Lo que está pasando sí es grave, ¡muy grave!
Tan grave como el asesinato de Gaitán, en el 48, a manos de la élite dirigente; tan grave como la toma y retoma del Palacio de Justicia; grave como el robo de las elecciones en las que nos quedamos con Misael Pastrana de presidente y, como si eso no fuera suficientemente macabro, se labró el sendero para que Andrés Pastrana sumara su cuota de estupidez y corrupción a la saga heredada de su papá.
Tan grave como la cobardía y pusilanimidad de Belisario Betancur escondido debajo de la cama, mientras entre guerrilleros y militares masacraban la rama Legislativa, con el doctor Reyes Echandía adentro.
Tan grave como las torturas, desapariciones y asesinatos perpetrados por los militares que arrasaron los edificios, las personas y las instituciones del Estado; tan grave como el Proceso Ocho Mil y las anchas espaldas de Ernesto Samper.
Tan grave como la entrega de una quinta parte del territorio nacional a la guerrilla, en un episodio humillante para la historia; tan grave como el asesinato de 6.402 jóvenes indefensos e inocentes, acribillados por las balas oficiales y posteriormente calumniados y difamados por no estar “recogiendo café”.
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Sigue lo grave con el bombardeo de zonas de conflicto habitadas por niños que un cretino que ahora quiere ser alcalde de Bogotá señaló como “máquinas de guerra”; grave como el robo de setenta mil millones de pesos bajo la responsabilidad de una señora de apellido con sonido de verbo: Abudinen.
Lo que está pasando es grave, así alegre a los adefesios del Centro Democrático y convulsione a los petristas. El argumento de las huestes de Petro es sofístico y perverso. Negar la tragedia que está viviendo Colombia por cuenta de las conductas de los líderes de partido de Gobierno con el argumento de que en el pasado otros hicieron algo comparable o equivalente es útil, sin duda, los colombianos siempre tasamos por lo bajo, pero no solamente no es cierto, sino que disuelve por completo la tesis ética con la que llegaron al poder: El Cambio.
Las infamias cometidas por los círculos de poder tradicionales, atroces, inmorales, perversas, execrables no son, ni se debe pretender que sean, una base argumentativa para exonerar al actual Gobierno de su precariedad ética.
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Carencia de legitimidad es una constante en los pasados presidentes y sus gobiernos. ¿Algo más ilegítimo que el mismo Iván Duque?, ¿que la reelección de Uribe? Entonces, ¿cuál es el problema? Si hemos navegado en el lodo de la corrupción, la violencia, el asesinato los pasados 20 años, ¿por qué ahora quejarnos de las conductas dolosas del círculo cercano al presidente?
Visos de esta ética consuetudinaria, perversa y tóxica se hacen elocuentes en las declaraciones de Gustavo Bolívar que sale al quite con este perverso argumento:
“No cayó Samper ante evidente entrada de dinero del cartel de Cali. No cayó Uribe ante la confesión de paramilitares que dijeron financiar su campaña. No cayó Santos ni está preso Zuluaga con pruebas que delatan dineros de Odebrecht a sus campañas. No cayó Duque con pruebas de ingreso de dinero del narco ‘Ñene’ Hernández a su campaña. Menos caerá Petro sin una sola prueba de financiación ilegal”.
Pero, ¡y sí! Si el presidente fuera un Uribe, un Duque, un Santos, un López, un Samper, un Gaviria, la cosa no sería tan álgida, y, al igual que sucedió con el inventario de las tragedias enumeradas en el primer párrafo de esta columna, el escándalo pasaría más temprano que tarde al olvido, seguramente reemplazado por una catástrofe natural o un partido de fútbol.
El problema es que la gestión de Gustavo Petro está signada por su promesa de cambio, fue con esa bandera que conmovió, no solamente a sus copartidarios, sino a una gran masa de votantes que, sin creer del todo en él, votamos con una apuesta a la esperanza.
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Esa masa a la cual él ha rotulado como “blanquitos arribistas y esclavistas”, esa maza angustiada y, en algún grado, pensante, rechaza que un presidente salga al balcón a hablar de “blanquitos” de la misma manera que no aceptaría la denominación de ‘negritos’. Esos millones de clase media que no somos supernumerarios del partido de poder consideramos que lo que está pasando es grave. Porque el problema en su núcleo no son las noticias, ¡son los hechos!
El ‘autoentrampamiento’ que se ha hecho el presidente es grave porque derrite el envase de su propuesta. Las grabaciones de Benedetti y la mujer de apellido Sarabia son hechos que se sostienen tozudos, como lo dijo Lenin, así como el crimen de Pizano y su hijo, que, por mucho que hagan los criminales que los gestaron, no desaparece ni desaparecerá, porque los hechos mismos son indelebles.
Las evidencias publicadas en la prensa de todas las tendencias acerca del proceder de Nicolás Petro son tozudas, al decir de Lenin.
Ya quisiéramos poder achacárselas a la corroborada pobre conducta de la prensa de oposición, pero no. La fuerza de los acontecimientos supera inclusive las opciones de interpretación y nos pone en el detestable estado de tener que admitir que, hasta los más pobres ejecutores del periodismo están, esta vez, en algún grado del lado de la verdad.
Lea, de Mauricio Navas: Respetado señor presidente, Gustavo Petro:
Los logros alcanzados desde el 7 de agosto de 2022 son notorios. La actitud respetuosa de Petro hacia la justicia es plausible y, sobre todo, distante de la putrefacción a la que nos acostumbraron veinte años de una justicia sobornada, amenazada o difamada por cuenta del detentor del poder. El problema es que no son acciones de alcance para neutralizar la mala atmósfera que causan los desmanes de su más cercano círculo.
Hay, en Colombia, en este momento, una multitud demográficamente determinante que se quedó huérfana, la clase media de “blanquitos, arribista y esclavista” que no reza el credo maldito del uribismo y que tampoco se hinca ante el manifiesto de Karl Marx; esa cantidad de ciudadanos que en uso de un ápice de esperanza votamos por Gustavo Petro está en un limbo aterrador, porque no hay salida.
Así se salve el Gobierno, así las cortinas de humo y las estrategias de comunicación disuelvan los hechos que nos agobian en este instante, así se aplique el manual de ética de caucho que ha primado en nuestra historia reciente y no tan reciente, queda dicho que lo que está pasando es muy grave.
Siga con más, de Navas Talero: ‘Pater’ Petro
5 Comentarios
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Esta gente sigue con lo de que justificar el asesinato de más de 6000 personas es lo mismo que tener un hijo ladrón, y todo para justificar que se adhieren a políticas de derecha o izquierda según les convenga. Tremenda pereza mental.
Por favor, revisen esa ortografía que está fatal, no confíen solo en los programas de corrección, contraten un corrector de estilo humano.
Completamente de acuerdo Mauricio, así no es posible el cambio.
Dan grima los comentarios de muchos “lectores”, no leen, solo repiten un discurso, cero reflexión…