Las tribulaciones y vicisitudes de la Negra del Chontaduro

Parte de la ‘momiería’ caleña no quería —ni quiere— ver monumentos de negras en ninguna parte de la ciudad.

Por allá, en la década de los noventa de siglo pasado, el director de la Cámara de Comercio de Cali y presidente del Club San Fernando, el muy patilludo y bigotudo Fabio Rodríguez González, promovió la idea de regalarle a la ciudad, con motivo de los sesenta años de la fundación del club, un ícono que señalara que debemos mirar hacia el Pacífico

María Amanda Hurtado (izquierda) y Fabio Rodríguez (derecha), 1991.

El club San Fernando era el orgullo de los caleños. Sus amplias instalaciones habían sido construidas en 1930 por ingenieros alemanes frente al hospital departamental Evaristo García y era el sitio obligado para que la pujante pequeña burguesía jugara a los bolos o al tenis; retozara en su piscina o azotara sus baldosas: “es el club más popular/ de esa tierra soberana/ es del Valle La sultana/ donde se puede gozar”, le cantó en clave de porro el maestro Lucho Bermúdez.

Después de sesudas discusiones, los socios establecieron que el chontaduro era la representación apropiada para potenciar el mensaje, ya que caleño que se respetara andaba con su chuspa de chontaduros con sal en la mano. Se determinó que quien debía hacer el monumento fuera la afamada escultora y ceramista caleña Alicia Tafur. Ella moldeó tres bocetos hasta darle forma al concepto. La obra representaría apropiadamente a las mujeres afro de nuestro Pacífico colombiano.

Ahí arrancó una historia escabrosa, insólita, increíble, cargada con amargas dosis de racismo y discriminación: la de La Negra del Chontaduro, la humilde y reverenda platonera que ha sido víctima de desplantes, exclusiones, desprecios y enclaustramientos.

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La magnífica escultura se hizo en Bogotá con llaves, candados y otros implementos de bronce de toda a ciudad de Cali y por los diez mil casquillos de las balas de los polígonos que donó el Ejército. Se cuenta que la policía fue varias veces hasta el taller, pues al fundir el bronce de los casquillos, algunos estallaban ya que estaban cargados o con residuos de pólvora, “simulando balaceras en el taller”. 

El director de la fundición fue el hijo de la artista, Ricardo Villegas Tafur, acompañado por el aguadeño Rafael Franco. La efigie se plasmó de acuerdo con la apropiada corpulencia de doña María Amanda Hurtado, una negra chocoana de Condoto que vendía chontaduros frente al club San Fernando.

 Se trata de una escultura en bronce de 1,6 metros por 1,6 metros. “La obra estuvo lista luego de 2.000 horas de trabajo durante cuatro meses. Además de 210 kilos de cera de abeja, tres toneladas de yeso importado de Venezuela y setenta kilos de parafina del japón para aplicar la técnica de la cera perdida utilizada por las culturas precolombinas (1)”.

Los impulsores pensaban que sería pan comido colocarla en un buen sitio, “no encaramada en un pedestal como si fuera un prócer sino en medio del trajín cotidiano de la vida caleña (2)”, porque Cali es una ciudad que presume de ser incluyente, multiétnica y pluricultural, pero cuando quisieron hacerlo, se armó una tremenda polémica, pues parte de la ‘momiería’ caleña no quería —ni quiere— ver monumentos de negras en ninguna parte de la ciudad.

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En efecto, cuando en 1991, el monumento llegó de Bogotá, acompañada por una caravana de tres mil vendedoras de chontaduro, hasta el antiguo lote donde quedaba el hotel Alférez Real —al lado de La Ermita—, el alcalde Germán Villegas Villegas, ’el hombre del palustre’, impidió su colocación con un escuadrón de la policía, “con el argumento de que allí se levantará un edificio gubernamental”, edificio que, por supuesto, nunca se construyó.

Los paisas, incluso, propusieron llevársela para colocarla al lado de la Gorda de Botero en el Parque Berrío de Medellín. Acá, simplemente, ’ni hacharon ni prestaron la raja’.

Así las cosas, los socios del club se vieron obligados a empotrarla debajo del majestuoso samán, en los jardines contiguos a la piscina del club san fernandino.

Allí permaneció por muchos años hasta que, en 2006, el presidente del Club, Jaime Caicedo, un político conservador que había sido subcontralor del departamento, le vendió el edificio y los terrenos, ante una crisis económica y pese a la oposición de los socios, a Bernardo Pinzón Rivera, quien resultó ser un testaferro del famoso narcotraficante Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta.

Obvio que La Negra también fue vendida, pues era parte de la transacción, como bien por adherencia.

Según Víctor Manuel Hernández, presidente de la junta que intentaba salvar al club, Caicedo “montó un sistema de componendas, amenazas, constreñimiento ilegal y toda clase de irregularidades para allanar el camino hacia la tortuosa negociación (3)”. La mafia procedió a demoler las edificaciones para construir un centro comercial. Al poco tiempo todo estaba abandonado, enmalezado y en ruinas. Además, Pinzón Rivera fue asesinado en España dos años después.

La noche anterior a la entrega del club a la mafia, unos socios suicidas decidieron rescatar el monumento y salvarlo de su pérfido destino. Con arrojo lo desempotraron, lo metieron en un vehículo y lo llevaron a una bodega secreta contigua a la galería Santa Elena. Luego tapiaron la entrada para resguardarla e imposibilitar cualquier intento de rescate por parte de sus nuevos dueños. Allí, la negra permaneció prisionera por seis largos años.

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En febrero de 2009 el predio fue incautado —como era de esperarse— por la Dirección Nacional de Estupefacientes.

Los socios, comandados por Víctor Manuel Hernández, persistieron, sin éxito, en que los alcaldes le dieran un lugar para sacarla del calabozo. Por su parte, Fabio Rodríguez también lo intentó cuando fue, por corto tiempo, concejal de la ciudad, y tampoco pudo lograrlo.

Por fin, el 30 de octubre de 2015, tras 25 años de conflictos y de espera, La Negra del Chontaduro volvió a pisar las calles de Cali, al asentar sus opulentas posaderas en la plazoleta del hotel Dann Carlton, en las cercanías del río Cali. Allá permanece, lejos del parque del Chontaduro, donde la esperan las platoneras de carne y hueso que ella representa.

La negra del chontaduro
Monumento Negra del Chontaduro, Cali (Valle del Cauca).

El alcalde Maurice Armitage intentó instalar el archivo municipal y hacer un parque en la antigua sede del club, pero el tiempo se le fue y no alcanzó a concretar el proyecto.

La Sociedad de Activos Especiales (SAE) le vendió a Jorge Iván Ospina el lote para construir el Centro Tecnológico de Innovación San Fernando. En estos momentos están arrancando las obras y el alcalde prometió un lugar para que no se pierda la memoria histórica del Club San Fernando.

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Lo cierto es que la ciudad aún les debe un multitudinario acto de desagravio a Alicia, a La Negra, a Fabio (Q.E.P.D.), a Víctor Manuel y a todas las platoneras de Cali. Pero más que un desagravio, lo que requerimos los caleños y vallecaucanos es mirar hacia Buenaventura, hacia el Pacífico, pues somos un departamento costeño que nunca podrá desarrollarse de espaldas al mar de Balboa, el mar de las oportunidades.


(1) El Tiempo. ‘La del chontaduro, una negra en apuros’. Por Francisco Quintero. 3 de septiembre de 1991.

(2) El Tiempo. ‘La Negra del Chontaduro’. Por Camándula. 16 de febrero de 1991.

(3) El Espectador. ‘La historia de la venta del famoso Club San Fernando, que ahora pertenece a Cali’. Por Jhordan C. Rodríguez. 26 de agosto de 2021.

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6 Comentarios

  1. Hernán Rodríguez Galvis

    Excelente artículo histórico que nos recuerda que Cali a pesar de ser la segunda ciudad más poblada de negros de Sur America, sigue siendo racista y misogina. Estas élites Caleñas dan vergüenza.

  2. Reinaldo Carvajal

    Las iniciativas escultóricas de Fabio Rodríguez G, hechas pensando en un profundo significado para Cali y el Valle, desgraciadamente no han tenido en sus coterráneos la acogida que estas merecían y no corrieron con la mejor de las suertes.
    La Negra del Chontaduro, como lo ha descrito claramente Pedro Luis Barco en este artículo que comentamos; fue despreciada por Germán Villegas como alcalde de Cali, a quien le tocó el momento de su creación y si mal no recuerdo, no la quiso instalar en el Parque Artesanal de la Loma de la Cruz, parque que fuera construido por su administración. Y recientemente colapsó por falta de mantenimiento de parte de la Cámara de Comercio, ya que ese era su compromiso, el Monumento a la Solidaridad, el único verdadero monumento que tenía Cali, por su magestuosidad. Las demás son pequeñas estatuas, colocadas sobre un pedestal, muchas de ellas condenadas al olvido.
    En mora está la comarca y sus fuerzas vivas , en rendirle un homenaje a Fabio Rodríguez G, quien ejerció la Predidencia durante 17 años, en la época de mayor auge del narcotrafico en la ciudad de Cali y no se dejó contaminar ni seducir por el dinero sucio de esta actividad, como si lo hicieron tantos cuando pasaron efímeramente por las posiciones de poder, bien fuera en el sector público o privado y hoy se atreven a posar de guías y centinelas de la moral de los vallecaucanos. Tuvo la iniciativa de crear desde la Camara de Comercio de Cali, ONGS que todavía tienen vigencia para el impulso de Cali y Del Valle, a pesar de que ya son muy pocos los que saben quien es el actual Presidente de la Cámara de Comercio de Cali.
    Tuve el honor de gozar del aprecio y la amistad de Fabio, a quien nuestra sociedad le echó de manera injusta, como al árbol caído, a la orilla del camino.Que buen gobernador Del Valle o alcalde de Cali hubiera sido.

  3. Victor Manuel Hernández

    Mil gracias por recoger la historia y rendir homenaje a la memoria de la artista Alicia Tafurt y el gestor de la idea Dr Fabio Rodriguez (Q.E.P.D) .
    Te agradecería mucho si me permites contactarte y concederme una entrevista personal.
    Mi celular: 315 5514123

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