Nosotras, las gentes
La gente está alerta para que se haga el cambio prometido. No olvida que ella es el poder que se construye a diario en su resistencia cotidiana, en cada casa, en cada calle.
Los recientes resultados electorales muestran que, durante las movilizaciones sociales de los últimos años, la sociedad colombiana hizo un ejercicio pedagógico que la liberó del miedo
Quienes participaron directamente aprendieron a protestar, a resistir y a defenderse de la brutalidad policial sin acudir a las armas. Muchas personas que no se involucraron vieron y sintieron lo que pasaba en la calle. Aprendieron que la ciudadanía tiene la potencia suficiente para enfrentar el poder del Gobierno y derrotarlo.
Por eso, esta vez, no funcionó la receta de infundir terror para que se votara por quien ofreciera más seguridad y brutalidad. Esta vez, la razón principal del voto no fue el miedo. Liberada de él, la gente reconoció su propia valentía y entendió que las transformaciones se logran mediante una mezcla cuidadosa de potencia multitudinaria en la protesta y de votación masiva por el cambio en los días de elecciones.
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Por el mismo camino, la gente supo que no debe someterse al capricho y a los intereses individuales de quienes gobiernen, aunque haya votado a su favor. Ellas y ellos son servidores públicos a los que se les remunera con los impuestos que paga la ciudadanía.
Veremos si las personas recientemente elegidas para Congreso, Vicepresidencia y Presidencia pueden gobernar para la nación entera y si encuentran el modo de hacerlo sin traicionar, ni traicionarse. No es fácil.
La ciudadanía está y estará vigilante y será exigente, tanto en relación con la vida y obra de Gustavo Petro y Francia Márquez, como con la labor que adelanten quienes legislarán.
Acerca de la ética y moralidad del presidente y de la vicepresidenta, no hay dudas. Les han esculcado, hasta con saña, sus vidas pública y privada y no se les ha encontrado nada reprobable o que haga dudar de lo que será su gestión de gobernantes. No se puede decir lo mismo de todas las personas que conforman la coalición que apoya al gobierno entrante.
Se sabe que algunas de ellas han sido clientelistas y han vendido su voto en más de una ocasión en busca de ventajas políticas y contractuales para sí o para familiares y relacionados. Otras han sido corruptas: siendo funcionarios públicos, exigieron y recibieron dinero a cambio de contratos entre particulares y el Estado o “regalitos”, como reconocimiento a su gestión en favor de contratistas.
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Otras personas, también pertenecientes a la coalición de gobierno, han tenido discusiones agrias que han hecho conocer acerca de quién merece ocupar la presidencia del Senado. Se portan como si no hubieran entendido que son servidores públicos y que, para gobernar en nombre de la gente, es absolutamente irrelevante su lucha por la figuración y el reconocimiento individual.
Igualmente es claro que el llamado “sonajero”, ese juego de hacer sonar nombres para ocupar altos cargos del Estado, es una manera de ambientar la llegada al Gobierno de personas con las que, quienes juegan, tienen coincidencia de intereses y, a veces, posibilidades de lograr puestos, contratos o alguna otra preferencia. No se hace sonar gratis a nadie.
Ahora mismo, por ejemplo, los medios de comunicación y no pocos formadores de opinión están presionando para que el presidente electo forme un gabinete con evidente sesgo continuista. Como si no se hubiera prometido un cambio. Para los ministerios, “hacen sonar” a integrantes de gobiernos anteriores. Y no se sabe qué tan comprometidas estén esas personas con el programa que ganó las elecciones.
Como dije antes, la ciudadanía está y estará pendiente del destino de los dineros públicos, de la transparencia y las prioridades con las que cada funcionario asuma su trabajo y de que los expertos en gabinetología no metan gato santista, como si fuera liebre del Pacto Histórico.
La gente está alerta para que se haga el cambio prometido. No olvida que ella es el poder que se construye a diario en su resistencia cotidiana, en cada casa, en cada calle; cuando hace sus labores, cuando protesta y pone el pecho para no morir en el intento, y cuando vota. Los servidores públicos son un gobierno que elegimos nosotras, las gentes.
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Recibir nómina no puede ser el objeto por excelencia del respaldo al nuevo gobierno; se requiere que el legislativo discuta y acoja la serie de reformas que apuntan al verdadero cambio: deficiencia tributaria, reforma agraria, regimen de contratacion publica.Si esto se mueve se mueve el resto.