Alejandro Gaviria, un liberal radical en pleno siglo XXI
El exministro ha dejado claro que la búsqueda de la libertad debe ser una de las tareas fundamentales de la acción política. El perfil intelectual y político de Alejandro Gaviria emociona a sectores que ven en su candidatura una forma de alejarse de la polarización.
“No fue algo que imaginé o pensé cuando estudié en la universidad, ni cuando fui decano, ni cuando asumí la rectoría. Tomo la decisión porque creo que puedo aportar a la democracia en una coyuntura crítica”. Con esas palabras, Alejandro Gaviria se despidió de la Universidad de los Andes y confirmó su candidatura presidencial.
Gaviria, que asumió la rectoría de Los Andes en mayo de 2019, siempre se ha mostrado como un intelectual versátil y como un defensor a ultranza de la libertad como valor supremo.
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Su candidatura, que ya estaba más que cantada, genera emociones dentro de sectores de centro, sobre todo urbanos, que lo ven como una alternativa para salir de la polarización. Seguramente, una gran parte de la élite intelectual y de los llamados líderes de opinión del país se inclinarán por Gaviria, pues además se considera que tuvo una muy buena gestión en el Ministerio de Salud.
En todo caso, esto recuerda lo que sucedió con Antanas Mockus, que pasó de la rectoría de la Universidad Nacional a la Alcaldía de Bogotá y que en 2010 obtuvo la segunda votación más alta en las elecciones presidenciales.
Alejandro Gaviria, el académico
Gavira nació en Santiago de Chile en 1966 y tiene 55 años. Su padre es Juan Felipe Gaviria Gutiérrez (1939-2019), alcalde de Medellín entre 1983 y 1984 y ministro de Obras Públicas y Transporte entre 1990 y 1992, durante la presidencia de César Gaviria Trujillo. Gaviria Gutiérrez, así como su hijo, estuvo vinculado a la academia: fue rector de la Universidad Eafit entre 1996 y 2003. Además, entre 2004 y 2008 ejerció como gerente de Empresas Públicas de Medellín (EPM), durante el período de Sergio Fajardo como alcalde de Medellín.
Alejandro Gaviria Uribe, por su parte, estudió ingeniería civil en la Escuela de Ingeniería de Antioquia, ahora conocida como Universidad EIA. Después de terminar su maestría en economía en la Universidad de los Andes, se fue a la Universidad de California en San Diego para hacer su doctorado en esa misma disciplina.
Gaviria Uribe trabajó en la Federación Nacional de Cafeteros, el Banco Interamericano de Desarrollo, Fedesarrollo y el Departamento Nacional de Planeación, donde empezó su carrera en el sector público.
En 2004 llegó a la Universidad de los Andes y en junio de 2006 asumió como decano de la Facultad de Economía en esa institución. A partir de ese momento empezó a entrar en el debate, sobre todo como comentarista en medios y columnista en el diario El Espectador. A la par, Gaviria Uribe se destacaba como investigador sobre movilidad social, entre otros temas económicos. Asimismo, empezó a interesarse sobre la salud.
Gaviria, el ministro
En 2012, el entonces presidente Juan Manuel Santos lo designó ministro de Salud, cargo que ocupó durante casi seis años, hasta el 7 de agosto de 2018. Fue uno de los funcionarios que más duró en el gabinete de Santos y, tal vez, el mejor valorado por expertos y opinadores.
Pero, más allá de ese reconocimiento, Gaviria tuvo que remar a contracorriente varias veces durante su gestión. La pelea más dura, sin duda, fue el concepto que emitió en mayo de 2015 que recomendaba suspender las aspersiones aéreas con glifosato. El entonces ministro se basó en dos cosas: una orden de la Corte Constitucional y la inclusión del glifosato en la lista de herbicidas “probablemente carcinogénicos para humanos”, elaborada por la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer, adscrita a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La más férrea oposición que enfrentó el entonces ministro fue la de Alejandro Ordóñez Maldonado, que en ese momento ejercía como procurador general. Ordóñez Maldonado acusó a Gaviria de ocultar un documento del Instituto Nacional de Salud (INS) que supuestamente desmentía la peligrosidad del glifosato. Sin embargo, el entonces procurador también omitió algo: que el documento del INS, además de ser público, no le restaba importancia a las advertencias sobre el herbicida, sino que planteaba dos escenarios: uno con aspersión y otro sin aspersión. Es decir, Ordóñez Maldonado solo citó (y mal) lo que le convenía a su prejuicio.
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Finalmente, el gobierno de Juan Manuel Santos tomó en cuenta la recomendación de Gaviria y suspendió el uso del glifosato como herramienta para erradicar cultivos de coca.
La otra gran lucha tuvo que ver con el imatinib, medicamento para los pacientes con cáncer. En 2016 el Ministerio de Salud inició un proceso para declarar a ese fármaco como de interés público, lo que derivaría en una reducción en su precio. Esa decisión generó una pugna con la productora del medicamento, la farmacéutica Novartis, que llegó a anunciar acciones legales contra Colombia. En esa pelea incluso intervinieron congresistas republicanos de Estados Unidos que amenazaron con retirar la ayuda para la paz si el país insistía en regular los precios del imatinib. Pero Colombia también contó con el respaldo de senadores como Bernie Sanders, entonces precandidato a la presidencia, que aseguró que el gobierno de Santos estaba en su derecho de declarar como de interés público el medicamento. Sanders también denunció presiones indebidas de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos en contra de Colombia por ese caso.
Finalmente, en junio, el Ministerio de Salud emitió una resolución para confirmar la declaratoria y pudo empezar a regular el precio del Glivec (nombre comercial del imatinib), con una reducción del 44 por ciento en comparación con lo que le costaba al país antes el medicamento.
Otra lucha que intentó dar Gaviria fue por gravar el consumo de las bebidas azucaradas para reducir la obesidad y la diabetes, entre otras enfermedades, tal como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Buscó que ese impuesto se incluyera en la reforma tributaria de 2016, pero finalmente el lobby de la industria se impuso y las bebidas azucaradas nunca fueron gravadas.
Alejandro Gaviria y la literatura
Gaviria ha mostrado que le gusta combinar su vocación de tecnócrata con la literatura. Es un seguidor del francés Michel Houellebecq, a quien llama “el más clarividente de los escritores contemporáneos” y ha lanzado varios libros de ensayos y reflexiones personales. Se destaca, por ejemplo, Hoy es siempre todavía (2018), en el que habla sobre su experiencia con el cáncer que enfrentó en 2017.
Reconocido ateo —algo que sus contradictores suelen enrostrarle—, Gaviria se ha aventurado a escribir textos sobre literatura, narraciones autoficcionales y hasta poemas. Todo eso se puede leer en su página web. Asimismo, se reconoce como un gran lector de Fernando Pessoa.
Y es tal su amor por la lectura, o por los libros en general, que es todo un coleccionista de primeras ediciones. Ese es un tema que trata en su libro Siquiera tenemos las palabras (2019).
Su trayectoria en el sector público y en la academia generan emociones entre aquellos que les gustaría ver a un intelectual en el poder. Ahora queda esperar si eso le alcanzará para llegar a la Casa de Nariño.
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13 Comentarios
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Muy interesante, pero solo veo que ha hecho cosas buenas. ¿Existe algo malo? , si es así me gustaría saberlo también.
Me gusto, objetividad con claridad
Corto y concreto. La mejor opción. Por qué Edwin asume algo malo? Sus contradictores ya le están imputando cosas absurdas
Nada imparcial. Nada investigativo. Una mera verborrea encaminada a la alabanza. Nada crítico.