Mancuso y los hornos crematorios clandestinos de las AUC
No todas las confesiones de Salvatore Mancuso ante la JEP son nuevas, pero sí los detalles escabrosos de cómo planeaban las operaciones junto a la fuerza pública
El testimonio que viene rindiendo el jefe paramilitar Salvatore Mancuso, ante magistrados de la Justicia Especial para la Paz (JEP), no solo son reveladores, explosivos, sino escabrosos.
Aunque la mayor atención se la robó la mención que el exjefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) ha hecho sobre figuras públicas de la vida regional y nacional que habrían apoyada la causa paramilitar, la realidad es que Mancuso viene dando puntadas inéditas de la manera como operó la máquina de guerra que dirigió por varios años.
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Detrás de los rimbombantes apellidos de viejas castas políticas del país asociadas al fenómeno paramilitar se esconde todo un doloroso entramado que llenó de sangre y dolor el campo y algunas ciudades del país.
Eso es justamente lo que confesó Mancuso durante la segunda audiencia ante la JEP, a través de la cual se abordó el capítulo de preguntas en torno a la manera como se planearon las operaciones paramilitares.
Fue en medio de ese testimonio virtual que el exjefe paramilitar, preso en una cárcel de Estados Unidos, les dijo a los magistrados de la JEP que “todo aquel que fuese señalado como apoyo de la guerrilla, independientemente de que perteneciera a comunidades étnicas (indígenas, afrocolombianos), actuábamos contra ellos”.
Mancuso también reveló que todas las incursiones paramilitares se hacían en contubernio con la fuerza pública y que el trabajo conjunto de planeación y ejecución era de tal coordinación que llegaron a tener nueve helicópteros a su disposición para moverse por todo el país.
“Volábamos sin Transporder (emisor de señal) y lo hacíamos a baja altura para no ser detectados por los radares”, explicó el jefe paramilitar, tras asegurar que instructores de la Fuerza Pública fueron quienes les enseñaron a volar esos aparatos, dedicándoles diez días mensuales.
Sobre los entrenamientos con pilotos, Mancuso puntualizó: “Eso lo sabían todos los altos mandos. Lo sabía la Brigada donde estábamos. (…) Yo fui totalmente entrenado por las fuerzas militares en todo sentido y ellos tenían conocimiento en Córdoba”.
Los cementerios clandestinos de Mancuso
De acuerdo con Mancuso, toda esa coordinación les permitió a las AUC ser tan efectivas en su guerra contrainsurgente que fue necesario desaparecer a sus víctimas para no reportar muertes: “La orden de desaparecerlos vino de la fuerza pública”.
Fue así que surgieron los dos famosos cementerios clandestinos en Cúcuta y Puerto Santander, donde incineraban los cadáveres de sus cientos de víctimas.
Mancuso detalló que el de Cúcuta estaba ubicado en Villa del Rosario, en una finca llamada Agua Sucia, cerca a sector conocido como Trapiche Viejo, a un costado del río Táchira.
Mancuso, además, relató cómo en el operativo de Urrá, el Ejército y los paramilitares perdieron una gran cantidad de armamento. ”Luego lo recuperamos y tocaba dividir cuál era de nosotros, del Ejército y de la guerrilla. Tuvimos que hacerlo así para que el Ejército no reportara el armamento perdido”.
Ante la pregunta de la magistrada Valencia de si esto obedecía a una estrategia regional, Mancuso respondió: “Esto es una estrategia nacional. En todas las áreas donde estábamos se operaba de la misma manera. Era un patrón que existía”.
Mancuso Gómez añadió: “Cuando ingresamos al Catatumbo, se coordinó con el Ejército. Se planificó con el general Mario Fernando Roa Cuervo. (…) En la zona, ya se habló con el coronel Matamoros. Y sobre el terreno, con el comandante del batallón Héroes de Saraguro, el mayor Mauricio Llorente Chávez”.
Ante la Sala de Reconocimiento de Verdad, el temido exjefe paramilitar también relató cómo en esa incursión al Catatumbo, el Ejército le puso a disposición a Francisco Javier Rodríguez, alias ‘Nicaragua’, exmiembro del ELN y “se había pasado a las filas del Ejército”.
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