‘María Salvaje’, la discriminación a través de la historia de una niña indígena en Puerto Carreño

Por estos días se presenta, en la Cinemateca de Bogotá, el documental ‘María Salvaje’ de Liliana Sayuri Matsuyama Hoyos. Es resultado de más de una década siguiendo a una niña de la comunidad Amorúa, que muestra la exclusión, la discriminación y el abuso al que someten a las mujeres indígenas.

Cuando Lina Matsuyama Hoyos llegó a Puerto Carreño, Vichada, para trabajar como antropóloga del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en 2007, comenzó a ver de manera frecuente casos de niños indígenas Amorúa menores de 2 años que llegaban a buscar atención médica en un estado severo de desnutrición.

En ese primer contacto, que fue muy impactante, porque en menos de un año de trabajo vio morir a dos o tres pequeños, le asombró el trato discriminatorio que muchos (no todos) tenían hacia ellos y la desconfianza y la falta de comunicación y de entendimiento entre la población ‘blanca’ y los indígenas.

Recuerda, especialmente, como las mamás de la comunidad no confiaban en el hospital, porque creían que, al inyectar a los niños, los envenenaban, y cómo incluso preferían no llevarlos porque les daba pena llegar de la forma en la que estaban vestidas (la comunidad vive en medio de la exclusión y la pobreza).

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Sin tener muy claro cuál era la historia que le interesaba, Lina comenzó a grabar con su cámara casera. Sentía que, en medio de todo lo que estaba viviendo, había algo que tenía que contar y su instinto la fue llevando a seguir a varios de los miembros de la comunidad, especialmente a María, una niña que conoció por primera vez cuando tenía los 6 años, y a su familia.

“Se dio de una manera muy orgánica. En ese momento era mamá, tenía una hija un poco mayor que ella, y era mujer, así que eso hizo que tuviera un acercamiento mayor con los personajes femeninos, para entender la forma de pensar de ellas y sus vidas”, cuenta.

A partir de ese momento y en un proceso que le llevó varios años, y que alternó con varios espacios personales —como el tiempo que duró estudiando cine fuera del país o los momentos que usaba para buscar financiación—, Lina visitó Puerto Carreño varias veces, la comunidad y a María, a quien vio convertirse en una adolescente.

Aunque para ese entonces ya no grababa todo con su cámara casera y su propio micrófono, sino que tenía su propio equipo de producción (mixto al inicio y luego conformado solo por mujeres), la confianza que había ganado le permitió registrar conversaciones y escenas bastante íntimas y cercanas.

Puede ver acá el tráiler de María Salvaje:

Cuando terminó de grabar, se dio cuenta de que tenía el material de ocho años de la vida de María y que, a partir de ahí, podía contar una historia sobre la discriminación, la relación de los indígenas con los ‘blancos racionales’ (como llaman a los no indígenas) y, sobre todo, la perdida de inocencia de una niña que busca alcanzar un lugar en una sociedad que se lo niega y que lo único que parece ofrecerle a las jóvenes y mujeres de la comunidad es una relación de abuso, muy sexualizada.

Así nació María Salvaje, una película que se puede ver en la Cinemateca de Bogotá el 5, 14 y 19 de febrero, y que le llevó a Lina casi 15 años de su vida.

Una película en la que el apelativo ‘salvaje’ se transforma y deja de ser el adjetivo descalificador con el que los blancos se refieren a las indígenas como María, y se transforma en la forma de hablar de “un espíritu libre, de mujer, indomable, nómada“, como explica la directora. Una rebeldía que, ella cree, ha sido clave para “mantenerlos como un clan con identidad y dignidad, en medio de un contexto de discriminación visceral”.

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María, a los ojos de los espectadores de la película, pasa de ser una niña que vivió sus primeros años en un hogar sustituto asignado por el Estado debido a una desnutrición severa que mató a su hermana gemela, a vivir con su abuela Matilde, una de las líderes de la comunidad Amorúa, y quien hasta hace unos años (como el resto de la comunidad) aún vivía como nómada, alejada del contacto con los ‘blancos’.

La pequeña tiene que tratar de encontrar su lugar en el mundo, mientras se mueve entre ambos lugares y es parte de la primera generación de Amorúas que van a la escuela y tienen un contacto cercano con el resto del mundo.

De esa forma, María Salvaje termina siendo, también, el retrato de un pueblo indígena nómada en contacto con un mundo del que no conocen sus códigos socioculturales, sus formas de pensar ni sus lógicas, y todas las tensiones que crea esa situación. Al final, la imagen termina siendo negativa para el mundo de los ‘civilizados’. Porque María parece no encontrar un lugar. O más bien, la sociedad parece cerrarle todos los espacios.

María y Matilde
María y Matilde

Es en ese punto también aparece un tema del género y un cuestionamiento hacia la sociedad que permite que María, sus primas y sus amigas reciban plata a cambio de acostarse con hombres mayores del pueblo. Y asociado a eso, todo un tema de alcoholismo y hasta drogadicción.

Como reflexiona la propia Lina, ¿en dónde queda la sociedad, supuestamente civilizada, si el único espacio que le ofrece a una niña como María es el de ser un objeto sexual?

María Salvaje deja esa dura pregunta (y otras tantas) en el aire.

6 Comentarios

  1. Qie historia tan triste pero lastimosamente cierta y repetitiva para muchas Marías
    Buén artículo y quiero ver esta película

  2. Maycol Rodriguez

    Parece que la historia guarda relación con ALIS, el documental. Habría que ver las dos historias, pero a juzgar por las notas, versan sobre exclusión y discriminación, tan frecuentes en nuestro pais

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