vulnerabilidad, un sólido edificio literario que hoy no solo nos conmueve, sino que habla por nosotros, que amplía el vocabulario para nombrar nuestros miedos, deseos, rabias y alegrías.
Como toda gran obra literaria, la de Fernando Molano Vargas es a la vez plural y específica. Para quién y por qué se escribe –o para quién y por qué escribió Molano–. Son interrogantes que se encuentran en varios pasajes de su obra, de sus novelas, de los ensayos literarios tan discreta y encantadoramente insertados en la trama cotidiana de sus venturas y desventuras.
“Escribo porque al hacerlo, aunque menos que al leer las páginas de otros, de una manera que no sé explicar siento que resguardo del acecho de la realidad el resto de confianza que aún tengo en los otros y, sobre todo, en mí”. Las anteriores son palabras que Molano pronunció, con voz entrecortada por la emoción, cuando en 1992 recibió el segundo premio de novela de la Cámara de Comercio de Medellín por Un beso de Dick, y que aparecen citadas como una suerte de epígrafe en la edición de Lo bello y las mariposas y otros textos.
Y si escribiéramos nuestra historia, se preguntan Adrián y el narrador de Vista desde una acera, mientras van de hospital en hospital buscando la orden para un examen o el medicamento para calmar un dolor, añorando la efímera bondad de un extraño que contradiga por un instante –luminoso– la extensión de la homofobia y la intolerancia. Lo que escribamos les servirá a otros, no a nosotros, que ya estaremos muertos, es todo lo que los dos chicos se responden.
Este modesto y amoroso ritual que hoy nos junta prueba que los dos muchachos de la novela –modelados según la pareja de amantes que vio su amor romperse por la presencia de ese inquilino incómodo que fue el VIH/sida– tenían razón, que estamos congregados para honrar su fortaleza ante el sufrimiento, su rabia también, y la potencia de su amor que venció a la muerte.
La supervivencia azarosa de los textos recogidos en el libro y la intrincada red de afectos que hoy hace posible que lleguen a nuestros ojos, son triunfos nada modestos contra la muerte, el silenciamiento y la precariedad que los tuvo aprisionados. Los cuentos, guiones, poemas, cartas, comentarios literarios y ensayos inéditos esbozan el entrañable y sin embargo huidizo rostro de Fernando Molano Vargas.
Puede interesarle: Karim Ganem Maloof: la muerte que llena de luto al periodismo colombiano
Es un material que nos entrega, a veces de forma descarnada y desnuda, la naturaleza del deseo de Fernando, sus líneas de fuga, la geografía particular en que ese deseo encarnaba. De forma recurrente aparece el cuarto propio como imagen esencial de la intimidad, así como las relaciones entre ese espacio privado y lo que Molano llamaba “el mundo de afuera”: un mapa literario de calles, aceras, árboles y parques, lugares alternativamente hospitalarios o amenazantes.
En la literatura de Molano están fijadas las coordenadas de los amores anónimos que buscaban nombrarse, sin vergüenza y sin culpa, por vez primera en nuestra mañosa y parroquial literatura sobre las sexualidades no normativas. En las palabras de Fernando están la casa y la ciudad, el cuerpo y la arquitectura. El autor lo erotizó todo, atravesó el mundo con el puñal de su deseo. Y persistió en su ser.
El libro nos depara pues una experiencia extraña y a la vez íntima, la de sentir que tenemos un bello espíritu sentado a nuestro lado, si me permiten parafrasear lo que, poco antes de su muerte en 1998, Fernando le escribiera a su amante Diego, que se había ido de este mundo diez años atrás, y con quien sostuvo una ininterrumpida conversación literaria. Molano: bello espíritu y muchacho en extremo vulnerable a quien la vida, o mejor decir los otros, especialmente personas muy cercanas, le propinaron una y otra vez golpes bajos: “[…] cada vez entiendo menos por qué siempre me pisan donde más me duele: parece que lo han tomado por deporte mis amigos”.
Y Fernando se queja, se queja amargamente, escribe cartas que envía o no, expresa su desazón en papelitos de toda clase (“Cuanto más urgente la escritura, más humilde el soporte”). Pide para sí el amor que ofrece a otros, no le concede nada al cinismo reinante. Es un “intenso”, un “tóxico”, no pasa la página rápido. Reconoce que “[…] la dicha comporta una miseria: siempre depende de otro. Pues la alegría, la verdadera, solo encuentra su plenitud cuando te es concedido el mutuo amor“. Qué exacta resulta aquí la palabra “concedido” en relación con el mutuo amor. Porque es así, el amor no es ni un derecho ni un merecimiento (como se suele creer hoy) sino una gracia o un don.
Un Molano plural
Lo bello y las mariposas y otros textos muestra también, por si hiciera falta, que detrás de la aparente inocencia de la voz literaria de Molano –o de sus muchas voces– había un programa estético muy consciente y trabajado, arropado por la intensidad de sus experiencias humanas y sostenido por lecturas profusas que fueron desde la poesía popular (cuyo tono intentó capturar, según consta en el apartado del libro que se llama precisamente “poemas populares”), con su inmediatez comunicativa, pasando por la mística, el barroco, los cuentos de hadas, la mitología.
Fernando encontró en la literatura la forma de ser él y de ser múltiple, de desdoblarse en muchas personas, registros y tonos. Después de sumergirse en estos textos inéditos, queda la ambigua –e inútil– desazón de lo que pudo ser y no fue. Con más tiempo, el autor hubiese podido consolidar una brillante obra como escritor de guiones o de literatura infantil, por ejemplo, si nos atenemos al brillo intempestivo de algunos apartados del libro.
Su militancia contra la homofobia y la represión sexual (que aparece nítida en la propuesta para optar por una beca ante Colcultura, lo que a la postre le permitió escribir Vista desde una acera), se lee ahora como un signo del tiempo que le tocó vivir, sin que su fina argumentación pierda vigencia.
Siga con: Los estrenos de Netflix, Prime Video, HBO y Disney para marzo
La edición de Lo bello y las mariposas y otros textos, realizada por Christopher Tibble para el sello Seix Barral de Planeta, alarga los caminos del afecto que han determinado la trayectoria editorial de la obra de Molano, su paso de la semiclandestinidad al canon de nuestra literatura. Esta edición es también un gesto de cuidado, porque no hay afecto sin tacto y sin silencios, sin desafíos éticos.
El mismo cuidado que su hermano Jorge primero, y luego Christopher y Juan David Correa –director editorial de Planeta–, le entregaron a estos textos, es el que ahora se nos pide a nosotros, lectores. Un cuidado que no es otra cosa que amorosa tensión y atención.
5 Comentarios
Deja un comentario
Un merecido reconocimiento para la editorial al difundir las voces tantas veces acalladas por la homofobia, en la pluma y voz de Fernando Molano quien hasta el último suspiro de su vida padeció la discriminación.