Manuel Mejía Vallejo: un siglo
Se cumplen, hoy 23 de abril, cien años del nacimiento de uno de los escritores colombianos más importantes del siglo XX. Novelista, poeta y cuentista, Manuel Mejía Vallejo vuelve a leerse. Se comienzan a reeditar sus libros en la editorial Planeta. Y a través de la acción mancomunada de familiares, amigos y estudiosos universitarios, el autor de La casa de las dos palmas es homenajeado.
Leí a Mejía Vallejo en aquellos años en que su taller de escritores en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín representaba una especie de brújula. Asistí a algunas de sus sesiones en las que el maestro era escuchado con admiración. Recuerdo a un hombre ataviado siempre con saco y pantalones finos que entraba al recinto, erguido y elegante, y se sentaba, junto a un vaso de ron con Coca cola, ante los asistentes. Encantaba, con su dicción entre montañera y citadina, cuando hablaba.
Y mientras más tomaba del vaso, que se llenaba varias veces, se iluminaba más. Cada palabra suya, frente al oficio de la escritura y la lectura, se recibía como si fuera un consejo, una sentencia, un dictamen. Mejía Vallejo tenía una memoria que le permitía recitar poemas del Siglo de oro español o episodios de narraciones que amaba. A veces, su voz entonaba tangos, boleros y bambucos en cuyas letras palpitaba una tradición sentimental de la que él se sabía uno de sus últimos herederos.
Más de Pablo Montoya: La biblioteca de un rey sombrío y el pintor alucinante
Su trabajo en el taller fue precursor no solo en Medellín, sino en Colombia. Luego los talleres se hicieron numerosos, pero el de Mejía Vallejo será recordado como el más emblemático de todos. Generó un entusiasmo único, pues quien lo ofrecía era uno de los escritores, junto a García Márquez y Álvaro Mutis, más prominentes de entonces.
Su taller dejó una fuerte impronta en Medellín. De él salieron escritores que han demostrado la influencia de su guía en lo que escriben. Tanto Juan Diego Mejía, como José Libardo Porras y Luis Fernando Macías, para mencionar los más notables, son ellos mismos en su producción, pero igualmente le deben mucho a lo que aprendieron de Mejía Vallejo. Y gracias a su palabra agradecida él continua vivo entre nosotros.
Dos de sus novelas son fundamentales: El día señalado y Aire de tango. Cada una es representativa de un momento en que Colombia asumía dos circunstancias traumáticas. Por un lado, la violencia rural generada por el bipartidismo. Por el otro, el demencial crecimiento de las urbes masificadas. Mejía Vallejo estuvo atento a esas dos realidades y las resolvió literariamente con acierto.
En El día señalado acude a una propuesta de contrapunto, apoyándose quizás en Ana Karenina de Tolstoi, y renueva uno de los perfiles de Edipo en el marco de una región andina azotada por un machismo excesivo. Y en Aire de tango, de la mano de atmósferas de burdeles y duelos del amor, homenajea una música esencial y una Guayaquil ya desaparecida.
Pero es en los cuentos donde Mejía Vallejo manifiesta, con mayor contundencia, su talento. En ellos se condensa lo que le es tan propio: un mundo de hombres que, entre resentidos y tristes, buscan una venganza, un amor imposible, coyunturas de ventura y solo hallan destinos funestos. Todo es narrado a partir de una admirable orfebrería del lenguaje. Oraciones tramadas de tal modo que remiten a aquella lección de Horacio Quiroga que entiende la escritura como el resultado de una minuciosa labor de pulimiento.
Mejía Vallejo escribió muchos cuentos. Fue el primero, al publicar Las noches de la vigilia, en introducir con conocimiento de causa y en modo de libro, el minicuento en Colombia. En esa obra precursora hay piezas magníficas donde aparece, con la síntesis requerida por el género y tamizadas de una sensibilidad poética sugestiva, lo que tanto preocupaba a este autor: la muerte, el amor, la soledad, el olvido. Asimismo, en este libro aparece Balandú, coordenada ficcional que él supo construir a partir de la ensoñación, lo fantasmagórico y la nostalgia.
Puede interesarle: Malasaña
Pero son Cuentos de zona tórrida lo que más me impresiona de Mejía Vallejo. Los he vuelto a leer y me ha seducido, de nuevo, su escritura ponderada. Fueron hechos durante las travesías del escritor por Medellín, Bogotá, Maracaibo, Guatemala, San José de Costa Rica y San Salvador, cuando huía de regímenes políticos crueles. Son doce relatos que arman un universo de gran equilibrio. Hilos de tragedias inevitables los enlazan. Hay venganzas, asesinatos por amor, deseos y celos aciagos. Y la naturaleza, con sus cielos cerrados y tiempos de sequía, aplastan y generan también la esperanza.
En ellos fluye una dolencia por lo irremediablemente perdido. Resuena también, de principio a fin, la obsesión principal de Mejía Vallejo: la cosa seria que significa matar a un hombre. Creo, por lo demás, que en este libro están dos de los relatos que sitúan a su autor entre los mejores del cuento colombiano del siglo XX: “La venganza” y “La muerte de Pedro Canales”. Leerlos es comprender, un poco más, cómo se forja y se logra la maestría.
Siga con: Tomás Carrasquilla, una vez más
10 Comentarios
Deja un comentario
Excelente escrito y hoy recordando el día del natalicio de Mejia Vallejo junto con el día del idioma
Gracias Pablo por tus grandiosos y profundos escritos
Pablo ¡ gracias !
Solo dejas deseos de ir corriendo a buscar alguno de los cuentos de Mejía Vallejo. La manera como entusiasmas e invitas a la lectura a quien lee tus columnas es admirable. Gracias por sacarnos de este marasmo abrasador en que vivimos.
Es verdad…
Es un maestro dentro y fuera de las aulas y aún más allá…
Recordar a Manuel Mejía Vallejo, es celebrar su vida y su legado literario; así mismo es una invitación a leer y disfrutar de sus libros hoy 23:de abril, día de nuestro hermoso idioma.
Un abrazo especial.
Inolvidable escritor ,maestro de los cinco.sentidos y de la vida,
Excelente semblanza del maestro escritor Manuel Mejia Vallejo, descriptor de nuestra idiosincrasia en la “violencia rural” y “el demencial crecimiento urbano”, realizada en su efeméride por su pupilo y también maestro Pablo Montoya Campuzano.
Pablo, gracias Pablo, porque escritores cómo tú, de alguna forma son el legado de esta maravilla de escritor Manuel Mejia Vallejo, de quién me siento profundamente orgulloso por su obra literaria y que también marco una diferencia inmensa en mi lectura.
Con Carrasquilla, León DE Greiff, Fernando Gonzalez, Marco Fidel Suarez, Efe Gomez y Gregorio Gutierrez Gonzalez; forma parte del Parnaso de los escritores Antioqueños.