Nate en ‘Ted Lasso’: El origen perfecto de un villano

Si tuviera que resumir esta temporada de Ted Lasso en una frase, sería: “todos tenemos ‘daddy issues’”. Lo vimos con Jamie Tartt y su horrible papá. Lo vimos con Rebecca y el funeral de su padre que incluyó declaración de odio hacia el muerto y una versión a capella de Never Gonna Give You Up. Lo vimos con Ted y la revelación de que, en su adolescencia, su papá se suicidó y lo dejó con sentimientos de abandono y mucho resentimiento. Y lo vimos, principalmente, con Nate, quien en esta temporada se convirtió en el villano que una serie tan buena como Ted Lasso se merece.

Para construir un buen villano se pueden tomar varios caminos. Uno de ellos es el camino del misterio: nunca explicar por qué el villano es así ni cuál es su origen. Pienso en villanos escalofriantes como Anton Chigurh en No Country for Old Men o la enfermera Ratched en One Flew Over the Cuckoo’s Nest (vamos a hacer de cuenta que la serie Ratched no existe, ¿listo?). Ese es un camino que me encanta y estoy convencida de que no todos los villanos necesitan historias de origen (cof cof Joker cof cof). 

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Pero cuando un personaje arranca no siendo el villano claro de la historia y su arco narrativo culmina en ese lugar del que a veces no hay retorno… mis aplausos, se me eriza la piel. Y eso precisamente fue lo que pasó con Nate en Ted Lasso.

En la primera temporada, cuando Ted y Coach Beard llegaron a Inglaterra, Nate era el kit man tímido del AFC Richmond. Su voz era casi inaudible. Era alguien que en teoría hacía parte del equipo, pero que solo era la víctima de bullying por parte de varios jugadores. Pero con el apoyo de Ted, Nate ascendió y demostró que su conocimiento sobre fútbol era clave. Y poco a poco empezó a hablar cada vez con más autoridad, hasta culminar en esa escena (que en la primera temporada me pareció chistosísima) en la que le “canta la tabla” a cada uno de los jugadores del equipo y les dice con insultos lo que están haciendo mal. 

Viéndola en retrospectiva, esa escena nos estaba advirtiendo sobre lo que vendría en la segunda temporada: que Nate es un man que solo es capaz de liderar a través del abuso verbal y que en su cabeza “respeto” es igual a “miedo” porque eso fue lo que aprendió de su papá (a quien conocimos esta temporada) desde que era un niño.

Esto no es una excusa para la grosería, la toxicidad y la traición de Nate. Es una explicación, no una justificación. Y es una explicación importantísima en una temporada en la que vimos no solo a varios personajes lidiando con los traumas o daños que sus papás les dejaron, sino probando que haber tenido un papá de mierda no significa que obligatoriamente te conviertas en una persona de mierda. Claro, influye mucho, pero la vida te presenta opciones y eres tú quien decide qué hacer con esas opciones que se te presentan. Y en el caso de Nate, él una y otra vez elige la opción incorrecta, la opción que lo llevará, como si estuviéramos en Star Wars, por el lado oscuro.

El primero episodio de la segunda temporada arranca con un zoom a los ojos de Nate y el final de temporada también termina con un zoom a los ojos de Nate. Desde el primer episodio, Ted Lasso nos estaba diciendo que la evolución (o más bien, involución) de este personaje era lo central. Y acá tengo que hacer una mención especial a Nick Mohammed, el actor que lo interpreta, porque siento que en una temporada en la que el elenco entero actuó incluso mejor que en la temporada anterior (esa escena de Jason Sudeikis leyendo la carta de la doctora Sharon le va a hacer ganar otro Emmy), fue Nick Mohammed el que más se lució. Una cosa es hacer de tipo detestable y ya (piensen en el papá de Jamie, por ejemplo), pero otra cosa es tener el rango para hacer el papel de un tipo que carga con una mezcla de ansiedad, arrogancia, miedo, resentimiento y odio a sí mismo. 

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En una de las mejores escenas del episodio final de la segunda temporada (un episodio que tuvo muchas escenas memorables), Ted enfrenta a Nate de la forma más Ted posible: Nate lo hirió, Nate la cagó, pero Ted quiere saber qué fue lo que él hizo mal, quiere aprender. Y Nate responde de la forma más Nate posible: con ira. “Me abandonaste”, le dice mientras en sus ojos se mezclan la rabia y las lágrimas. Ted fue, por un momento, su figura paterna, una figura que durante un tiempo le dio la validación externa que siempre había querido, pero en el instante en el que dejó de prestarle toda su atención y de celebrarle todo lo que proponía (porque Ted tenía sus propias preocupaciones como manejar sus ataques de pánico), Nate no supo lidiar. No supo cómo existir sin esa validación. Entonces la buscó en los reporteros que lo felicitaban por sus estrategias. La buscó en Twitter en los mensajes de extraños que le decían “wonder kid”. La buscó por todas partes porque esa validación era como una droga que lo distraía de la realidad: que cuando se mira al espejo odia lo que ve y por eso su única forma de “alzarse” es escupiéndole a su propia imagen. 

En el final de temporada, Nate encuentra una vez más una dosis de esa validación externa en Rupert y se va a entrenar al West Ham. Allá seguro podrá gritar, insultar y mandar a punta de miedo y abuso. Y seguro creerá que eso es respeto. Y seguro seguirá sintiéndose miserable todo el tiempo. Y seguro se escupirá cada vez más al espejo. 

Me muero de ganas por ver eso en la tercera temporada, que será la última (el plan siempre fue hacer un arco de tres temporadas). ¿Redimirá la serie a este personaje? No lo sé. Por un lado, una serie tan feel good como Ted Lasso te dice todo el tiempo que las personas pueden cambiar (para la muestra: Rebecca o Jamie Tartt). Pero por otro lado, aunque es una serie optimista, no niega la realidad (así como su protagonista). Y la realidad es que no todos los hombres que crecieron en un ambiente abusivo se deconstruyen; muchos continúan los patrones tóxicos y violentos que aprendieron. Por eso quizás Nate sea lo más real de toda la serie y por eso es el villano que se merece. 

7 Comentarios

  1. Excelente crítica, estoy totalmente de acuerdo esta serie me ha encantado por lo bien que está escrita y el desarrollo que han llevado los personajes

  2. Excelente análisis y que buena serie… creo que da para mas de una tercera temporada, sería genial unas 6 o más. Me enganchó demasiado.

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