Los libros que verdaderamente se venden en Colombia

No existen registros fiables de las ventas de los libros en Colombia y nadie puede proclamarse ganador. La pirámide de libros vendidos es ciertamente intuitiva para el sector y para los lectores. Cifras no hay.

Nada más divertido que oír a un par de libreros apostando sobre cuál puede ser el libro más vendido en Colombia esta semana. Por casualidad escuché con notable pasión un corto duelo de pasillo que dirimía si El infinito en un junco o el libro de Gabo enfermo era el más vendido. Un duelo desigual, pues el primero es un best seller mundial y el segundo un libro corto, personal, sin tantas ambiciones.

Desafortunadamente, nunca sabremos quién tiene razón. Los libros se imponen por si solos sin ser empujados por máquinas de mercadeo o listas de superventas. Van por recomendaciones, notas de prensa y conversaciones. Una editorial comercial puede afirmar que un libro vende 40.000 mil ejemplares sin mostrar ningún material probatorio. Tal vez es cierto, tal vez no. Otra editorial independiente puede poner una fajilla en el libro que diga: novena reimpresión de un libro que sorprende y que cuenta ya con diez mil lectores. Puede que sea verdad o puede que hayamos forzado el elástico y no sean tantos, no importa.

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Las librerías juegan también con esa percepción. Ponderan libros muy vendidos, sin saber si sus ventas son realmente buenas: “No hay duda, es un libro muy exitoso, y de hecho es el libro más vendido en Colombia”. Pero otro librero o librera puede estar pontificando otro título, distinto al anterior. Así son las cosas: nadie sabe nada y las cifras se barajan como naipes.

Sobre esto ya había publicado un extenso artículo en la revista El Malpensante hace algunos años. Denunciaba más o menos lo mismo: no existen registros fiables de las ventas de los libros en Colombia y nadie puede proclamarse ganador. La pirámide de libros vendidos, con ganadores y perdedores, es ciertamente intuitiva para el sector y para los lectores. No es que no se sepa qué libros van bien o van mal. Pero cifras no hay. Cada una de las editoriales hace su propia contabilidad y sabe perfectamente cómo le fue en el baile. Ninguna editorial certificará ventas y es una lástima pues a veces hay bonitas sorpresas.

“Una editorial comercial puede afirmar que un libro vende 40.000 mil ejemplares sin mostrar ningún material probatorio. Tal vez es cierto, tal vez no”.

Si se hubieran notariado ventas de Memorias por correspondencia, de Emma Reyes, habría sido una hazaña para una editorial independiente. Muy pocas veces un libro universitario logra estar dentro de los 20 libros más vendidos. Pero sucede. A veces libros considerados menores se vuelven tendencia. Pero todo esto es un universo desconocido, lleno de sombras y rincones oscuros. En fin, las audiencias desconocen las tendencias, los puntos de inflexión, los ganadores, los fracasos y lo que marca la pauta de las ventas. 

¿Esto es problemático? Yo creo que sí. No es exactamente igual saber que un libro de Humberto de La Calle supera diez veces las ventas de un libro de memorias de un senador del Centro Democrático. O es muy interesante cuando una novela breve de un autor o autora menor logran una interesante posición en ventas, superando los valores seguros estilo William Ospina. Eso necesariamente debe traer más lectores a esa obra. Es decir, conocer estos datos complejiza la recepción, politiza un poco el entorno, sin afirmar que el abanico de los libros más vendidos necesariamente sean los mejores libros. A veces, incluso, esas listas son sumamente desiguales en calidad y en ocasiones son utilizadas por libreros para desconfiar de la calidad del libro. Pero he visto libros muy buenos en listados norteamericanos, franceses y españoles. Verdaderas joyas, incluso. 

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El punto es que se está debatiendo la necesidad de que desembarque en Colombia un agencia estilo Nielsen (esa es la más reputada) para el conteo de ventas de libros. En España las grandes editoriales suscriben este servicio para certificar de algún modo las ventas. Estas suscripciones son pagas y valen mucho dinero. Nielsen recoge la información de decenas de puntos de venta, sobre todo de supermercados, librerías de cadena y grandes librerías, y la devuelve analizada a las editoriales y al entorno cultural. El debate en España, por ejemplo, es que estas agencias no suelen consultar librerías independientes o son muy austeras con el conteo de libros en puntos más especializados. Además no consultan Amazon, lo que distorsiona mucho el listado. Entonces, aunque nunca será totalmente fiable, al menos los españoles cuentan con un instrumento básico interesante.  

Es probable que el mercado de libros colombiano no sea suficientemente grande para que estos actores entren al conteo de libros -los colombianos no compran tantos libros en supermercados como quisiéramos-, así que puede ser más fácil afinar un instrumento comercial. Sé que la Cámara del Libro ha iniciado una reflexión al respecto. El asunto es que estamos en mora de establecer mecanismos fiables y públicos de ventas porque estamos tragando mucha información entera. Porque ya no nos convencen las fajillas exageraditas. Porque quisiéramos corregir a ese librero que se las da de sabio con sus supuestas ventas. Y porque es chévere saber qué leemos en este país. Permite entender la geografía de intereses.

“En fin, las audiencias desconocen las tendencias, los puntos de inflexión, los ganadores, los fracasos y lo que marca la pauta de las ventas”.

Es hora que los autores se empoderen también de sus éxitos y rompamos el canon de los súper vendedores. Y es que tengo la impresión que Colombia hoy lee mucho más eclípticamente que antes. Que los libros políticos están revaluados. Que las historias gráficas arrasan. Que los autores conocidos de Ciencias Sociales venden bien. Y que hay muchos nuevos novelistas de valor. En fin, que estamos lejos de ese paisaje uniforme ochentero donde reinaban tres autores y y no más.  

11 Comentarios

  1. JULIO CESAR LONDOÑO

    Qué bueno volver a leer a Nicolás Morales. Lo extrañaba desde Arcadia (que cerró y no nos devolvió la plata a los suscriptores. Me ofrecieron en compensaciónun alargue de la suscripción de Semana, es decir, un castigo, no una indemnización). Es un placer. Morales maneja una combinación precisa de agudeza, agilidad y malaleche.

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