Petro, nos está matando
“Nos están matando”, decían, cada tanto. Y acusaban al gobierno de Iván Duque de masacres y asesinatos de líderes. Y señalaban con encono sus posturas democráticas, y aplaudían al hoy presidente, Gustavo Petro, cuando salía a denunciar equis o ye masacre, que duele, por supuesto, pero que hoy pareciera olvidarse cada que ocurre una vez más.
Palacio no locuta, hasta que salió alias Timochenko y declaró sin ambages: “Nos sentíamos más seguros con Duque”.
Luego, hace pocos días, el alcalde de Cartagena del Chairá hizo un llamado público, casi rogando por su integridad: “Presidente, no deje que nos maten”.
Es innegable que el electorado colombiano buscaba un cambio en el rumbo político, económico, social y cultural, del país. Es decir, un rotundo giro que se pedía, y que fueron las urnas las que mostraron ese hondo sentir.
Iván Duque, siendo el presidente más joven que ha tenido nuestra historia, avanzó positivamente en diferentes aspectos. Contrario a su antecesor, le correspondió un país en contravía, con pandemia, crisis social, revoltura en las calles, entre otras aristas que sorteó de la mejor manera.
Llega Petro y gana nítidamente las elecciones, y eso es respetable. Empero, lo propuesto versus lo ejecutado deja un abismo —a claras luces— enorme. Ocultarlo sería un acto grosero. Por eso es necesario reclamar, alzar la voz y decirle a Petro que nos está matando.
Prueba de esos atentados a la sociedad colombiana es lo visto en la economía, afectada gravemente. Las acciones de Ecopetrol bajaron, y qué mejor que las palabras del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal cuando anunció, en un trino que se volvió noticia nacional, lo siguiente: “Gustavo Petro, Irene Vélez, Ricardo Roa, Hildebrando Vélez invitan a las exequias de Ecopetrol a celebrarse en breve. Favor no enviar coronas, sino dólares, para poder comprar la comida de los colombianos los próximos años”.
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En las calles se siente el hambre. La inseguridad se tomó las grandes ciudades. Se ve el desempleo, la vida cada vez más costosa, la gasolina creciendo desproporcionadamente, de manera que atenta contra el bolsillo de la clase media, la que Petro se ha dedicado a acabar de manera casi vengativa. Alguna razón habrá en su psiquis para esa sed que quiere saciar.
Tal vez es un patrón marcado en esa clase de políticos de izquierda que han logrado tener lo que antes criticaban. Juan Esteban Constaín lo supo resumir con precisión en su columna del 9 de marzo de este año titulada Las huellas de El Gatopardo: “(…) la revolución era la codicia de los privilegios ajenos, la conquista de un sistema considerado perverso, pero no por su perversidad, sino porque eran otros sus dueños y beneficiarios”.
Los avisos de “se vende” en ventanas de apartamentos en toda Colombia son parte del paisaje. Cada vez son más los anuncios, cada día más se quiere liquidez, por si algo sucede. Pero al presidente megalómano nada parece inmutarlo. Es una placidez la que recorre su cuerpo, porque puede observar que va logrando su cometido: acabar con una capa social emergente y otra, que es la del dinamismo económico —como el empresariado—, para tener un país empobrecido a sus pies.
Da también tristeza observar lo que sucede con el Ejército. Soldados secuestrados —perdón—, “cercados humanitariamente”, por comunidades indígenas. Golpeados inmisericordemente por estas cuando van a realizar procedimientos contra líderes del narcotráfico. Soldados sin la ración alimenticia necesaria para sostenerse en el campo de combate. Ciudades incomunicadas por órdenes de la guerrilla, pero nada pasa. Nos estás matando…
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Hace algunos días, Germán Vargas Lleras dijo, sobre el turismo, en su leída columna de opinión, lo siguiente: “El turismo vive la peor crisis de la última década. Pero el Gobierno no ha hecho más que equivocarse. Comenzando con el aumento del IVA a los tiquetes aéreos del 5 al 19 %, y a los servicios turísticos y hoteleros del 0 al 19 %”. (Destino incierto. 9 de abril de 2023. Diario El Tiempo).
Vamos en nueve meses de Gobierno y las encuestas demuestran ese desafecto hacia el gobernante. Algo va sucediendo en lo hondo del sentir nacional que en tan poco tiempo ya siente agotada su esperanza y quedó en simple entusiasmo.
Se ofreció un cambio y el cambio nunca llegó, me decía hace poco un votante petrista casi acongojado, apenado incluso, en un coctel, en una exposición de arte en Bogotá.
Pero la democracia es eso, la lucha de los contrarios. Aquí hay pesos y contrapesos, que son un eje fundamental para que no haya uniformidad o unanimismo que es lo que quiere Petro, y es lo peligroso.
En esos frenos y contrafrenos es de destacar la labor del fiscal Francisco Barbosa, de los reservistas del Ejército, de la procuradora general de la Nación, Margarita Cabello; de Dilian Francisca Toro, de Germán Vargas Lleras, Carlos Alonso Lucio –que conoce el monstruo por dentro–, cuya columna de opinión en el portal Las 2 Orillas es cada día más leída. En fin. Una serie de líderes nacionales que van sosteniendo el avance de un presidente que se considera omnímodo.
Colombia es democrática. Seguro que se quiere que el presidente Petro termine su periodo y haya relevancia electoral en el poder, y así lo dijo en el auditorio José Asunción Silva, en plena Feria del Libro de Bogotá, el general (r) Zapateiro, que, dicho sea de paso, llenó el lugar en el lanzamiento de su libro El honor del deber cumplido.
Un abrebocas serán las elecciones de octubre, que demostrarán el poder ciudadano en las locales, donde habrá sorpresas, anticipo de lo que espera en tres años.
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2 Comentarios
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Excelente columna
Excelente tu escrito Leonardo. Es la radiografía de lo que estamos viviendo.