‘Pachinko’, un drama coreano imperdible en AppleTV+
Aunque habla del peso de la inmigración y del destierro, no es una serie trágica. Pachinko muestra las injusticias de la época, pero sin fetichizar el sufrimiento, sin volverse ‘trauma porn’.
En un episodio de Pachinko, una mujer coreana dice que sus hijos, nacidos y criados en Japón, “no conocen el lenguaje en el que su madre sueña”. Esa frase me pareció bellísima, además de tristísima, y me hizo entender mucho de la lucha de las personas migrantes y colonizadas en este drama de AppleTV+. Soo Hugh, escritora, productora y showrunner, adaptó la novela del mismo nombre, escrita por Min Jin Lee, que sigue a varias generaciones de una familia coreana que se ajusta a cambios políticos, económicos, geográficos, culturales y personales.
Cuando la empecé a ver, lo primero que me atrapó fue la canción de la secuencia de los créditos, que es la mejor que he visto en lo que va del año (y quizás la mejor que he visto en varios). Acá, ‘saltar intro’ no es una opción. Mientras suena la canción de 1967 Let’s Live for Today, de The Grass Roots, empieza con imágenes evocativas del pasado difícil, fotografías viejas que me hicieron pensar en los créditos de The Americans, pero después pasa rápidamente a colores vibrantes mientras el elenco de la serie baila, con sus trajes de distintas épocas, rodeados de máquinas coloridas de pachinko, un juego parecido al pinball. En ese momento entendí que, aunque iba a ver una serie que tocaría temas duros, lo que primaría sería la esperanza.
Eso me flechó: que, aunque habla del peso de la inmigración y del destierro, no es una serie trágica. Pachinko muestra las injusticias de la época, pero sin fetichizar el sufrimiento, sin volverse trauma porn (un término que se usa para referirse a creaciones audiovisuales que muestran el dolor y el trauma en cantidades excesivas por el bien del entretenimiento). Este drama coreano, más que concentrarse en el trauma, se concentra en la resiliencia de toda la familia, pero en especial de la matriarca Sunja, protagonista de esta historia.
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Sunja es el centro de todo. Nació en la Corea recién ocupada por Japón a principios del siglo XX y con ella arranca la historia de esta familia. En esta temporada, la vimos interpretada por tres actrices: Yuna como la Sunja, de niña; Minha Kim como una joven esposa y madre; y por la ganadora del Óscar (por su papel en Minari) Yuh-Jung Youn, cuando Sunja ya es adulta. Y aunque cada actriz aporta algo importante, la versión de Minha Kim es la que más me llevo en la cabeza, porque es la que vemos en los años más duros de la vida del personaje. Su mirada y su expresión es al mismo tiempo ingenua y fuerte, mientras vive en su Corea natal, se muda a Japón, el país de sus colonizadores, y décadas después cuando su nieto ‘exitoso’ vuelve de Estados Unidos.
Otro personaje que me encantó es interpretado por una superestrella coreana, Lee Minho, más conocido por el k-drama Boys Over Flowers. Acá hace de Hansu, el primer amor de Sunja, un hombre mayor enredado en negocios turbios y con un pasado trágico. Él es el protagonista de un episodio impresionante ya casi al final de la serie, en el que vemos la devastación del Gran Terremoto de Kantō, en 1923, una de las tragedias que más afectó a Japón en un momento en el que se debatían si abrirse al mundo occidental o expandirse militarmente, y que sería determinante en los años siguientes.
Las relaciones de los personajes con sus territorios (la mujer que no ha vuelto a su país natal en décadas, el inmigrante que quiere asimilar la nueva cultura a toda costa, la madre que llora cuando su hija se va en el barco que zarpa, la señora que se niega a vender su casa en el país del colonizador como acto radical de resistencia) son interesantísimas y muy profundas de explorar. El territorio es importantísimo. Es parte de la identidad. Por eso la colonización es una experiencia traumática, porque las personas siguen, en teoría, en su propio territorio, pero sintiéndose como extraños en él. Y la colonización de Japón en Corea es un evento histórico que tiene efectos que de este lado del mundo no conocemos muy bien, hasta el día de hoy.
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Aunque eso que acabo de escribir hace sonar a la serie como una clase de historia, juro que, aunque Pachinko sí es educativa, no es una serie que se sienta como hacer tarea. Viéndola he aprendido de cultura, historia y política de Japón y Corea, porque apenas terminaba un episodio, quedaba con ganas de ir a ‘googlear’. Y hasta he logrado identificar una que otra palabra de coreano y japonés, porque los subtítulos aparecen en colores distintos según del idioma en el que los personajes hablan. Y eso me encanta: que las series me muestren cosas que no conozco —sin dármelo todo masticado y súper explicado—, sino que causen en mí una chispa de curiosidad que me haga correr a leer más, a averiguar más, a aprender más.
AppleTV+ confirmó que la serie tendrá una segunda temporada (y la creadora quiere que sean cuatro en total). Todavía quedan muchos huecos por llenar y me muero de ganas por ver más. Quiero ver, por ejemplo, qué pasará cuando Japón entre a la Segunda Guerra Mundial, o qué fue lo que pasó con Noa, el hijo mayor de Sunja. Todavía queda mucho más por aprender, por conocer y por entender de esta historia que, aunque no me hace pensar “esa soy yo” (y no tiene por qué hacerlo), sí tiene una resonancia universal, porque es una historia de exploración de la libertad y de la identidad.
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La persona que hace este comentario sobre la actuación del sr Lee no sabe de actores y de cómo deben dedicarse a un personaje, máxime con la exigencia de hablar 3 idiomas. Ese 7mo episodio, no estaba en el libro. Tampoco debe haber sentido y pasado por un terremoto de esa magnitud como no lo hizo el director del capítulo mencionado. Todo lamentable, un engaño para que entrara en Corea del Sur.