Petro, el compañero presidente del siglo XXI

¿Con el capital electoral obtenido hasta ahora, le alcanza a Petro para materializar las reformas propuestas?

El “compañero presidente”, como le decía la clase trabajadora a Alfonso López Pumarejo, ganó las elecciones presidenciales de 1934, proponiendo su “Revolución en Marcha”, que consistía en una serie de reformas para modernizar ese país de entonces, preso por la camándula, atrasado y tradicionalista. La idea era hacerlo más productivo, sobre la base de la intervención del Estado en la economía, teoría que había popularizado en el mundo el economista inglés John Maynard Keynes, como una salida a la Gran Depresión de 1929.

El paquete reformista que propuso era atractivo para las bases: la función social de la propiedad privada, los derechos del campesinado a tener su parcela, los derechos a la sindicalización y a la huelga por parte de los obreros, la reforma tributaria en la que las rentas del capital fueran gravadas más que las derivadas del trabajo, la reforma educativa laica y otras que, en suma, hicieron que el partido liberal se declarara enemigo de los privilegios de clase.[1]

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Sobre el papel, no habría mayores problemas para realizar las reformas, porque los debates en el congreso para las nuevas leyes, los haría un partido liberal hegemónico. Pero no hubo tal: “el Partido Liberal, sin tener con quien pelear, se puso a pelear consigo mismo y a generar divisiones internas con relación a las reformas propuestas[2]

Porque en el partido liberal, aunque las masas eran lopistas, estaba férreamente dirigido por terratenientes, gamonales e incipientes industriales aferrados al statu quo; mientras que la dirigencia minoritaria estaba conformada por intelectuales, periodistas y dirigentes sindicales, que eran conscientes del nuevo papel del Estado en la recuperación de un país que venía sobreaguando ante  hechos tan graves como la primera guerra mundial, la Gran Depresión de 1929, la guerra con el Perú y la masacre de las bananeras.

Además, Laureano Gómez, el Uribe de esos tiempos, “abrió fuegos contra la administración e invitaba a la acción intrépida, el atentado personal y a hacer invivible la república”.[3] 

Por todo esto, aunque los resultados fueron menores a los esperados, hay consenso de que el primer mandato de López Pumarejo es el más trascendental período de cambio y modernización de nuestra historia republicana.

Ahora, en el 2022, Gustavo Petro le está proponiendo al país, un paquete de reformas, que al igual que en la época de López, son absolutamente sustanciales y necesarias para modernizar este país absurdamente atrasado y precapitalista, que basa su economía en la extracción de minerales y combustibles fósiles, y que abandonó la agricultura y la industria. 

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Entre estas reformas tenemos: economía de mercado regulada por el Estado en algunos sectores estratégicos, reforma tributaria en la que paguen más los que más tienen, reforma agraria que le dé tierras a los campesinos, reforma de los regímenes de salud y pensiones, cambio de la matriz energética por el cambio climático, mejora de la gestión del conocimiento y lucha por completar la averiada paz en el país.

Petro votando en 2018
Foto: @petrogustavo

Al igual que López en su tiempo, Petro ha obtenido una formidable aceptación de sus propuestas y es el principal protagonista del debate electoral. Incluso, con los resultados logrados a la fecha, podría ganar las elecciones. Pero ¿con el capital electoral obtenido hasta ahora le alcanza para materializar las reformas propuestas? Considero que no.

Para gobernar bien y cumplir las promesas de campaña, Petro requiere también de una mayoría calificada en el congreso.

Para obtener esa mayoría, requiere construir un pacto programático con el partido liberal y con otros afines a la paz que firmó el presidente Santos con las FARC.

El principal escollo es que, al igual que en la época de López, en el partido Liberal y en el de la U, hay mucho representante del capitalismo salvaje, de los terratenientes, de los gamonales y de los grandes conglomerados económicos aferrados al statu quo. Pero también es cierto que estas colectividades requieren de oxígeno ideológico adicional, sopena de continuar languideciendo.

Para concretar un segundo pacto, Petro debe obtener una nítida victoria en las elecciones de hoy domingo, la cual -estoy seguro- logrará, dado el poderoso fervor que se advierte en las calles y en las plazas públicas.

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Este segundo pacto programático, a mi entender, debe tener por lo menos estas cualidades: debe hacerse de cara al país y sobre puntos concretos referidos a la paz completa y al desmonte progresivo del modelo neoliberal; debe ser de mediano plazo, es decir que comprenda varios ejercicios presidenciales; y debe ser oficializado o sacralizado por los mecanismos democráticos de las agrupaciones políticas firmantes.

¿Lo logrará? Tiene buenas probabilidades pero no será fácil. El solo hecho de que lo haya propuesto desde el inicio del proceso electoral, lo coloca en una perspectiva correcta, que será recompensada en las urnas, independientemente de los resultados.

Sobre esa base, Petro podría ganar en primera vuelta, hacer efectivas las reformas que requiere el país, enrutarlo por una economía productiva y ambientalmente sostenible y ser reconocido por la clase trabajadora del país, como el “compañero presidente”.


[1] El Cronista. Co. Jorge Ancizar Cabrera Reyes, 31 de enero de 2022.

[2] Alfonso López Pumarejo y la Revolución em Marcha. Benjamín Ardila Duarte, Revista Credencial,

[3] Ibid.

10 Comentarios

  1. Roma no se hizo en 7 días y esa amalgama pútrida e infernal de economía medieval y neoliberal absolutamente insostenible, necesita un desmonte gradual del cual Petro es el precursor. VIVA EL PACTO HISTÓRICO. PETRO PREISDENTE

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