Los ‘culifruncidos’ del poder y el Ministerio de la Igualdad

La llegada de la izquierda al poder le malogró la bilis a un primoroso grupo de ciudadanos que ha manejado el país a su antojo, desde que sus antepasados le volvieron añicos el florero al chapetón José González Llorente.

Los privilegios y beneficios que eran para los blancos peninsulares pasaron a una perfumada élite que, desde entonces, había detentado los altos cargos públicos y el manejo de la hacienda pública en su exclusivo beneficio, mediante políticas públicas engañosas, reformas tributarias regresivas y otros trucos de igual laya. Una rosca predominantemente machista, racista y homofóbica.

Consideran que el manejo del poder terrenal y la construcción del régimen a su servicio les corresponde, por designio divino, exclusivamente a ellos, y jamás de los jamases al inepto vulgo que tanto despreciara el hombre tempestad Laureano Gómez Castro.

Son amigos de la tradición, de la nobleza, del boato, del mundo patriarcal, de los olores a incienso y a dehesas. Se consideran verdaderos patriotas de pecho henchido, dedo parado y culo fruncido. Son enemigos declarados de la igualdad y de la equidad a las que consideran aspiraciones demenciales de socialistas y mamertos. Su grito de batalla es cada lora en su estaca.

Suspiran por las épocas en las que las normas sociales se regían por el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras de Manuel Antonio Carreño, en el que se reconocían desigualdades naturales y legítimas, en el que el inferior debe dejar la acera al superior, y en el que las reglas de urbanidad se deberían aplicar a las mujeres con mayor grado de severidad que cuando se aplican a los hombres.

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Algunos, incluso, prometieron abandonar el país y llevarse consigo a todas sus riquezas si Gustavo Petro ganaba, pero al final, se quedaron para repudiar todo cuanto haga este Gobierno. Desde que comenzó el nuevo mandato, han estado histéricos ante anuncios tan desobligantes para con ellos como los de volver a hacer productivo el país a partir de potenciar la agricultura y la industria; de realizar una reforma agraria o de impulsar la universidad pública y gratuita. 

En suma, son auténticos, genuinos legítimos y verdaderos culifruncidos del poder.

Esta última semana han quedado de cuidados intensivo, con fiebre delirante y presión arterial insoportable, por la creación del Ministerio de la Equidad y la Igualdad.

Porque, contrario a ellos, la ruta civilizadora se ha tomado muy en serio el asunto de la equidad y de la igualdad. Por lo menos en cuarenta países hay ministerios similares y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) utiliza el coeficiente de Gini para medir la disparidad o la desproporción en ingresos entre los más ricos y los más pobres de un determinado país.

Si dicho índice llegare hipotéticamente a cero, querría decir que todo el mundo obtiene el mismo ingreso y habría igualdad absoluta; pero si alcanzare el uno, indicaría que una sola persona posee todos los ingresos de la sociedad, en una absoluta desigualdad.

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Y Colombia, para desgracia de todos —menos de los culifruncidos— ocupa un vergonzoso segundo lugar entre los países más inequitativos de Latinoamérica y el séptimo dentro de los 10 países más desiguales del mundo. 

Aquí, los gobiernos nacionales —sobre todo, los cobijados por el modelo neoliberal— se han enfocado más en el crecimiento económico del país y en aumentar el abismo entre ricos y pobres que en tomar medidas que cierren las brechas.

Aunque justo es reconocer que algunos presidentes, como López (el viejo), Lleras Restrepo, Samper y Santos intentaron priorizar medidas sociales, aunque sin mayor éxito. Tampoco se debe dejar de lado que muchos de los congresistas que se prestaron para aprobar medidas regresivas están ahora dentro de la coalición del cambio, intentando congraciarse con la chusma.

Para los culifruncidos del poder, es apenas normal, natural y hasta gracioso que “a la economía le vaya bien, aunque al país le vaya mal”, como sentenció en la década de los noventa el entonces presidente de la ANDI, Fabio Echeverry Correa.

La desigualdad aquí es asqueante, abrumadora, y no solo es económica, sino también social, política y cultural. Se ensaña con las mujeres, los niños, los negros, los indígenas, los campesinos, las poblaciones con discapacidad, las poblaciones LGBTIQ+ y los viejos sin posibilidad de pensión. Además, se exacerba con los habitantes de territorios alejados y de zonas rurales donde la mano del Estado no llega, pero sí la del conflicto armado.

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En nuestro país, la pobreza, al igual que la riqueza, se hereda, lo que ocasiona que la desigualdad sea peor en los patrimonios que en los ingresos. Así las cosas, hay mayores posibilidades de que el hijo de un pobre termine más pobre que su padre y de que el hijo de un rico concluya su vida siendo más rico que su progenitor.

La participación de los trabajadores en el total del ingreso nacional se ha reducido muchísimo. El machetazo más brutal lo proporcionó el presidente Álvaro Uribe, cuando acabó con el recargo de las horas extras, los dominicales y los festivos.

Un auténtico atraco al mundo del trabajo.

Sin embargo, hay que tener claro que la sola creación del Ministerio no soluciona los inmensos problemas, pero sí unifica el objetivo de cerrar las grandes brechas y concentra, en un solo organismo, una serie de medidas dispersas e ineficientes. En todo caso, poco se podrá hacer si no se democratiza la educación con el fin de posibilitar el aumento de la productividad del país.

Los expresidentes colombianos y los excandidatos en la última contienda presidencial prefirieron callar ante la creación del Ministerio, a excepción de Ernesto Samper, que la celebró; y del culifruncidísimo excandidato presidencial Enrique Gómez Martínez, que la calificó como una “aventura burocrática para repartir puestos y socavar el erario”.

Por los lados del Congreso, fueron derrotados insignes representantes de los culifruncidos, como María Fernanda Cabal, que tachó la aprobación del Ministerio de irresponsable: “Suena muy bonito, pero la igualdad es frente a Dios y frente a la Ley”. Por su parte, el culifruncido Miguel Uribe Turbay pronosticó que “el Ministerio terminará siendo simplemente unas pequeñas oficinas para pagar favores políticos”.

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María Fernanda Cabal y Miguel Polo critican creación del Ministerio de la Igualdad.
María Fernanda Cabal y Miguel Polo.

Pero el principal derrotado con la creación del Ministerio fue el polémico representante a la Cámara por las negritudes Miguel Polo Polo que, en múltiples oportunidades, ha sido menospreciado, ofendido y maltratado por los culifruncidos del Centro Democrático.

En esta oportunidad, después de calificar la desigualdad como un asunto de menor importancia y la creación del Ministerio de “payasada”, decidió no pedirle permiso a su cerebro para acuñar una infortunada frase que le cobrarán por siempre, por lo estrambótica, hiriente y falsa: “De desigualdad nadie se ha muerto”.

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4 Comentarios

  1. Ernesto Díaz Ruiz

    Muy bueno, sucinto y aterrizado escrito Pedroluis.

    La igualdad y la equidad, que son lo mismo, nunca han estado presentes en la vida nacional y son de las principales causas de la degradación social en la que vive la gran mayoría de colombianos.
    Igualdad consiste en tratar a las personas del mismo modo.
    Equidad es tener en cuenta las circunstancias individuales para eliminar las desventajas.
    En otras palabras, igualdad es que a todos se nos de el mismo trato, equidad es que todos podamos alcanzar nuestras metas.
    El senador Alexander López Maya, del Pacto Histórico, en la audiencia en la comisión primera del senado el 21 de noviembre dijo:

    “… Se respaldará a los líderes de la discapacidad, para que el sistema nacional del cuidado sea atendido como debe ser, de forma unificada. Pedimos paciencia porque esto es para abrazar a todas las personas que están en estado de abandono”.

    Si hubiera existido un ministerio así cuando yo era un niño, hubiera sido bachiller a los 15 y no a los 67 años, como pasó.

    ¡Gracias Pedroluis!

  2. Ernesto Díaz Ruiz

    Corrijo un involuntario error,

    “La igualdad y la equidad, que NO son lo mismo…”
    Omití el NO en el escrito.
    Disculpen el descuido.

  3. Como siempre, gracias Pedro Luis, contundente, claro, preciso, argumentado; que bien le haría a la sociedad colombiana leer a columnistas como usted. El camino de “lumpenización” que recorre nuestro país es un mucho responsabilidad de los consabidos culifruncidos, que hoy, gritan en defensa de los desvalidos, cínicos!

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