Ni fútbol ni referendo
Los análisis electorales, en su mayoría, parecen más comentarios futboleros que políticos. Incluidos los del presidente Petro. Centran su atención en estudiar las cifras y las estadísticas para decir quién ganó y quién perdió; en qué departamento o municipio ganó este partido, en cuáles ganó el de más allá.
Con esa forma de entender los resultados de las más recientes elecciones solo se pueden concluir dos cosas: o bien, el o los partido que respaldan a Petro asumieron gobiernos regionales que antes no tenían en su haber, o los partidos opositores ganaron en municipios y departamentos en los que los partidos de Gobierno tenían mucha opción de triunfar, si se tienen en cuenta los resultados de las pasadas elecciones presidenciales.
Si sucedió lo primero, se concluye que ganó el Gobierno y eso muestra su fuerza arrolladora y su capacidad de seguir promoviendo las reformas que prometió en campaña y que, hasta ahora, se han bloqueado en forma sistemática en el Congreso de la República. Si lo que ocurrió es lo segundo, entonces, el Gobierno está en crisis y obligado a negociar con la oposición y a ceder en sus pretensiones reformistas.
Pues, resulta que pasaron ambas cosas.
El o los partidos de Gobierno o los de similar orientación ideopolítica ganaron en algunos municipios y departamentos en los que hoy manda algún partido o coalición de partidos críticos del actual Gobierno nacional; los partidos de oposición ganaron en algunos de los departamentos y municipios en los que la coalición del Gobierno nacional había obtenido la mayoría de votos en las pasadas elecciones presidenciales, ganadas por el presidente Petro.
Por ejemplo, en Amazonas y Nariño, los actuales gobernadores (Jesús Galdino Cedeño y Jhon Alexánder Rojas, respectivamente) se eligieron en 2019 con el aval de partidos que hoy se oponen al Gobierno de Gustavo Petro. En esos dos departamentos, ganaron el 29 de octubre pasado los candidatos a gobernador avalados por el Pacto Histórico.
Lo ocurrido en Bogotá y Cali permite ver la otra cara de la moneda: en las dos ciudades, perdió el Pacto Histórico millones de votantes. Petro obtuvo, en la capital del país, 2.253.997 votos para la presidencia de la República, mientras que, el pasado 29 de octubre, el candidato a la Alcaldía por el Pacto Histórico, Gustavo Bolívar, recibió alrededor de 600 mil votos. En Cali, mientras 657.597 personas votaron por Petro para presidente en 2022, solo 86.682 lo hicieron por Danis Rentería, candidato del Pacto Histórico.
Si usted toma como base para su análisis únicamente lo ocurrido en departamentos como Amazonas o Nariño, tendrá que concluir –como se afirma al principio de esta columna– que el Pacto Histórico triunfó en las elecciones regionales. Si, por el contrario, interpreta lo ocurrido solo a partir de lo que pasó en ciudades como Bogotá o Cali, deberá concluir que el Gobierno está a punto de colapsar por falta de apoyo ciudadano.
Pero las conclusiones de su análisis serán distintas si se da tiempo y espacio para percibir algunas de las sorpresas que nos trajo la jornada electoral.
La primera es que las coaliciones y partidos de Gobierno, tanto como las de oposición, ganaron –sorpresivamente– en algunos departamentos y ciudades en las que sus adversarios y competidores eran mayoría comprobada.
Eso querría decir que, en este país, no hay una mayoría política estable, permanente o sólida. Pero, también, podría indicar que aquí no hay inderrotables. En ninguna parte del país y de ninguna fuerza política.
En estas elecciones, desapareció la figura del gran elector nacional, de aquella persona que domaba el potro electoral y ganaba con solo hacer tronar su voz.
La segunda es que las personas, partidos y coaliciones que ganan en las elecciones nacionales no pueden, siempre, transferir sus votos a las candidaturas regionales que pretenden apoyar. Y, tampoco, viceversa. Quedó probado que ninguna candidatura regional pierde o gana según el padrinazgo o madrinazgo nacional que la promueva.
Por ejemplo, el senador Jonathan Ferney Pulido, que obtuvo la tercera más alta votación para el Senado en las elecciones de 2022 y es invitado permanente de la revista Semana, no pudo imponer a su amigo y candidato a la Gobernación de Santander.
No se trata, necesariamente, de un divorcio entre las elecciones regionales y las nacionales. Más bien, se puede interpretar que, en las regiones, la gente vota buscando la solución a los problemas de sus territorios o por simpatía directa con las candidaturas; al tiempo, perciben a los partidos, sin excepción, como fábricas y expendios de avales.
La tercera es que las dirigencias regionales de cualesquiera de las coaliciones nacionales pueden hacer ‘alianzas-sorpresa’ –en municipios y departamentos– con dirigentes de la coalición con la que están enfrentadas en el ámbito nacional. En la Cámara de Representantes o en el Senado, esas dirigencias son parte del Gobierno nacional y, en las elecciones regionales, se alían con partidos de la oposición para ganar una gobernación o una alcaldía.
Es el caso de partidos como ADA y Fuerza de la Paz, aliados del Gobierno nacional y que se juntan con las fuerzas opositoras en Tolima y Guaviare para ganar las gobernaciones respectivas.
Sin bloques políticos ni mayorías estables y duraderas; sin partidos en los que las instancias regionales obedezcan a directrices nacionales y con partidos cuyos dirigentes se dividen para ser, al mismo tiempo, parte del Gobierno nacional y de la oposición, no es posible determinar quién ganó y quién perdió las elecciones.
En cambio, se puede decir, con pocas dudas, que estas elecciones regionales han creado un nuevo escenario político:
El Pacto Histórico y sus aliados tendrán que gobernar, ejercer el poder, para favorecer a toda la ciudadanía; deberán hacerlo con todas las personas elegidas en todas las regiones de Colombia, con independencia de sus afiliaciones políticas e ideológicas.
Al mismo tiempo, la dirigencia, los partidos y las coaliciones de oposición pueden constituirse en alternativa de poder. Eso las obligaría a generar un discurso y una actividad centradas en denuncias documentadas y comprobables acerca de posibles equivocaciones de la coalición que hoy gobierna y en propuestas de macropolítica que sean deseables y viables.
Mientras las personas y grupos de todas las orillas ideológicas hacen lo que les corresponde para convertirse en protagonistas del momento político, podrían, también, construir nuevos liderazgos y edificar partidos o movimientos que actúen con coherencia en las elecciones venideras.
Líderes, lideresas y estructuras partidarias fue lo que les hizo falta en estas elecciones regionales, tanto al Pacto Histórico para consolidarse como fuerza política decisiva en todo el territorio nacional, como a los partidos y movimientos opositores para hacer de estas elecciones un referendo contra Petro y su Gobierno.
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