Los lobistas inescrupulosos y los bobos útiles del negacionismo del cambio climático

Aunque los negacionistas se dejan ver con diferentes ropajes, terminan arropándose con la misma cobija: niegan hechos que fueron verificados con rigor por la ciencia.

Se clasifican entre “predadores o lobistas” que difunden conscientemente información distorsionada y “presas o bobos útiles” que han sido atrapados por tales desinformaciones.

Hay unos que niegan el Holocausto judío a manos del nazismo. Por lo regular son extremistas de derecha de diferentes países, incluidos nuestros desorientados neonazis criollos, por cuyas venas —infortunadamente para ellos— corre sangre indígena y afrocolombiana. Afirman que “Hitler era el mejor amigo que tenían los judíos en Alemania y que trabajó activamente para protegerlos[1]“, o que las cámaras de gas eran para “despiojar en tiempos de guerra[2]”.

Otros niegan la llegada del hombre a la Luna y aducen que eso fue un montaje de la Nasa realizado con la ayuda del director de cine Stanley Kubrick y el escritor Arthur C. Clarke, para consolarlos por el fracaso en Vietnam y mostrar la supremacía estadounidense en la Guerra Fría: “Nunca fuimos a la Luna: un timo americano de 30.000 millones de dólares[3}”.

Tal vez los más estrafalarios y obcecados sean los terraplanistas, a los cuales no les sirven ni la regla de tres ni la trigonometría de Eratóstenes de Alejandría, ni los viajes de Colón o de Magallanes, ni la sombra de la tierra sobre la luna en los eclipses lunares, ni las fotos y videos de la Nasa o de la Agencia Espacial Rusa. Permanecen aferrados al credo de Olafo, El Amargado: “Todo estará bien mientras el sol alumbre, la madera flote y el mundo sea plano”.

Hay otros que niegan tanto el Covid 19 como los beneficios de las vacunas. Para ellos, a quienes se vacunaron les implantaron microchips y van a morir pronto; las PCR no sirven y el 5G es el responsable de la propagación del Covid. Trump alardeaba: “El virus no tiene la menor posibilidad contra nosotros. Ninguna nación está tan preparada o es más resistente que Estados Unidos”.

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Paciente intubado, en una unidad de cuidados intensivos, por complicaciones respiratorias debidas al covid-19.

Por los lados de los negacionistas del cambio climático, el asunto es mucho más complicado, pues hay mucho billete de por medio. La idea es explotar hasta la última tonelada de carbón, el último barril de petróleo y el último metro cúbico de gas, no importa que, como decía el cura de Caicedonia, “ahí sí nos jodamos todos”.

 El cambio climático no es un descubrimiento de Petro, sino de los científicos, y se refiere al aumento, al largo plazo, de la temperatura promedio del planeta, ocasionada principalmente por la quema de combustibles fósiles en nuestra actividad productiva.

Su principal motor es el efecto invernadero que producen algunos gases como el dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua.

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Por mediciones de paleoclimatólogos se descubrió que la temperatura promedio subió un grado en los primeros 11 milenios de la historia del ser humano, pero se activó a partir de la primera revolución industrial, se avivó después de la segunda y se aceleró en los últimos 40 años.

El principal acuerdo global es el denominado Acuerdo de Paris, en el que las naciones se comprometieron en mantener la temperatura mundial por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales y perseguir esfuerzos para limitar el aumento a 1.5 grados. Acuerdo que se está derritiendo por calor y por inacción.

Las consecuencias del cambio climático son catastróficas, irreversibles: “Eventos climáticos extremos como inundaciones, incendios forestales, deslizamientos de tierra y huracanes, sino que también causará cambios catastróficos en el nivel del mar, lo que provocará la pérdida de ecosistemas y la migración masiva[4].

Los negacionistas climáticos por lo regular son extremistas religiosos, derechosos radicales, científicos ultra solitarios y creyentes de las más disparatadas teorías conspiracionistas, o sea, “bobos útiles de los verdaderos impulsores del negacionismo: las grandes corporaciones que manejan las reservas de hidrocarburos[5].

Algunos de ellos propalan que el cambio climático es un fenómeno natural creado por el Ser Supremo: “Dios está todavía allí arriba. La arrogancia de la gente que piensa que nosotros, los seres humanos, podríamos cambiar el clima me resulta indignante[6]”.

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Otros desvergonzados pregonan que las consecuencias del cambio climático pueden, incluso, ser beneficiosas: cultivos en zonas frías donde antes no se podía, menos muertes por frío, nuevos recursos mineros en zonas de deshielo y aumento del plancton para las especies marinas.

Pero a los creadores del negacionismo climático lo que los molesta realmente es que el cambio climático les joda los negocios: “La idea de poner en riesgo la economía de América basándose en teorías científicas me parece realmente una tontería[7]”.

Por eso siguen dedicados a ralentizar, a ponerle trabas y a burlarse de las soluciones climáticas, pues la avaricia escandalosa, grotesca e insaciable es su verdadero combustible. Y no les queda tan difícil, pues lo que abundan son lobistas sin escrúpulos y bobos útiles.


[1] BBC News Mundo, palabras de la historiadora Deborah Lipstadt, investigadora de la Universidad Emory de EE. UU. 19 de julio de 2018.

[2] Ibidem.

[3] El Tiempo. Germán Puerta Restrepo, Palabras del exoficial de la Marina Bill Caysing, 3 septiembre 2022.

[4] Naciones Unidas. El objetivo del Acuerdo de París sobre los 1,5 grados es vital para proteger a las comunidades del aumento del nivel del mar. 10 de enero de 2018.

[5] Apóstoles del negacionismo. Íñigo López Palacios, El País. 21 de septiembre de 2019.

[6] Senador por Oklahoma y expresidente de la Comisión de Medio Ambiente y Obras Públicas del Senado, Jim Inhofe.

[7] Rick Perry, gobernador de Texas entre 2000 y 2015.

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1 Comentarios

  1. Carlos E. Calderón Ll.

    Buenos días apreciado Pedro Luis.
    Yo estuve en el Nevado del Ruiz hace casi 50 años, era paseo obligado del colegio para conocer la nieve. Espectacular y aun con vitalidad ecosistémica en esa época.
    Mi hijo médico fue la semana pasada al “parque de los nevados”, y casi no encuentra la copa glaciar con algo de hielo. Se ha desaparecido el paisaje anterior, de los nevados solo queda un tímido recuerdo. Esa transformación refleja no solo las secuelas del cambio climático sino el efecto devastador de la pérdida del páramo y subpáramos por acciones antrópicas. Parece un raro desierto helado y sin nieve.
    La lucha contra el negacionismo es permanente, y hoy con este nuevo gobierno del Cambio, es preciso enarbolar con fuerza las banderas de la transición energética hacia una sociedad y economía descarbonizadas.
    Un abrazo dominical y fraterno.

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