‘Los Zuluagas’, la historia del hijo del Comandante
Un zapato fue lo único que pudo identificar Juan Camilo Zuluaga, cuando secuestraron a su madre en el año 1989. Nunca supo si la asesinaron o sigue viva. ‘Los Zuluagas’, un documental, cuenta la historia de cómo intenta cerrar sus heridas.
Enviada especial.
Llegué temprano. No había nadie en la sala. Incluso tuve tiempo de grabar unos videos y tomar unas fotos. Paradójicamente no quería esperar un minuto más en el bullicio de la sala de afuera, en donde todos también se tomaban fotos mientras iniciaba la proyección.
A los 10 minutos entró una pareja de adultos mayores. Me dice el señor e interactúa con su esposa al mismo tiempo: “Nos ganaron está vez, es que está es buena, es buena”, me mira y sigue adelante buscando los puestos preferenciales, que Rosa, mi camarógrafa y yo, no alcanzamos a tener.
Dudaron, buscaron, enfocaron con la vista limitada de dos ancianos los puestos elegidos y por fin dieron con la fila I. Se sentaron y yo me quedé sola en el asiento general con ganas de ir a su lado, a ver con ellos Los Zuluagas.
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El protagonista de esta historia es Juan Camilo Zuluaga Tordecilla, el hijo del “Comandante”. El niño que cuando quiso ver a su padre para darle un beso, le tomaron del brazo dos guerrilleros que con metralleta en mano le comunicaron: “cuando termine El Comandante, puedes pasar a saludarlo”.
Bernardo Gutiérrez no solo era su padre, era el jefe de una milicia marxista leninista, que se extendía por Colombia en zonas como El Eje Cafetero, El Catatumbo y El Magdalena Medio, y que azotó a punta de plomo y violencia al país por más de 20 años, entre 1967 y 1991, fue fundada con el nombre de Ejército Popular de Liberación, EPL. La tercera guerrilla más grande que ha tenido el conflicto armado colombiano en el pasado siglo.
La historia que retrata Flavia Montini, es una introspección a la vida familiar de Los Zuluagas, vista desde la rabia, el dolor, y la frustración de un hijo que perdió a su madre secuestrada, cuando solo contaba con 5 años de edad; de un joven que se convirtió en refugiado político, nómada por obligación y no por elección, exiliado de su país sin derecho a volver; y de un hombre que quiere sanar la herida de su pérdida a través del reencuentro con su pasado, con su familia y con su tierra.
Veía las escenas de Juan Camilo con su hermana María y su hijo Esteban, mientras viajaban a Colombia desde Italia, grabándose paso a paso, como bien lo hacía Bernardo, y no pude dejar de pensar en lo parecido que es a su padre.
“Y con ustedes, una película de record production picture… Los Zuluagas”, decía el jefe guerrillero cuando se sentía alegre grabando el minuto a minuto de su vida. Bernardo, con su familia en la piscina, o en el parque de diversiones, o viajando, o en la fiesta de fin de año con los abuelos.
Bernardo, grabando a su mujer, “La Negra”, en su faceta de madre, cuidando a los pequeños en la finca.
Bernardo, auto grabándose mientras presentada una escena de la película en la que convirtió su vida. Bernardo El Comandante, grabando el alistamiento de niños campesinos mientras los dotaban de uniformes y armas para hacer parte de las filas del EPL.
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“¡Seguros Camaradas!”, grita Bernardo a uno de los frentes. “¡Seguros! y ¡Combatiendo!”, y ellos responden “¡Venceremos!”.
Comandante: “¡Unidos a las amplias masas!”.
EPL: “¡Venceremos!”.
Comandante: “¡Combatiendo Unidos!”,
EPL: “¡Venceremos!”.
Como esta, vi muchas escenas de cientos de horas que grabó el exjefe guerrillero. Un archivo histórico, sin lugar a dudas valiosísimo, al que Montini, por su relación de amistad con Zuluaga, le saco el jugo durante 3 años de revisión y montaje del documental, que este año hizo parte de la categoría Documentes, de la versión número 61 del Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI), y que fue proyectado por primera vez en Colombia.
La ópera prima de la politóloga italiana, además, cuenta con las confidencias de su protagonista: autorrelatos que guardaba de pequeño en su diario. También con las voces de la familia materna y del padre 20 años después de firmar con el Gobierno Nacional la dejación de armas del EPL.
Seguía viendo la película y pensaba que, en serio, debí sentarme al lado de los señores que entraron después de mí. Tenía que escribir apuntes en mi libreta, llevarle el hilo al documental escuchando la mayor parte en italiano, corriendo con el ojo por los subtítulos en español, al tiempo que escuchaba el crujir de las palomitas de maíz que lanzaba con una peculiar manera a su boca la vecina de silla. Llevaba como 30 minutos así cuando me cuestioné el retrato de Flavia.
¿Por qué una italiana cuenta la historia de violencia de un país que desconoce? Sentí, por algunos momentos, la impotencia de victimizar al victimario en la figura de Bernardo. Al final de cuentas, su hijo también fue otra víctima.
“Viví una guerra sin darme cuenta”, parafrasea Juan Camilo. Los Zuluagas es un duro relato de las víctimas del conflicto armado, sin nombres ni apellidos y sin importar quién sea, en este caso: el hijo de un revolucionario con armas. La confrontación de encontrarte directamente con el o los responsables de la pérdida de un ser querido y no poder hallar respuestas a tus interrogantes. La vivencia de la víctima, que por años debe seguir buscando y buscando pistas que le permitan aclarar: ¿Qué pasó con su muerto? ¿Está muerto? También es la necesidad de, al menos, encontrar un cuerpo para enterrar y de, según, la creencia popular, permitir el descanso eterno y el ascenso del alma al cielo.
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Un hijo enfrentándose a un padre, sin posibilidad de odiarlo al entender su pena. Los Zuluagas representa desde la narración del personaje principal muchos conflictos internos de la familia, de su dolor y del perdón que por años se busca y que finalmente se encuentra. Una reconciliación consigo mismo.
Luego de 30 años, esta familia logra reencontrarse con los suyos en Bogotá, Medellín y Montería, lugares desconocidos para Esteban, el hijo de Juan, y quien es completamente ajeno a lo vivido durante la niñez de su padre. Es una comparación con los primeros años de su vida, en medio de una guerra, violencia, muertes, amenazas y huidas constantes, a la vida del pequeño Esteban que corre, salta y canta alegre en los parques de alguna ciudad colombiana.
Flavia Montini, es especialista en periodismo multimedia y cine documental. Fue asistente de dirección en documentales como 87 minerales, de C. Quartilegio (2015) y Viale Giorgio Mirandi, de Piperno (2017). Los Zuluagas es su ópera prima.
Cuando se terminó, me levanté del asiento, bajé con calma los escalones a la salida, pensando en que Juan Camilo, finalmente pudo encontrar el otro zapato para calzar su herida. También pensé en que ojalá las víctimas de su padre y de los más de 50 años de conflicto armado que ha vivido Colombia, puedan encontrar su par.
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Buena crónica de los Zuluagas