Avanzar sobre lo avanzado
“¿Qué pasaría si unos y otros entienden que este Gobierno no es enemigo del establecimiento y que sólo quiere reformarlo para que funcione sin tanta influencia de las mafias y del paramilitarismo que se han apropiado de parte importante de las instituciones?”.
El 9 de noviembre de 2010, María Isabel Rueda recibió el Premio Planeta de periodismo en 2010 por su libro Casi toda la verdad. Periodismo y poder. En él, publicó entrevistas a Enrique Santos Calderón, Juan Gossaín, Yamid Amat y a Felipe López e hizo un perfil de Álvaro Gómez Hurtado.
En una parte de su conversación con Santos, ella preguntó:
—¿Hoy usted diría que El Tiempo mantiene una tendencia oficialista, pero es políticamente asexuado?
Y el entrevistado respondió:
—El Tiempo defiende el establecimiento, en eso no hay que equivocarse. Pero no tiene que ver con que sea políticamente asexuado. Si acaso, coherente y virilmente gobiernista.
En esa frase, Mauricio García Villegas detectó una de las equivocaciones más comunes entre analistas y opinadores: confundir establecimiento con gobierno. En realidad, el primero es un conjunto de instituciones o poderes económicos, políticos y, sobre todo, culturales que ordenan y regulan la vida social e intentan evitar cambios sociales muy profundos, mientras el segundo, como afirma Villegas es un conjunto de “(…) mandatarios provisionales (…)”.
Esta equivocación es una causa de las tensiones entre el sector más visible de la prensa y el actual Gobierno: mientras el conjunto de medios masivos de comunicación entiende y teme que los cambios propuestos por Petro afectarán las estructuras de poder del establecimiento del que ellos hacen parte, el presidente descalifica algunas noticias y versiones publicadas por la prensa y las tilda de meros “relatos” con los que se pretende obstaculizar el cumplimiento de sus planes y propuestas.
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Medios y periodistas parecen creer que el establecimiento ha caído en manos de alguien ajeno al mismo, con capacidad de destruirlo desde adentro. Por eso atacan al presidente Petro y a las personas de su Gobierno que, por razones de edad, sexo, raza o condición social, perciben como seres advenedizos y peligrosos. Al mismo tiempo, se oponen, muchas veces sin raciocinio alguno, a cualquier cambio que proponga el actual Gobierno.
Este, por su parte, reclama el derecho a administrar la cosa pública sin derrocar al establecimiento. El mismo que ganó en las más recientes elecciones. Al respecto, algunos altos funcionarios parecen creer que defienden ese derecho menospreciando las noticias y los informes que publican sus contradictores.
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¿Qué pasaría si unos y otros entienden que este Gobierno no es enemigo del establecimiento y que sólo quiere reformarlo para que funcione sin tanta influencia de las mafias y del paramilitarismo que se han apropiado de parte importante de las instituciones? ¿Qué pasaría si ambos lados de la relación tan tensa entendieran que el desacuerdo, el disenso, la crítica y la opinión distinta no son, siempre, un agravio?
Puede pasar que se disminuya la tensión, porque el rumor y la información sin verificar no volverían a presentarse como si fueran noticia o investigación periodística. El periodismo nos contaría hechos cuya ocurrencia esté probada, diría qué personas los protagonizan y quiénes los sufren, mostraría los intereses de cada una de ellas y analizaría el contexto en el que sucedió lo que nos narran y las posibles consecuencias de lo acontecido.
También, mermaría la sospecha gubernamental sobre los medios y sobre quienes trabajan en ellos. Las personas que hoy gobiernan podrían entender que no hay una mente siniestra dedicada a diseñar, orientar y ejecutar un plan dirigido a dañar la imagen del Gobierno y a dificultar la aprobación y puesta en marcha de las reformas prometidas, por Petro y Francia, durante la campaña presidencial. Así, la actitud agresiva/defensiva del funcionariado ante la prensa dejaría de ser práctica habitual.
Todo lo anterior y más cosas importantes pueden ocurrir si cesa el enfrentamiento entre el Gobierno y el sector mayoritario de la prensa. Pero hay peros.
El primero es que los medios sobreviven y crecen si son rentables. Son rentables si tienen pauta publicitaria o una cantidad de seguidores pagando por conocer los contenidos publicados. La pauta aumenta si aumenta la cantidad de seguidores, y viceversa. Esto lleva a los medios a competir entre ellos, tanto por conseguir cada vez más anunciantes, como por conquistar nuevos adeptos. Los más poderosos entre dichos anunciantes, que son parte principalísima del establecimiento y un buen porcentaje de los más de 10 millones de votantes que no respaldaron a Petro en las pasadas elecciones. Es decir, difícilmente darán su dinero a un medio favorable a las reformas propuestas por su Gobierno, a menos que lograran ver en ellas alguna ventaja.
Quienes no han podido encontrar cómo obtener algún beneficio para sí mismos en las propuestas de reforma solo comprarán pauta e información en los medios que se opongan a los cambios.
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Así, anunciantes y consumidores de información promueven y financian la ofensiva mediática que intenta volver ilegítimo el quehacer del presidente, de su familia y de su equipo de trabajo; restar voces a favor y aumentar las que van en contra. Con eso, al final, puede conseguirse evitar que se ejecuten los cambios prometidos.
Mientras escribo, me envían esta noticia publicada en El Tiempo del domingo 19 de marzo de 2023: “(…) El registrador Alexánder Vega subrayó que, con la cantidad y gravedad de las denuncias hechas por los gobernadores, ‘posiblemente estaríamos hablando de suspender procesos electorales para las elecciones de octubre’”.
Me pregunto si la ofensiva mediática de la que les estaba hablando tiene alguna relación con la ofensiva militar que las bandas multicrimen ejecutan contra movimientos, organizaciones y líderes sociales y territorios completos, justo a pocos meses de las elecciones regionales.
Tal vez no, pero puede ser que alguien esté desarrollando una estrategia de “cerco y aniquilamiento”, sin golpe militar, mientras sonríe y se reúne con el presidente.
Mejor nos va si el Gobierno y la prensa atenúan sus tensiones (lo que no significa que esta se vuelva gobiernista) y las organizaciones sociales y sus liderazgos continúan exigiendo, pacíficamente, que el Gobierno cumpla. Es decir, que avance sobre lo avanzado.
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Es una respuesta franca y bien pensada, sin tocar a la retirada ni al cierre de filas junto al gobierno. La independencia crítica actúa cuidándonos del despojo.