José Antonio Ocampo y Cecilia López, repetitivos, bicéfalos, estatizantes y solipsistas
Dos de los más importantes ministerios, los de Hacienda y Agricultura, han recibido como titulares en el nuevo gobierno a José Antonio Ocampo y Cecilia López Montaño, respectivamente, que, en el pasado han funcionado casi como dos hermanos gemelos burocráticos. Ambos ocuparon la cartera de Agricultura y el Departamento Nacional de Planeación en el gobierno de Ernesto Samper; dupla que se ha paseado por las altas esferas de los más variados cargos del orden nacional e internacional; los dos tienen un pensamiento socialdemócrata un poco trasnochado (socialdemócratas de regadío, les dicen en ciertas latitudes).
Pareja esta que suma más de 32 cargos en sus profusos y frondosos curriculums. Muchos de los cargos, de experiencia y función, los han desempeñado, no en el siglo pasado sino en el milenio anterior.
Ocampo, jubilado, cumplirá 70 años próximamente y la doctora López, con sus 79, y posiblemente también pensionada, realizan una suma de 149 entre los dos. La experiencia importa, pero en exceso pesa. Estas cifras y el contenido de sus hojas de vida son una garantía de que no van a improvisar, aunque el riesgo es que tampoco vayan a actualizarse, a innovar, sino a regresar a las de hoy no tan doradas percepciones sociales y económicas de hace 40 o 50 años, época en que tuvieron su mando y nómina.
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Y si hacemos un balance de sus innúmeros e importantes cargos, llegaremos a la misma conclusión de un historiador español, sobre un personaje tan burocrático y parecido a nuestros dos futuros ministros: “Nunca había sido demasiado de nada, aunque siempre estuvo en todas partes”.
Repiten, retornan, no sé si como aquellas golondrinas de Becquer —que espero no sean negras— y ni siquiera con la descolorida y nostálgica recordación de los experimentos idos, fallidos y, para mí, no repetidos ni repetibles.
Desde los hititas, antiguo pueblo del siglo XVII antes de Cristo, ya se usaba en los emblemas heráldicos el águila bicéfala, con dos cabezas, una mirando hacia la izquierda y la otra hacia la derecha. Igual los zares. Así, políticamente hablando, los designados López y Ocampo, han teorizado algo hacia el progresismo, pero siempre han permanecido, como los de la derecha —aunque con muchas reservas—, dentro de lo que es el establecimiento de la libre empresa y del mercado.
No podría afirmar si su parte que mira hacia la izquierda es algo superficial, como aquellos que llaman en España los ‘rabanitos’, rojos por fuera (izquierda) y blancos por dentro (derecha), pero ‘siempre al lado de la mantequilla’.
Estatizantes, en el sentido que le da a esta palabra el diccionario de economía, o sea partidarios de un amplio control de los agentes económicos por parte del Estado, para lo cual se considera necesario un vasto y espacioso crecimiento de la estructura estatal. En mejor señalamiento, esta es la palabra que mejor se le acomoda a lo que piensa el presidente Petro: estatizante. Recordarla bien: estatizante. En la campaña, el candidato triunfante conjugó bien el verbo estatizar: repartir alimentos, crear subsidios, emitir billetes, crear ministerios, comprar y almacenar el carbón; distribuir mesadas de 500.000 pesos a los adultos mayores, apropiarse de los dineros de las pensiones, acabar con las EPS, elevación de aranceles, desconfianza con los tratados de libre comercio, creación de un sistema oficial y único de salud. Y, lo más caliente, darles un empleo público a todos aquellos que lo soliciten, lo cual implica una desmesurada inflación en el tamaño oficinesco del Estado central. En esto, en reciente reportaje, estuvo de acuerdo el postulado próximo Minhacienda, el doctor Ocampo que, con la proyectada reforma tributaria, conseguirá mucho dinero oficial, sí, pero empobreciendo, en general, el resto de la economía nacional.
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Solipsista, a ratos. En ciertas horas de desconsuelo y pesadilla, me da por pensar que el presidente (y también varios de sus anunciados ministros), por sus posiciones y antecedentes, va a actuar como un puro solipsista, o sea con la creencia subjetiva de que la existencia de las cosas se contrae a aquello que piensa el propio yo. Esta ha sido la usanza de aquellos que se maridan con ciertas ideologías, rígidas, bien de izquierda o bien de derecha. En la oposición podrían ser exitosos; en el gobierno, un desastre.
De la mezcla de estas cuatro situaciones me temo mucho que habrá de resultar un coctel nada sabroso para la gran mayoría de los colombianos.
3 Comentarios
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👏👏👏
Como todos excelente