La cartelización mexicana del narcotráfico en Colombia

La configuración armada en el país es sumamente compleja y al escenario de disputa se le suma la presencia de cárteles mexicanos. Diario Criterio consultó expertos en el tema para comprender su relación con los grupos armados en Colombia y cómo favorece la tecnificación para producir cocaína, el control de los corredores del narcotráfico y el dominio de otras economías ilegales.

Alejandro Restrepo Osorio, coordinador de investigación en conflicto, paz y posconflicto de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), le dijo a Diario Criterio que desde los años 80 se conoce la alianza transnacional, pero en 2016 la relación se transformó. Los mexicanos entraron en escena con mayor injerencia en la producción de clorhidrato de cocaína: “Ya no es un emisario que viene a comprar, —afirma Restrepo— es una red que incluso regula los precios de la pasta base de coca”.

Por su parte, Juana Valentina Cabezas, investigadora del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), considera que los carteles sí han aumentado su poder, pero siguen operando por medio de emisarios. Lo describe como una especie de “franquicia”. En otras palabras, los mexicanos vienen a negociar, incluso son dueños de alguna parcela que le ceden a los grupos armados para que la manejen, pero no tienen hombres en el territorio. 

Según el informe que Pares publicó el año pasado (Una radiografía de los carteles mexicanos en Colombia), grupos como el Clan del Golfo (también conocido como las AGC), los Caparrapos, los Pachenca, el Ejército Popular de Liberación (EPL), los Pelusos y las disidencias de las Farc se han fortalecido y beneficiado de la alianza con los carteles mexicanos. 

La principal conclusión del informe es que los carteles están en las zonas con más cultivos de coca, que son, además, corredores estratégicos. Otro punto fundamental es que el documento muestra que habría presencia directa de narcotraficantes mexicanos o centroamericanos e incluso revela que el cartel de Sinaloa ha financiado grupos en disputa.

La investigadora asegura que las reuniones “de negocios” se realizan en Cali. La capital vallecaucana sería el punto de encuentro. Allí bandas criminales, y en especial el Clan del Golfo, les brindan seguridad a los carteles. Incluso la Defensoría del Pueblo advirtió que los narcotraficantes extranjeros se reúnen en Bogotá, específicamente en localidades cercanas al aeropuerto El Dorado, para establecer los envíos de droga. 

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De acuerdo con la fundación, el cartel de Sinaloa es el que tiene más control, pero también está el de Jalisco Nueva Generación.

En Catatumbo, por ejemplo, han identificado una alianza entre el cartel de Sinaloa y el EPL; en el Bajo Cauca antioqueño y en Magdalena, este mismo estaría aliado con el Clan del Golfo. 

En el norte del Cauca han circulado panfletos con amenazas y en el Pacífico nariñense la situación es aún más compleja, pues, de acuerdo con Restrepo, “los mexicanos se están apropiando de territorios colectivos de consejos comunitarios negros”, denuncias que recibió Pares por parte de habitantes de la zona. Las disidencias de las Farc serían las aliadas de los narcotraficantes mexicanos en esta región golpeada por el conflicto armado. 

Indepaz sitúa los carteles en las mismas zonas. Cabezas destaca que en el Bajo Cauca y Cauca los carteles controlan los cultivos por medio de la tercerización. Y el Catatumbo, además de mexicanos, hay carteles que provienen de Venezuela. 

El instituto tiene información que revela que el Clan del Golfo envía hombres desde Antioquia hasta Norte de Santander, especialmente a la zona rural de Cúcuta donde también hay alianza con los Rastrojos. El objetivo es controlar los negocios ilícitos con la financiación dada por el cartel de Sinaloa. 

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“También procesan droga en laboratorios, contratan químicos, agrónomos e ingenieros para desarrollar laboratorios subterráneos”, agrega Cabezas. Los Pachelly, de la Oficina del Valle de Aburrá, y el Clan del Golfo lideran la parada de producción para sacar droga de Tumaco a Buenaventura, después a Panamá, Centroamérica y de ahí al resto del mundo. 

Con la ayuda de los carteles mexicanos, menos coca y más cocaína 

La relación con carteles mexicanos facilita la tecnificación, asegura Juana Cabezas. Restrepo coincide en la afirmación y explica que “a pesar de que las hectáreas cultivadas de coca han bajado, la producción de cocaína en Colombia sigue aumentando”

La “amistad” entre los carteles y los grupos armados hace más sencillo movilizar la droga, gracias al control y la presencia armada por los corredores hacia el triángulo norte (Guatemala, Honduras y El Salvador), México, Estados Unidos y Centroamérica.

El Clan del Golfo es para Restrepo la organización delincuencial más grande del país. Su dominio y fortaleza en armamento y dinero crecen, en parte, por esta alianza. Los negocios ilícitos en general se favorecen con la pandemia. Las restricciones por coronavirus permitieron aumentar el control de los grupos armados y facilitaron el narcotráfico, el contrabando y la trata de personas. 

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El punto de inflexión en la reconfiguración del crimen organizado en Colombia se sitúa en 2017 e inicios de 2018. Tras la salida de las Farc, los demás grupos empezaron a disputarse las rentas ilegales y el territorio, un proceso fundamental para tejer relaciones con los carteles mexicanos. 

De acuerdo con Cabezas, los carteles contactaron, principalmente, a los grupos armados narcoparamilitares como el Clan del Golfo, los Pachelly y la oficina del Valle de Aburrá, pero también a las disidencias de las Farc en Nariño. Actualmente, se rumora una alianza con las disidencias de la Segunda Marquetalia.  

Los narcotraficantes mexicanos lograron posicionarse en este mercado. Un punto interesante que señala la investigadora es que muchas veces los pagos no son en efectivo, sino que se cambia droga por armas e incluso en Colombia “forman en sicariato y defensa a miembros de los carteles mexicanos”

Otra de las conclusiones del informe de Pares es que en las últimas dos décadas los carteles mexicanos se han fortalecido, especialmente en el triángulo del norte, donde “han infiltrado estructuras de seguridad pública, subcontratado organizaciones criminales para sicariato y también subcontrataron a la Mara Salvatrucha para brindarle
protección a sus cargamentos”.

Del mismo modo, el informe identificó dos formas de relacionamiento entre los carteles y los grupos armados después de la firma del Acuerdo: la financiación —con dinero y armas a los Caparrapos— y la articulación entre el Clan del Golfo y el cartel de Sinaloa para regular la cadena de producción y comercialización.

Lo que favorece las alianzas 

Restrepo considera que las alianzas son más sencillas porque las relaciones internacionales entre Colombia y México son casi inexistentes en términos de cooperación para la seguridad.  

“Lo más grave es que el Estado no ha querido destapar lo que está sucediendo e identificar cómo se lava el dinero, teniendo en cuenta que muchas estructuras legales podrían estar lavando activos. El Gobierno está mirando hacia otro lado y esa actitud genera dudas”, dice Restrepo. 

El investigador asegura que son muchos los factores que facilitan el intercambio con otros países a nivel de crimen organizado. El primero es “la falta de compromiso del Estado para desmantelar las estructuras armadas sucesoras del paramilitarismo y las disidencias de Farc”. La segunda —agrega Restrepo— es el incumplimiento del acuerdo de paz y la negativa a negociar con el ELN. 

Finalmente, expresa el investigador, el Estado se ha centrado “en el eslabón más débil de la cadena del narcotráfico, el campesino cocalero”,  sin obtener avances significativos contra la producción y el lavado de activos. Lo que para él prácticamente es un incentivo para los poderosos, propietarios de grandes extensiones de cultivos, y para los grupos armados. “Es rentable porque hay impunidad, sin contar con la mucha gente que no tiene trabajo y es contratada para actividades ilícitas”, concluye Restrepo. 

El informe de Pares evidencia que la presencia de carteles mexicanos aumentó tras la firma del acuerdo por “el miedo a una gran anarquía en el mercado del narcotráfico”, al recordar lo sucedido con la desmovilización paramilitar entre 2003 y 2006, cuando surgieron más de 100 estructuras ilegales durante la reorganización criminal. Asimismo, los grupos armados colombianos requerían financiación para ganar terreno en el nuevo escenario.

¿Y los carteles de Brasil?

Cabezas destaca que no solamente hay carteles mexicanos en Colombia. También hay de Brasil, y si de los primeros se habla poco, de los segundos prácticamente no se dice nada. 

Estos están, sobre todo, en Putumayo y Amazonas, particularmente en Leticia y Puerto Nariño. Indepaz identificó la presencia del cartel de la Familia del Norte —organización con presencia en casi todo Brasil—,  que tendría alianzas con Gentil Duarte para facilitar el paso por Guaviare y Vichada. También está el Comando Vermelho y el Primer Comando Capital. 

Dominar Amazonas y Putumayo permite acceder a corredores estratégicos.“En Perú dice Cabezassiembran marihuana que pasa, por ejemplo, al Cauca. En Putumayo Gentil Duarte tiene los laboratorios de producción y en el Bajo Putumayo el cartel Jalisco Nueva Generación está aliado con la Segunda Marquetalia”. 

El instituto asegura que comunidades en Chocó y otras partes del pacífico denuncian que los carteles de Brasil están extrayendo oro, apoderándose del negocio de la minería ilegal.

Finalmente, como indica Cabezas, lo que los carteles mexicanos han hecho con las rutas hacia Norte América, los de Brasil lo han consolidado hacia Sudamérica conectando Paraguay, Perú, Ecuador y Colombia para sacar droga a Europa. 

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