‘Pater’ Petro

Los hijos de Petro y ‘Zurriaga’ no son más que colombianos educados bajo la moral de sus padres que, por distante que parezca (se está revelando), no es tan distinta como se quiere creer“.

Isaac, el hijo de Abraham, sobrevivió de vainas cuando por cuenta de una orden de Dios: su padre le iba a clavar una daga en el corazón, pero se salvó del ataque mortal gracias a que el padre eterno, sobre el último segundo, se arrepintió y le dijo a Abraham que todo era una chanza para poner a prueba su lealtad.

Macabra historia que pasa fluida por los criterios de los creyentes que no parecen darse cuenta de la perversidad que yace en semejante prueba de fe.  

Suerte tuvo el niño Isaac de que la voluntad divina intercediera por él y que su Padre, el memorable Abraham, no tuviera intenciones propias de aniquilarlo y, por el contrario, celebrara la contraorden de ‘Papá lindo’ de que no lo asesinara.

Menos suerte tuvieron los hijos de dos patriarcas colombianos que se batieron en las justas de llegar a la Presidencia de la República de Colombia, Gustavo Petro y ‘Zurriaga’, onomatopeya ruidosa que acuñó aquella ciudadana que anunció su voto por Santos, cuando este era el contendor de Óscar Iván Zuluaga, en la carrera por la vacante del Palacio de Nariño.

Ni Nicolás Petro ni David Zuluaga recibieron el auxilio postrero de ‘papá lindo’ para impedir que sus padres los arrojasen a las fauces de sus enemigos. Como con el “yo no lo crie” de Gustavo Petro, por más adobado que esté con disculpas heroicas, como aquella que el mandatario le dio a Daniel Coronell, en la que se sacudió la responsabilidad de las aparentes actuaciones delincuenciales de su hijo, aduciendo que en la época de crianza de “el otro Nicolás”, él, Gustavo Petro estaba muy ocupado luchando por la justicia social y no tenía tiempo de educarlo bien. 

Lea, de Mauricio Navas: El temor a Dios

Dicho en corto, la culpa de las malas costumbres y de la maltrecha conducta de su hijo la tenemos nosotros, los colombianos, que, además, tendríamos que estar agradecidos con Petro por haber abandonado a su hijo en nombre de la causa del pueblo.

De pasada, en la misma entrevista con Coronell, nos adjudicó el maestro del sofisma, la responsabilidad por las acciones dudosas de su hermano, a quien disculpó de los hechos señalados durante la campaña, por cuenta de que el pobrecito también ha sido víctima de las injusticias propias de Colombia (plataforma de pensamiento ético muy conveniente para deshacerse de responsabilidades). 

En el otro extremo (lo de extremo está por verse) aparece el candidato ‘marrano’ del Centro Democrático, que ha expuesto una indignidad memorable prestándose para ser muñeco espantapájaros de Álvaro Uribe, último que lo ha usado, descartado, vuelto a usar y ahora lo escupe cuando las costuras del mamarracho se rasgaron y dejaron ver que el relleno no era lana vieja, sino la misma felpa de corrupción que nutre a la mayoría de los copartidarios del hombre de los 6.402 muertos inocentes.

Puede leer: La soledad de los Zuluaga y la historia con Odebrecht que los tiene ante la justicia

David Zuluaga, otro hijo inmolado que tampoco tuvo la suerte de que el presidente eterno le salvara de recibir el golpe mortal proveniente de su padre que, a su vez y al igual que ‘Pater’ Petro, lo llevó a la entraña de su campaña, en donde se remojaron inocultablemente en el caldo de la corrupción que el de la izquierda prometió erradicar y que el de la derecha se esforzó en esconder.

Dos paternidades, dos vínculos familiares de primer grado, dos hijos de las entrañas, dos jóvenes portadores de gran potencial, dos madres tenues y, concluyentemente, dos padres desleales, traidores y letales para sus críos.

Decir que no lo crio no es una respuesta, es la revelación de un síntoma de perversión inocultable e indiscutible de parte de un adicto a la notoriedad y al poder que goza de una gran versatilidad lingüística, suficiente para neutralizar con su cuento de culebrero al periodista emblemático de la buena prensa colombiana.

Puede leer:
🔗¿El Proceso 15.000 de Gustavo Petro?

🔗El ‘elefante’ de Petro, un escándalo que podría sacudir a la familia presidencial

A 180 grados del espectro oficial y de la izquierda, está el ‘buen papá Zurriaga’, que exclama, en conversación rastrera con su cómplice de pecados, que es hombre de Dios y de buenas costumbres, y está listo para poner la cara por su hijo y por los inocentes que le ayudaron a quedarse con más de un millón y medio de dólares mal habidos y signados con el rótulo soterrado del soborno.

Ambos, cuando candidatos coloridos de buenas costumbres, dicen ellos, se treparon a la tarima con el adorno de ser hombres de familia que, a la primera de cambio, se llevaron por delante la vida de un hijo, hijo que no es menos responsable por serlo, porque las edades y posiciones de estos dos herederos hacen exigible que hubieran tenido el criterio y el carácter para llamar la atención de sus progenitores o, en el mejor de los casos, apartarse de la campaña, seguramente en silencio, pero apartarse.

Colombia pasa rápidamente por estas consideraciones, en breve se cambia de tema y el asunto de la familia se arrincona en el cajón de los comentarios de cocina y de farándula. Para los colombianos, esto no es lo grave, porque digámoslo de una vez por todas: la fuente de la corrupción de este país se afinca en el seno del hogar, por eso, en esta tierra, la corrupción no se nota.

Lea, de Mauricio Navas: FucksNews’, el noticiero menos informado, pero con más ‘testosterona’ de Colombia

La familia colombiana es disfuncional, por bonita que se vea los domingos en el almuerzo de los abuelos. Porque a los colombianos les cayó bien como postulado ético y pedagógico ese famoso aforismo hecho célebre por Andrés López en su Pelota de Letras: “Es que, mientras usted viva bajo el techo de esta casa…”,  que, dicho en sencillo, somete la identidad del hijo o la hija a los caprichos del progenitor o progenitora bajo la fuerza del poder monetario.

Quiere decir: “Usted no tiene derecho a ser quien es, en la casa en la que nació, porque el que manda es el que tiene el billete y, como usted no lo tiene, no tiene más derechos de los que yo le otorgue”, ergo, para ser hay que tener —no importa si es en la casa en la que nació—, y usted no tiene un centavo.  

Los hijos de Petro y ‘Zurriaga’ no son más que colombianos educados bajo la moral de sus padres que, por distante que parezca (se está revelando), no es tan distinta como se quiere creer. Padres que se pavonean como machos fértiles, ostentando las encarnaciones de sus espermatozoides, pero que, en las justas del afecto, hacen uso de sus hijos como piezas, empleados o esclavos… como aquel que le hacía vomitar al hijo la bebida que ya había tomado a la brava, para que la volviera a saborear.   

Lo aterrorizante, entonces, es calcular qué estará pasando en el resto de casas del mejor país del mundo.

P.D: Los invito a mis conversaciones en El podcast de los que son.
No se pierda: La soberanía de San Andrés se consiguió a costa de sacrificar las Islas Mangles, por culpa de un mareo

3 Comentarios

  1. Excelente mauricio!, la manera como enfocas el tema desde la base real de la gran mayoría de los problemas de la sociedad Colombiana ( el núcleo familiar, el hogar) donde con el mayor descaro del mundo hemos normalizado: las trampas , el chanchullo, la ley del vivo vive del bobo, en fin el peor cáncer de todos los gobiernos : La corrupción .

Deja un comentario

Diario Criterio