Los mejores libros de poesía de 2021
Un poemario sobre las montañas, otro sobre lo cuir, uno más sobre la ciudad, los objetos y el asombro cotidiano, y uno en el que las ecuaciones y la física ahora son poesía.
Como la flor
AA. VV.
Temas de hoy
128 páginas
Me atrapó el título, de inmediato. Como no imaginarme a esa flor con ese genial fantasma: el patrono de los cuir, el gran Oscar Wilde: el que se atrevió a caminar por las calles de Dublín y Londres con un girasol en la mano. El valiente Oscar mostrando públicamente quién era. La misma valentía que muestra este poemario: valentía con felicidad y alegría. La felicidad de amar y desear y tocarse cuando venga en gana. Los y las y les treinta poetas que se incluyen en esta antología se regocijan en el deseo y en el amor y en los cuerpos. En los cuerpos que contienen multitudes, para citar a otro maravilloso poeta cuir: Walt Whitman. Al leer estos poemas me encontré anotando palabras llenas de una poesía clara y desafiante. Al terminar de leerlo, tuve la absoluta creencia que este “coro poético” estaba abriendo, como dice el prólogo, “un espacio en el que más voces sientan la libertad de cantar…para apropiarnos de esa rareza”. Bendita esa rareza, digo yo. Porque es debido a esa “rareza” que este libro existe.
Rosario Caicedo
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El resplandor y la sombra
Santiago Espinosa
FCE
155 páginas
Desde mi casa puedo ver las montañas de Bogotá. Verlas es vivirlas. Leer sobre ellas es volver a vivirlas. Y una sensación similar, incluso más nostálgica y sorprendente, me abordó tras leer El resplandor y la sombra, libro publicado por el FCE, del poeta Santiago Espinosa (Bogotá, 1985). Un libro que se levanta como un monumento natural a la poesía y a las montañas, a la infatigable tarea de vivir. Así, pues, es un ensayo lírico que explora tres elementos a partir de su relación con la poesía sobre las montañas. Por un lado, están las crónicas en las que Santiago nos relata cómo conoció algunas de las montañas más importantes de Latinoamérica. Por otro, la búsqueda y el encuentro del poema con la montaña o de la montaña con el poema, como si allí, desde la perpetuidad de su silencio, hubieran estado siempre esperando las palabras de los y las poetas, porque como dice el autor: “Lo que hacen las montañas con el viento lo harían los poetas con el lenguaje”. Y, finalmente, una interpretación de varios de aquellos poemas, escritos por los poetas más representativos del continente, a partir de un profundo conocimiento de nuestra tradición y nuestra tierra.
Daniel Ángel
Física del estado sólido
Hellman Pardo
Sílaba editores
80 páginas
Hellman Pardo (Bogotá, 1978) prueba una suerte de ciencia ficción poética en su nuevo libro, ganador del Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá 2020: “Si cada poema se escribiera con números y no con palabras,/ aunque fueran abstractos,/ las estrofas serían largas paradojas infinitesimales”. Pardo es ingeniero de formación, y las ecuaciones que fueron alguna vez sus herramientas de trabajo lo siguen siendo de forma renovada en sus poemas. En lugar de entidades platónicas, sus números ahora son criaturas mundanas que se deterioran o deben fraccionarse a sí mismas, constantes solitarias “que se corrompen en el grito circular de la pérdida”. En un mundo de dígitos que deben ganarse por sí mismos la eternidad, cualquier gato es una paradoja, cualquier elemento químico un prefantasma y el cero “todo aquello que puede ser/ pero todavía no es”. Inspirado en Schrödinger y otros científicos, el poeta mira por un visillo el interior de la caja y nos regala el misterio profundo de las cosas.
Paul Brito
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Temporal
Ramón Cote
FCE
482 páginas
Temporal de Ramón Cote ofrece un recorrido en que la ciudad, los objetos y el asombro cotidiano construyen una poética del deslumbramiento. La ciudad es el espacio del asombro, la metrópolis moderna de la pulsión unificadora de la experiencia, donde el individuo es relegado a un costado de la cultura de masas. Allí, ya desde Baudelaire, el poeta ha sido llamado a ser entre multitudes y turbas un transeúnte, un flaneur, siempre dispuesto al encuentro inesperado. Cote señala por eso “el magnetismo desolado” de un hidrante y proclama una belleza de cacharros, locomotoras viejas y palacios vetustos que en sus versos solidarios con máquinas y profesiones en desuso resiste como un modo único de vida en el mundo. Lo perdido es también en Cote el canto a las ruinas cotidianas, donde el diálogo con lo real se cifra en “el amoroso don de sus escombros”. Pero es justamente en ese canto al óxido de la ciudad de hierro, y a la materia herida de las cosas donde surge el deslumbramiento, nuestro propio deseo de durar. En el recorrido poético de Temporal, la palabra misma se revela como ruina luminosa, y en el intersticio entre lo que no puede ser visto y no puede ser dicho -y en el deseo de que dure- la poesía eleva su propósito.
Andrea Cote
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