Los serviles y el perfume del poder
“Los áulicos pueden llegar a hacer cosas delirantes, por fuera de cualquier libreto racional, de aquellas que ni siquiera el más imaginativo novelista puede llegar a imaginar“.
Cuenta el conde Louis Philippe de Segur, quien fuera embajador de Francia en la corte rusa, por allá en la última mitad del siglo XVIII, que el poder de la emperatriz Catalina La Grande era tan desmesurado, que cualquier capricho suyo era ejecutado —en bombas— por nobles, miembros del ejército o sirvientes.
Para esa época existía en la corte un banquero francés de apellido Suderland, quien gozaba de los favores de la reina. Un buen día, Catalina le ordenó al jefe de policía que “disecara a Suderland.” Y, por supuesto, el oficial cortesano se fue con un piquete, de una, a disecar al banquero.
Porque así es y así ha sido el mundo de los áulicos, de los ujieres, de los lavaperros. No esperan a que el patrón tenga un antojo y ya se los están cumpliendo, para obtener una jugosa recompensa o, al menos, una mirada de aprobación que posteriormente propicie una jugosa recompensa.
Es que el mundo del poder alberga en un solo círculo, tanto la enfermedad del poderoso embebido en la arrogancia y en la soberbia, es decir, sadismo clásico; como la del arrodillado o sacamicas, masoquista casi siempre, que encuentra placer o fortuna (o ambas) en complacer a su patrón entregándole, si toca, a su propia hija.
Contaba el escritor huilense Alfredo el Gordo Iriarte, que una vez Maximiliano Leónidas Trujillo, el sátrapa de República Dominicana, iba encaravanado por un polvoriento camino y creyó ver en la distancia a un viejo condiscípulo de la primaria que se hamacaba resguardado por un viejo caney.
De inmediato, ordenó parar el convoy y pleno de alegría saludó a su compañero de estudios: “¡Miguelito!, ¡tú, todavía, vivo! ¡Todavía vivo!” Charlaron un buen rato. Cuando el generalísimo y su tropa iban a escasas dos cuadras oyeron la descarga cerrada. Al volver encontró a su amigo Miguel tendido en un charco de sangre. Sus áulicos le explicaron que simplemente habían cumplido con su mandato. El gordo Iriarte también cuenta que, acto seguido, Rafael Leónidas mandó ejecutar a quienes habían ejecutado al desdichado de Miguelito.
Los áulicos pueden llegar a hacer cosas delirantes, por fuera de cualquier libreto racional, de aquellas que ni siquiera el más imaginativo novelista puede llegar a imaginar; como cuando Popeye tuvo que mandar a asesinar a su verdadero amor, por orden, a su vez de Pablo Escobar. Él estaba enamorado de Wendy Chavarriaga Gil, una genuina belleza paisa, cuando el Patrón le dijo que ella también había sido amante de él y que ahora jugaba en el otro bando. Popeye, en medio de las lágrimas, ordenó su muerte: “Yo le puse una cita y le mandé cinco sicarios para que acabaran con ella”, confesó.
En oportunidades, el servilismo llega a propiciar payasadas no trágicas, pero que desnudan su naturaleza abyecta. Un no muy conocido caso de adulación por anticipado fue el de un empleado de la Beneficencia del Valle, quien solía recibir a los nuevos gerentes con un telegrama que decía: “¡Cesó la horrible noche! ¡La libertad sublime comienza a florecer!”
Puede leer, de Pedro Luis Barco: Los tobillos morados del expresidente Barco
O como era el caso de un empleado de un senador vallecaucano, que lo tenía para que le cargara la maleta. Este era un joven que mostraba un desmesurado amor por el mediocre senador y mantenía siempre con unas ganas inexplicables de lamer las suelas del zapato parlamentario.
Una noche, unos amigos lo invitaron a tomar trago a un sitio conocido, con el exclusivo propósito de emborracharlo y preguntarle cosas de su relación con el político y, para sorpresa de todos, ante la pregunta de a quien salvaría la vida, en caso de peligro a un hijo de él o al senador, éste contestó: “Pues obvio, al senador, por la sencilla razón que yo puedo engendrar más hijos, en cambio, senador S*** solo hay uno.”
Pero la lambonería no solo se predica de personas incultas, dedicadas a servicios menores. También escritores y orientadores de la opinión pública, “intelectuales del régimen”, llegan a ser más papistas que el papa, como el caso de José Obdulio Gaviria, que quiso —sin lograrlo— convencer a Colombia de que el expresidente Uribe simplemente tenía una “inteligencia superior,” algo así como la infalibilidad del papa, concepto que, a su vez, fue un invento servil de los cortesanos de El Vaticano.
No podemos olvidar que el muy letrado José Obdulio escribió un libro para demostrar que aquí en Colombia no existía conflicto armado, sino una amenaza terrorista contra un Nirvana-Estado-Uribista.
Ah, pero se me olvidaba terminar de contarles el relato de Suderland: cuando el jefe de policía, con lágrimas en los ojos —como alias Popeye— le dice al banquero que debe ejecutarlo y después disecarlo, este, de rodillas, le suplica que verifique la orden, pues está seguro de que goza del amparo de la emperatriz.
Conmovido, el jefe de policía vuelve donde Catalina y ella, entre risas, le cuenta que ordenó que disecaran a Suderland, un perrito que había muerto ese mismo día y que ella quería mucho. Que, en consecuencia, jamás se había referido al banquero.
Debe ser que los banqueros permanecen a prueba de poderosos y serviles, ¡porque los cuida el diablo!
Esta columna fue publicada originalmente en mi blog personal, el 23 de septiembre de 2012.
Siga con más de Pedro Luis Barco: La prohibición de las drogas es la madre de la mafia del narcotráfico
7 Comentarios
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Excelente su columna dr. Barco, los “lambones le hacen mucho daño al amo”
Buen día Pedroluis.
Este sabroso relato, que ya había escuchado de ti antes, es parte de el rosario de cuentos que disfrutamos cada vez que podemos quienes tenemos el privilegio de compartir tu amistad.
Ese y “Los guisos del paisa” junto con el del chófer de Einstein son mis 3 favoritos.
Siempre me pareció -el de Leonidas, sin tilde para que no lo confundieran con el rey de Esparta- un cuento filosófico, más que otra cosa.
Cando lo escucho vienen a mi memoria una larga llista de lameortos que he conocido, que han medrado, pero nunca resaltado en nada, excepto en ser expertos en esas escatológicas veleidades.
Conocí el caso de un hacendado santandereano que, para halagar a Efraín Gonzáles, -tenebroso bandolero chulavita- le “regaló” a su hija menor para que “hiciera lo que a bien guste con la muchacha”. Sobre ese episodio escribí un guion para cortometraje: “Besa la cruz”.
Hoy, tu cuento me recordó al lameortos actualmente de moda en esa sociedad mediática y de selfies; el rey de los sacamicas, el indígena negro que demerita a ambas etnias o comunidades. Se trata del representante a la cámara por la curul afro, Miguel Polo Polo (Centro Democrático) que dijo, en otra de sus consabidas y manidas intervenciones, en el debate sobre la creación del Ministerio de la Igualdad que “de desigualdad nadie se ha muerto”. La verdad es que casi todos los muertos “no naturles” en Colombia, precisamente son víctimas de la desigualdad.
De veras que uno de los requisitos para ser áulico es carecer de células neuronales en la masa encefálica. Hasta daño le hace este sujeto a quienes pretende favorecer con sus nefastas intervenciones. En algún momento -espero que sus sátrapas jefes se den cuenta- deberá ser retirado de su filiación y escondido en algún archivador del partido que representa, antes que los meta en un lío mayor, por que es muy posible que, como los escoltas del generalísimo, de pronto interprete que “¡Miguelito, tú, todavía, vivo! ¡Todavía vivo!” signifique: “¡Miguelito, por qué no estás muerto!” y el afro-indígena dé la orden para satisfacer ese deseo.
Abrazo Pedroluis.
Gracias por este escrito.
Muy buen artículo sobre ese rastrero “oficio” de cortesanos.
Nuestro pais, parece, tiene esa distorsiòn desde la época de llegada de los españoles; consideremos que no hubo acá ninguna resistencia a pesar de los excesos cometidos por los “conquistadores”; salvo unas pocas excepciones como lo fueron la Cacica Gaitana, quien se rebelò debido a que Pedro de Añasco había asesinado a su hijo, siendo mas una venganza.
Aquí los españoles encontraron pueblos sumisos.
Y creo ese “gen” persiste hasta nuestros dias.
Gracias Pedro Luis, excelente columna: vicios heredados y la lamboneria inmersa en todas las formas de la sociedad… ahh tambien tengo varios articulos favoritos, entre otros: “De como me tomé el Whisky de Carlos Lleras de la Fuente”
Magnífico texto Pedro Luis. Siempre se ha dicho que no hay peor verdugo que un esclavo con bolillo y que un idiota careado puede matar la madre.