Conversaciones de paz y obstáculos en la cultura
El mismo día en el que el ministro de Defensa, Iván Velásquez, informó que las Fuerzas Armadas mataron a alias Tuvia, comandante del Frente de Guerra Darío Ramírez Castro, del Ejército de Liberación Nacional (ELN), Otty Patiño, jefe de la delegación gubernamental en la mesa de negociaciones con esa guerrilla, dijo en entrevista con BluRadio: “Es necesario acordar cese bilateral con el ELN en la próxima ronda de conversaciones”.
Mientras un alto funcionario del Gobierno le entregaba al país un parte de guerra, según el cual dieron de baja a un “objetivo de alto valor” (con la decencia y ponderación propia del doctor Velásquez, hay que decirlo), otro funcionario pedía parar las hostilidades militares.
¿Eso quiere decir que no hay unidad de mando en el Gobierno y que, mientras un sector busca la derrota militar de su adversario insurgente, el otro promueve una salida negociada?
¿Se podría afirmar que el Estado, representado por el Gobierno, está en la mesa de diálogo con la torcida intención de acumular más información y fuerza para, más tarde, lograr una victoria militar sobre el ELN?
A estas alturas de la vida, uno tiene claro que cualquier cosa es posible y que no hay grupo humano en el que todas las personas sienten, piensan y actúan exactamente igual.
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Es previsible, por ejemplo, que en el Estado haya dos sectores, halcones y palomas, y que cada cual actúe por su cuenta, sin seguir las directrices del actual Gobierno.
Como lo prueba la teoría matemática de juegos, los primeros siempre usan la fuerza para resolver los conflictos, incluso, cuando los conflictos suceden entre ellos mismos; las segundas, en cambio, los resuelven mediante formas cooperativas y, cuando se encuentran con halcones, prefieren retirarse y conservar la vida.
Todo lo anterior se puede aplicar también al ELN.
Hay una delegación de esa insurgencia en la mesa de diálogo con el Gobierno. Dicha delegación acordó en la mesa con su contraparte la realización inmediata de caravanas y alivios humanitarios y un temario (participación de la sociedad civil en el proceso y ceses de hostilidades) para la siguiente ronda de conversaciones.
Mientras tanto, los frentes guerrilleros asestan golpes a las Fuerzas Armadas del Estado, dan los partes de guerra y opinan en contra de su enemigo.
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¿Eso quiere decir que dentro del ELN hay divisiones y, por tanto, desobediencia de algunas estructuras al Comando Central? ¿Allá también se puede hablar de un juego de halcones y palomas? ¿El ELN está en la mesa de diálogo con la torcida intención de acumular más información y fuerza para crear condiciones que permitan una victoria militar sobre el Estado?
No hay una sola prueba de que algo así sea cierto en el ámbito estatal o en el ámbito de la insurgencia. Pero tampoco es imposible que esté ocurriendo.
Lo que sí es verdad y puede comprobarse es el crecimiento de un ambiente adverso a la negociación. Ambiente creado por los medios de comunicación, claro, pero también por el modelo de negociación escogido por las partes y por el lenguaje que ellas usan.
Las partes decidieron no parar la guerra mientras dialogan. Como quedó visto antes, ambas fuerzas hacen acciones militares ofensivas. Y cada cual, según su estilo, las ha denunciado.
Por ejemplo, el asalto contra la base militar en jurisdicción de El Carmen, Norte de Santander, ejecutado por el ELN, fue ampliamente difundido por los medios y rechazado, con vehemencia, por el Gobierno nacional. Hasta el presidente escribió en Twitter: “Repudio total al ataque al pelotón del Ejército en el Catatumbo, 7 soldados que prestaban su servicio militar y 2 suboficiales, soldados de la Nación y del gobierno del cambio.”
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La insurgencia, por su parte, afirma que puso en conocimiento de la mesa de diálogo “operaciones ofensivas que venían desarrollando las Fuerzas Militares y de Policía en medio del cese al fuego unilateral de fin de año, así como también las realizadas en el área rural de Buenaventura, Antioquia y Arauca, (…) pero, desafortunadamente, no hubo respuestas efectivas”.
El modelo de dialogar sin detener el accionar militar implica que operaciones militares como esas sigan ocurriendo. Las partes pueden cambiar el modelo de negociación, si se convencen de que el actual tiene más inconvenientes que potencialidades.
Algo similar ocurre con las denuncias que cada parteformula contra la otra: no solo deslegitiman a la acusada, sino al proceso mismo. Nadie apoyará que se hagan acuerdos con una fuerza malvada, traidora e incumplida.
Quizá pueden empezar por no llamar crisis cualquier desencuentro o diferencia entre ellas. ¿Quién querrá apoyar un proceso que entró en crisis cuando el presidente anunció que se había pactado un cese bilateral de fuego con el ELN, sin ser cierto y que, casi dos meses después, volvió a entrar en crisis, porque el ELN atacó una base militar siendo que no había pactado un cese al fuego?
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Señoras y señores: a nadie le simpatizan los procesos en crisis permanente. Cada fuerza hará sus propios análisis y tomará las decisiones que considere convenientes, pero se les puede sugerir que, ante las dificultades, usen un tono y un lenguaje menos altisonante.
También, se les puede sugerir que enfrenten y derroten tres de los rasgos de la cultura dominante que son más adversos a la paz: la banalización del mal, que, como se dijo en la columna anterior, no permite establecer límites éticos ni reconocer las dimensiones del daño causado por las acciones que cada persona realiza (aun en medio de la guerra); el escándalo y la gritería, con las que se sustituyen el análisis, el debate y la búsqueda de acuerdos, al tiempo que polarizan la opinión pública y crean un ambiente contrario a algunas ideas y personas; y el legalismo puntilloso, que no puede entender que las leyes y el saber jurídico son, solamente, un instrumento al servicio de la decisión política tomada por cada una de las partes.
En suma, cada acción armada, cada sindicación desmesurada a la contraparte, cada invocación a una teoría jurídica o a un inciso para no hacer algún acuerdo fortalece a los enemigos de la paz. Le quita fuelle al proceso.
Espere la tercera y última reflexión sobre la cultura política, el protagonismo de la sociedad civil en el proceso con el ELN y los obstáculos que la primera le pone a la Paz Total.
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Excelente análisis