Maravilloso corazón maravilloso
Siempre que un médico o una enfermera me auscultaba el pecho con el estetoscopio, exclamaba: “¡vaya, tienes un soplo!” Ese soplo me acompañaría toda la vida hasta el punto de atormentar a mis hijos.
Desde que estaba muchacho, si algo tuve claro en mi vida, era que más temprano que tarde tendría una cita obligatoria con una operación a corazón abierto. Porque, aun cuando ningún médico me había diagnosticado, presentía que mi corazón no funcionaba todo lo bien que yo quisiera.
Era simplemente la diferencia que apreciaba entre lo que leía de otros seres en la literatura, capaces de hacer hazañas descomunales, y lo que advertía en mis propias correrías de muchacho.
Quizá por eso, cuando tenía 13 años, me fascinaron las hazañas del médico surafricano Cristiaan Barnard, quien, en 1967, se convirtió en una superestrella de rock cuando le trasplantó el corazón de una joven de 25 años al comerciante de ultramarinos Louis Washkansky, en Ciudad del Cabo. La operación como tal fue un éxito, pese a que Washkansky falleció de pulmonía 18 días más tarde.
Lea más, de Barco Díaz: Los tobillos morados del expresidente Barco
Aunque la operación que más recuerdo fue la del odontólogo Phillip Blaiberg, realizada 11 días después de la muerte del vendedor de ultramarinos. El odontólogo de 58 años había sido desahuciado por una grave enfermedad cardiaca que le dejó su corazón hecho trizas. En los días en que se preparaba para la intervención, Clive Haupt, un joven negro de 20 años, sufrió un mortal accidente cerebral. El caso es que, pese a que vivían en el país más racista de la tierra, ambos eran compatibles. La esposa del joven negro dio su consentimiento para que se efectuara el trasplante: “si mi marido puede salvar de la muerte a un blanco, adelante”.
Barnard en realidad aprovechó la técnica del trasplante cardiaco de Norman Shumway de la Universidad de Minnesota, donde había estudiado, así como la ausencia de controles en Sudáfrica.
La operación fue espectacular y abrió la ciencia a una aventura que aún no termina y que solo se puede comparar con el desarrollo de la ciencia espacial. Blaiberg reinició su vida normal y vivió 14 meses más.
Por mi parte, tuve una infancia y una adolescencia normales, en las que jugaba fútbol todos los días hasta que me insolaba.
Cuando entré a la Universidad del Valle a estudiar economía, mi máximo logro no fue académico sino deportivo, pues fui convocado a la selección de fútbol de la Universidad del Valle que dirigía el profesor Barona. Eso sucedió a raíz de la salida del zurdo Eduardo “Cuco” Benedetti (padre de Nicolás) para el Santa Fe a robustecer su plantilla en la Copa Libertadores de América. Ahí conocí al joven Eduardo Alberto Cadavid Alvear, un hábil y veloz puntero derecho, a quien —para mi regocijo—, volvería a ver exactamente 52 años después, en diferentes circunstancias.
Fue en la selección cuando me percaté que mientras mis compañeros, después de los entrenamientos y partidos charlaban despreocupadamente, yo me tenía que concentrar en restablecerme, pues me quedaba una moridera que jamás pude explicar con palabras.
Desde esa época, siempre que un médico o una enfermera me auscultaba el pecho con el estetoscopio, exclamaba: “¡Vaya, tienes un soplo!” Ese soplo me acompañaría toda la vida hasta el punto de atormentar a mis hijos. En los últimos años resoplaba feo.
Fue para esa época en la que me hice el firme propósito de no leer sobre temas cardiacos para no amargarme pensando cómo era que me iban a rajar el corazón.
Cuando me gradué como economista, entré a trabajar en la Secretaría de Hacienda de la Gobernación del Valle. Allí, uno de mis jefes más recordados y del cual recibí más apoyo fue Vicente Borrero Restrepo, quien, pese a que era médico, oficiaba como Secretario de Hacienda. Era un hombre elegante y de alta pipa, quien, aunque estaba felizmente extraviado en la política, pues llegó a ser alcalde de Cali, soñaba con un hospital de alto nivel para la región.
La historia de la Fundación Valle del Lili se confunde con la propia vida del exalcalde Borrero Restrepo, quien hoy sigue en la institución como director general.
Recomendado del editor: Diálogos con el ELN: ¿Es posible salvar una paz en cuidados intensivos?
Jugué fútbol aficionado hasta antes de cumplir 40 años. Para esa época jugaba los partidos con la sensación de que se me iba a desprender el corazón, por lo que corría con la mano derecha apretando el lado izquierdo de mi pecho. Temía la denominada muerte súbita.
Abandoné ese deporte con el dolor del alma, me dediqué al trabajo y pasé muchos años tranquilo haciendo las cosas de la vida.
Un día, por una pequeña crisis, me tocó ir donde un médico especialista de aquellos que cuentan con un aparato denominado ecocardiógrafo y determinó que tenía defectuosa (estenosis) la principal válvula del corazón, la aórtica, posiblemente desde la época fetal, o desde niño, por una gripa mal cuidada.
Conocer lo que tenía representó un gran alivio para mí. Regularmente y durante muchos años me realizaron exámenes semestrales que registraban la evolución de mi enfermedad. Durante ese tiempo hice vida normal y me aficioné a montar en cicla a las afueras de Cali.
Hasta que hace poco menos de un año, el examen determinó que había llegado la época de operarme.
Le bajé el ritmo a mis actividades mientras agotaba los estrictos protocolos para acceder a la operación en la Fundación Valle del Lili, que, para esta época, se había consolidado como la institución médica más importante del país, la cuarta en Suramérica y la 156 en el mundo, según el ranking World´s Best Hospital, publicado por la Revista Newsweek. ¡El elegante médico de alta pipa se había salido con la suya!
En los protocolos conocí a los cirujanos que se encargarían de mi caso: Eduardo Alberto Cadavid Alvear, el otrora veloz puntero derecho de la selección de fútbol de la universidad del Valle, y Álvaro Diego Peña, dos de los más reputados cirujanos cardiovasculares del país.
La operación fue un éxito. La semana que pasé dentro de las instalaciones de la Fundación Valle del Lili constituyó una experiencia inolvidable, por la calidad de la institución médica, por la excelencia de los cirujanos y por la precisión en los procesos de todo el personal de enfermería. Sobre todo, mientras estuve en la UCI, me reconfortó con la vida las sabias atenciones que me proporcionó el clown John Fredy González.
Antes de salir a continuar mi recuperación en casa, le pedí a la jefe médica encargada de este trámite que me auscultara el corazón: “es para saber cómo sigue mi soplo”, le dije. La médica hizo un elegante rito para dirigir su estetoscopio hasta mi pecho y, después, exclamó con voz sonora: “señor, usted no tiene ningún soplo”. Sentí que mi maravilloso corazón maravilloso me estallaba de felicidad en el pecho.
Lea todas las columnas de Pedro Luis Barco aquí.
18 Comentarios
Deja un comentario
Bendecido con toda bendicion espiritual,material,fisica,y mental el todo poderoso te tiene para cosas muy grandes y eternas.yu compañero eterno.ati todo honor,y gracias por tu amistad chao
La Divina Providencia iluminó su destino para q soportará tan riesgosa cirugía. Felicidades.
Felices de saber de su pronta recuperacíón .
Con los cuidados de su familia y de su hermosa esposa la recuperación será más rápida .
Como siempre tus artículos impecablemente bien escitos, una narrativa agradable y con un final feliz. Me alegra que hayas salido bien de la operación y que ya no haya soplo. Me recordaste a mi padre que fue operado de corazón abierto y también tenía un soplo pero lastimosamente hizo caso omiso de los cuidados posoperatorios y falleció a los 53 años. Abrazo 🤗
Enhorabuena Pedroluis. Quienes te apreciamos estamos felices de saber el éxito de la intervención a que fuiste sometido y de su afortunado devenir lo que indudablemente y como lo esperábamos, nos dará Pedro para rato, lo que agradezco a la vida. No sé si soy el que más, pero si sé que soy uno de los más afortunados al contar con tu amistad, tu generosidad y tu inteligencia, las que me han prodigado muchos muy buenos momentos, sobre todo en los últimos años.
Yo no creo en la casualidad. Si me lo preguntan diré que creo, absolutamente, en la causalidad.
Una vez, en una conversación con mi hermano, hace rato fallecido, le dije ante un evento similar al tuyo: “La vida da muchas vueltas, de malas el que se marea”. Las vueltas de la vida nos llevan y nos trae por vericuetos que, de ponernos a dilucidar, no tendríamos tiempo de nada más.
Esas vueltas de la vida me trajeron a Cali en 2016 después de una larga ausencia, a hacer una visita. Te busqué, me invitaste a almorzar y, lo que era un viaje de “un día pa otro” ya lleva 6 años y otro pedazo de camino recorrido juntos, tu y yo y un puñado de amigos causales, que me abrieron de nuevo los brazos y aquí me tienen, dando lora.
Esas vueltas de la vida pusieron tu corazón en manos de tu antiguo coequipero, uno de los científicos del corazón (y su equipo) más capaces del mundo, y aquí estás, dando lora.
Todo esto me trajo un recuerdo: Esas mismas vueltas de la vida, un sábado de julio de 1994, por la tarde, cuando tú, yo y unos cuantos buenos amigos, departíamos en el jardín de mi casa en El Lido; trajeron a mi puerta a un grupo de señoras. Eran unas “Damas grises” muy bien puestas ellas, pidiendo apoyo económico para la Fundación de todo corazón que atendía niños de escasos recursos, con pocas posibilidades de superar sus afecciones cardiacas. No recuerdo si les dimos algo, pero si recuerdo que les dijimos que aquí, en esta casa sólo se producían ideas y que eso era lo que les podíamos dar. Lo cierto es que nos pusimos a botar corriente y, la semana siguiente, llegamos a la Fundación que dirigía el tristemente desaparecido Dr. Hernán Henao Jaramillo, un cirujano dedicado a cuidar los corazones de los niños y a quién le presentamos la idea que produjimos tu y yo, ese sábado: La campaña “Soy el corazón de Juanito”, con la que se recaudó un dinero (nunca supe cuánto) pero sí, por la carta que me enviaron y que embolaté con los años, que con lo recaudado se habían operado 14 niños.
Aquí estamos Pedroluis, aún dando lora, aún botando corriente y aún produciendo ideas; el hobby que nos ha permitido ver y vivir la vida desde otra perspectiva y participar en la vida de esta comarca de una manera que, tal vez, solo nosotros sabemos.
Recibe un abrazo fraternal y mi gratitud por tu compañía.
¡Salud compa!
Papasito hermoso. Todos muertos de la dicha, y leyendo tus fabulosas crónicas, increíble recuperación 💪 tan pronta, somos un roble. Claro que hierba buena no muere. O si no, mírame pues.
Pedrito, con esa “rencauchada” vamos a tener “Diario Criterio” por mucho rato para alegría de quienes te seguimos en tu columna. Felicitaciones
Increíble los avances de la ciencia y la medicina, pero el arte no se queda atrás, la bella experiencia con el Clown John Fredy te subió el ánimo. Me alegra en el alma poder leer este nuevo artículo.
Usted siempre ha tenido un corazón grande. Su estenosis no fué por una “gripe mal cuidada”, creo que – y este es mi diagnostico médico preciso- es por amar tanto, vivir con corazón solidario y revolucionario.
Felices estamos por el éxito de la cirugía, pronta recuperación y larga vida Pedro, un abrazo.
Querido Pedro Luis
Estamos felices por tu fortaleza en recuperarte pues todos tus amigos te apreciamos sinceramente.
Ahora solo esperamos que tus soplos de sobrada inteligencia y creatividad no sean operables sino que se puedan seguir expresando como endémica capacidad de concebir y realizar las ideas más inspiradoras y extraordinarias como siempre.
Abrazo
Pietro , felicidades , si con soplo funcionó bien , ahora son soplo pues mucho mejor y hay Pietro para rato rato raticimo.
Apreciado Pedro Luis, con gran complacencia mañanera siempre he leído tus narrativas que me llenan de conocimiento y de comenzar el día con pie derecho. Hoy mi complacencia es el triple y llenan de mi gozo mi casa, pues acostumbro a leer tus escritos en voz alta a mi esposa y los dos damos gracias a la Vida y a la ciencia por permitirnos seguir contando contigo por muchos años más. Un abrazo fraternal
Germán y Gloria Stella
Enhorabuena Pedro, me alegra que hayas salido con total éxito de esta difícil y riesgosa situación médica, un cordial saludo
Querido y apreciado compañero, se que nos ha alegrado mucho a quienes tenemos la fortuna de contar con tu amistad, tendremos Pedro por muchos años más entre nosotros. Ya los científicos hicieron su parte, ahora es tu tiempo de recuperación, que depende de ti mismo, a seguir las recomendaciones de los médicos tratantes.
Crónica amena y esperanzadora, la ciencia a prueba una vez más y esta vez en tu corazón.. felicidades son las oportunidades de la vida y por genética años de alegría y felicidad 🙏🏼🙏🏼🙅🏻🙅🏻🙅🏻🙅🏻