No solo es la papa: la zanahoria también agrava la crisis de los campesinos en Colombia
Los altos precios de la papa y los bajos precios de la zanahoria son las caras de la misma moneda: la de la crisis del pequeño productor agrícola colombiano.
En estos días estuvo de tendencia la noticia de los altos precios de la papa. En medios de comunicaciones y redes sociales se informó que, en las tiendas de barrio, los colombianos estaban pagando entre 4.000 y 6.000 pesos por libra del producto, cuando el año pasado costaba entre 800 y 1.200, incluso menos.
Por su parte, el Sistema de Información de Precios y Abastecimiento del Sector Agropecuario del Dane reportó que en enero el costo de la papa para mayoristas alcanzó 2.648 pesos el kilo, una variación del 31,54 por ciento con respecto al valor reportado en diciembre del año pasado. Y si se comparan las cifras del mes pasado con las de enero de 2021, el aumento es exponencial ya que en ese momento el kilo costaba 877 pesos.
Explicaciones a este fenómeno se han dado todas. El alto precio del dólar, el incremento por encima del ciento por ciento de los fertilizantes e insecticidas, la reducción del área cultivada, las pérdidas de cosechas por el paro 2021, la reactivación económica y el aumento de la demanda son los elementos de la ecuación del desmesurado crecimiento del precio de la papa.
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Un problema estructural
Si bien las razones dadas por expertos y actores del gremio son acertadas, lo sucedido con la papa “no es un problema de microeconomía –dice Aurelio Suárez, analista económico– sino estructural que abarca todo el modelo económico aplicado en la agricultura que deja al vaivén tanto de los factores internos como de los choques externos a los pequeños y medianos campesinos”.
“Por ejemplo, el aumento del precio del dólar –continúa Suárez– afectó irremediablemente los precios de los fertilizantes, generando sobrecostos de producción en la papa y en una buena cantidad de cultivos en lo que la dependencia a este tipo de productos químicos es alta (en la papa es del 40 o 45 por ciento del costo de producción)”.
El incremento del dólar no es el único factor para entender el sube y baja de los precios en los productos agrícolas. De hecho, los costos de producción por cuenta de un dólar alto no necesariamente significa que un producto agrícola valga más. Hay otros factores que influyen en el precio final como, por ejemplo, el aumento o disminución del área sembrada. En el caso de la papa, su alto precio se debe, entre otras cosas, a que hubo una reducción importante del área sembrada. Esto significó que los paperos tuvieran un margen de ganancia.
Por el contrario, el precio de la zanahoria comenzó a bajar durante el segundo semestre del año pasado, tiempo en el que los fertilizantes y otros insumos comenzaron a aumentar de costo. Aunque en enero el precio de la hortaliza subió, no lo hizo en la proporción suficiente para compensar el incremento del valor de la producción. En consecuencia, los campesinos que sembraron zanahoria escasamente han podido recuperar su inversión o han tenido pérdidas.
“Sabemos que los que viven en las ciudades están sufriendo por el alto precio de productos como la papa y la zanahoria, pero lo que ellos no saben es que acá en Ventaquemada, y otros pueblos boyacenses, los pequeños y medianos campesinos estamos en una crisis porque a duras penas logramos cubrir lo que cuesta sembrar. Los precios de la papa nos están dando un pequeño respiro, pero en la zanahoria nos estamos yendo a pérdida. Y así hay muchos productos más”, le dijo a Diario Criterio Rosa Elvira Rivera Pulido, líder rural.
“No nos estamos volviendo ricos”
Don Manuel y don Roberto Ruíz son dos hermanos que se han dedicado a sembrar papa desde que eran jóvenes. Don Manuel, con más 70 años de edad, le lleva cerca de 20 años a Roberto. Ambos explican por qué, pese a los precios altos, el sector de los paperos no vive una bonanza económica.
“La papita está un poco costosa, pero si miramos a fondo el problema, lo poquito que se está sacando no da para llenarnos los bolsillos de plata, porque sembrar papa tiene mucho costo. Además, estamos pagando las deudas de los años anteriores, medio estamos recuperando“, dice don Roberto.
Según él, en condiciones ideales, una buena cosecha deja entre 30 y 36 bultos de papa de 50 kilos por dos bultos de semilla sembrada. Esa relación significa que, para empezar a obtener ganancia, debe vender el bulto por encima de 60.000 pesos. Sin embargo, como pocas veces esa expectativa se cumple, el precio del bulto comienza a crecer en la media en que la producción sea menor.
En la actualidad, a esa ecuación de rendimiento de la cosecha se ha sumado el costo de los agroquímicos que se han incrementado en más del ciento por ciento. “Si antes la semilla de papa se conseguía en 30.000 o 50.000 pesos, el bulto ahora está entre 150.000 y 180.000. Y una caneca de aplicación de 200 litros, donde va el insecticida, el fertilizante y el fungicida, hoy está en unos 1.500.000 pesos cuando antes salía por 500.000 o 600.000”, dice Marisol Rojas, comerciante de agroinsumos.
Un coletazo de la crisis de 2020
El alto costo de la papa está ligada a las consecuencias de la crisis del año 2020, cuando los paperos tuvieron que salir a vender el bulto del tubérculo en las carreteras de Cundinamarca y Boyacá a irrisorios precios que oscilaban entre 10.000 a 20.000 pesos. En ese momento muchos pequeños y medianos cultivadores se quebraron y, como explica Rosa Elvira, no tuvieron el dinero suficiente para invertir en los cultivos de 2022, lo que ocasionó una reducción del área de papa sembrada.
Esa situación la vivió Raúl Antonio Rivera, que antes de 2021 sembraba “unas cuatro o cinco hectáreas”, y ahora solo siembra “una hectárea porque no hay presupuesto“. De acuerdo con los datos dados por el gerente de Fedepapa, Germán Palacio, a distintos medios de comunicación, la crisis de 2021 llevó a que cerca de 10.000 hectáreas dejaran de ser sembradas con papa. Los más perjudicados fueron los pequeños cultivadores que migraron a otros cultivos más baratos o que simplemente no pudieron cultivar.
Los que sobrevivieron a la crisis tuvieron que vender “el ganadito”, refinanciar los créditos y apoyarse en la solidaridad familiar para conseguir el dinero suficiente y sembrar una que otra hectárea. No obstante, han tenido que enfrentar otra consecuencia de la crisis de 2020: el aumento del costo de la mano de obra.
Los pequeños y medianos campesinos contratan entre 10 y 15 jornaleros por hectárea para las distintas etapas del cultivo de papa. En 2020, la caída del jornal llevó a muchos trabajadores agrícolas a emigrar a las ciudades. Ahora “no se encuentra mano de obra porque la mayoría de gente no vive en el campo, se fueron para las ciudades y eso ha significado que el costo de la mano de obra haya aumentado”, cuenta don Manuel.
Así las cosas, buena parte de los altos precios de la papa está destinada a cubrir esos sobrecostos y un porcentaje de las ganancias son para cubrir las deudas de 2020 y las adquiridas para sembrar en 2021.
La zanahoria: la otra cara de la misma moneda
Si la papa está dejando uno que otro peso de ganancia a los agricultores, pese a la crisis de 2020 y a los sobrecostos de producción, con la zanahoria no se ha corrido la misma suerte. Durante el segundo semestre el aumento del precio de los insumos ha ido de la mano de un descenso de los precios de la hortaliza, que ha mermado su rentabilidad. De hecho, muchos pequeños y medianos campesinos que antes cultivaban papa han afirmado que en las últimas cosechas han perdido parte de su inversión.
“La zanahoria es donde se ha visto el mayor choque en precios porque no ha querido subir. La carga (dos bultos) no ha subido más de 130.000 o 120.000 pesos. Escasamente el agricultor medio recoge lo que invirtió”, dice Marisol.
Raúl Antonio, que además de sembrar papa cultiva zanahoria, afirma: “Con el aumento de los insumos ahora se necesitan unos 15 millones por bajito para cultivar una hectárea, cuando antes bastaba con 6 o 7 millones”. Según él, para recuperar la inversión la carga de zanahoria se debe vender entre 100.000 y 120.000 pesos. Sin embargo, hay momentos en que solo la pagan a 80.000 pesos.
¿Por qué ocurre esta situación? Los campesinos entrevistados por Diario Criterio coinciden en que uno de los principales problemas es la manera en que se comercia.
Luego de cosechar la zanahoria, los campesinos la llevan a los lavaderos en donde pagan alrededor de 12.000 pesos para que la limpien y empaquen. En teoría, los bultos deberían pesar 50 kilos, pero los costales se llenan hasta su tope y sobrepasan los 68 kilos. Los comerciantes no pagan por peso sino por bulto. Palabras más palabras menos, esto significa que el campesino termina “regalándole” al mayorista parte de su producción.
Para remediar esta situación, en agosto del año pasado, los cultivadores de zanahoria y demás actores se reunieron con el Ministerio de Agricultura. Allí se acordó que, a partir del 19 de enero de 2022, los bultos no deben sobrepasar los 50 kilos. Ha pasado un mes y esta reglamentación, que también regula el peso de otros productos, como la arracacha y la remolacha, no se ha aplicado.
“Hoy quiero hacer un llamado al Ministerio de Agricultura para que apliquemos la norma y los bultos salgan empacados de 50 kilos. No soportamos más pérdidas”, reclama Rosa Elvira.
La desprotección en el campo
La regulación del peso de los bultos de zanahoria no solo se hizo para mejorar los ingresos de los cultivadores sino para preservar la salud de los coteros. Arsenio Torres, de más de 60 años, se gana la vida cargando bultos en los lavaderos de zanahoria. A su edad, echarse al hombro un bulto de más de 50 kilos (cuatro arrobas) le ha causado problemas en la salud y ha afectado los ingresos.
“A mí me están pagando 600 o 700 pesos por unidad y cargar bultos de seis o siete arrobas se le tira la salud. A uno, a esta edad, un bulto de siete arrobas ya le queda difícil. En cambio, un bulto de cuatro arrobas lo puede lidiar. Por eso el bulto debe quedar de cuatro arrobas“, dice Arsenio.
Rosa Elvira cuenta que las hernias discales en el gremio de los coteros son el pan de cada día, con el agravante de que casi la totalidad de ellos no cuenta con seguridad social, ni con los recursos para tratar la afección. “Este es tan solo uno de los tantos casos que dejan al descubierto la desprotección en la que estamos. Aquí el que deja de cultivar o trabajar por razones de salud está abandonado a su suerte, a la caridad de amigos y familiares”, dice ella.
Este es el caso de Gonzalo López, un pequeño agricultor que hace cinco años tuvo que dejar de cultivar porque le dio fibrosis pulmonar y escleroderma en sus manos. Mientras se retira unos guantes negros de algodón para mostrar los estragos de la enfermedad, don Gonzalo cuenta que constantemente padece de dolores en sus manos: “Es como si me quemara con agua caliente. No puedo hacer ningún trabajo y no tengo seguridad social para lograr una pensión. En el campo, nosotros los campesinos, los pobres, estamos llevados”.
Los pequeños y medianos productores agrícolas piden que no solo sean noticia por la subida o bajada de los precios. Hacen un llamado a los habitantes de las ciudades para que entiendan que si el costo de sus productos sube no es por capricho de ellos. Y al Gobierno le exigen programas integrales que cierren la brecha de desigualdad rural y que protejan la economía campesina para que ellos no estén al vaivén de fenómenos como el incremento del dólar y de los insumos.
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