El paro no ha fracasado y sigue vivo, ¿por qué?

En su columna del domingo en El Espectador, Hernando Gómez Buendía se pregunta por qué fracasó el paro nacional, y uno se pregunta: ¿desde dónde mira las cosas este notable analista político? ¿Esperaba el ascenso al poder de un primera línea? ¿Ver la cabeza de Uribe empalada en la punta de una guadua en la Plaza de Bolívar de Bogotá?

“El paro nacional fue una llamarada de grandes proporciones que sin embargo se apagó súbitamente. ¿Cómo explicar este raro fenómeno?”, se pregunta Buendía y se responde con una serie de sesudas razones. La primera es “la gran debilidad de las organizaciones populares”. Disiento, apreciado señor. El CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca), por ejemplo, lleva decenios enfrentando exitosamente a la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y al Ejército con garrotes, coraje y organización. (Para conocer los detalles de su gesta recomiendo la premiada crónica de José Navia)

A Fecode se le puede reprochar que solo busca reivindicaciones gremiales, el apolillado lenguaje antiimperialista de sus comunicados, esa redacción que conjuga los peores tics de la jurisprudencia y del magisterio, la ausencia de poesía y de vuelo filosófico en su pensamiento, pero es un cuerpo monolítico que agrupa la friolera de 270.000 afiliados.

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“Pasando a lo coyuntural”, continúa Buendía, “la dispersión de peticiones implicó que no existiera una causa o un reclamo común entre los manifestantes. Por eso los 104 puntos ‘de emergencia’ que contenía el pliego, a pesar del intento de pegarlos con babas en ‘apenas’ siete puntos tan gaseosos como este: ‘No discriminación de género, diversidad sexual y étnica’ (que de paso, además, es lo que manda la Constitución desde hace 30 años)“.

Con todo respeto, profesor, era inevitable que un estallido que involucra decenas de ciudades, cientos de miles de manifestantes y el apoyo del 76 por ciento de una población que tiene múltiples carencias desembocara en un pliego extenso. Y el hecho de que algo esté en la constitución, usted lo sabe, no garantiza nada.

En la lista de los “porqués”, incluye Buendía los bloqueos y el vandalismo: “(…) y antes que todo, está el carácter autodestructivo de las dos herramientas que podían utilizar los promotores: bloqueo de carreteras para desabastecer las ciudades y concentraciones callejeras que impiden movilizarse. Sin contar los episodios de vandalismo, estas dos estrategias perjudican a las mayorías y crearon el ambiente de opinión que hizo imposible mantener el paro”.

Disiento, profesor: sin bloqueos, el paro se habría reducido a la marcha del 28 de abril, un día folclórico de banderas, pancartas, proclamas, botellas de agua, gorras y gafas oscuras. Sin el doloroso traumatismo de los bloqueos, no estaríamos haciéndonos las cruciales preguntas que hoy nos formulamos. Los manifestantes no discuten si el bloqueo es una herramienta adecuada de la protesta, sino cuál es la duración adecuada de los bloqueos.

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En cuanto a los actores vandálicos, hay tres tipos detectados: los particulares que aprovechan la manifestación para saquear almacenes o desfogar su rabia quebrando cosas; el vandalismo encubierto del policía vestido de civil, y el vandalismo paramilitar de las personas de bien. Los tres, obviamente, son responsabilidad de la Policía. Achacárselos al paro o a los manifestantes pacíficos es una perversidad política.

Buendía lamenta que haya sido imposible mantener el paro. No, profesor, la idea no es mantener el paro de manera indefinida. Aquí no hay conspiraciones ni ideas preconcebidas. Este movimiento ha estado regido por la improvisación. Nadie lo programó a 50 días ni hasta que caiga el tirano o hasta que clavemos la guadua. Es un movimiento que se ha ido nutriendo con los aportes de muchos sectores, con rabias acumuladas durante mucho tiempo y con la furia provocada por la brutal respuesta del Gobierno.

El paro no fracasó. Rápidamente cayeron la reforma tributaria y un ministro. Luego tomó la forma del “estallido social” más prolongado y con mayor apoyo popular de la historia del país y siguió dando frutos: cayó otra reforma y la canciller; luego le arrancó al Gobierno su delgado barniz demócrata, expuso ante el mundo la barbarie del aparato policial y tiene al presidente con un dramático 79 por ciento de desaprobación (Datexco, junio 22).

A pesar de la capucha, la gente aprendió a diferenciar las  cosas, rechaza el vandalismo y aplaude el heroísmo de los defensores de los bloqueos, esos jóvenes que pusieron en jaque al Gobierno armados con piedras, latas y palos, como quijotes infantiles, y pasaron en cuestión de horas de la marginalidad social a la primera línea de la historia del país.

En los puntos de concentración la gente organiza ollas comunitarias, conciertos y perfomances; entona canciones, escupe injurias y eleva plegarias; se editan audiovisuales, podcast, columnas y libros de ensayos; la gente apoya los puntos de concentración con remesas e insumos para los guerreros de las líneas o compra objetos alusivos al paro: tapabocas, camisetas, gorras, manillas, banderas; se realizan debates políticos a todo nivel.

Muchos empresarios han ofrecido financiar programas sociales; hay reuniones que congregan primeras líneas, mamás-gallinas, señoras de bien, esposas de agentes del Esmad y funcionarios públicos (de estas reuniones salen soluciones reales a corto plazo: levantamiento de bloqueos, garantías para los manifestantes, fortalecimiento de los comedores comunitarios, asesoría psicológica en drogadicción y estrés postraumático, programas de capacitación, ofertas de empleo).

Lo que intento decirle, apreciado señor Buendía, es que el fenómeno que empezó el 28 de abril no ha terminado y dista mucho de ser un fracaso. Puede ser, por el contrario, el más fecundo y vigoroso ejercicio de democracia participativa de la historia del país.

Ha sido también un capítulo doloroso, claro. Centenares de policías han resultado heridos y cuatro murieron. Han muerto decenas de manifestantes, decenas han sufrido lesiones oculares, decenas de mujeres han sido violadas, centenares de manifestantes están desaparecidos; se han perdido cosechas y empleos. Ojalá no se pierda también la preciosa oportunidad de reflexionar y corregir el rumbo. El próximo estallido puede ser mucho más fuerte.    

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18 Comentarios

  1. hernando aldana velasquez

    Nos están capando parados como a los toros y no hacemos nada, dijo Lázaro un amigo que se fue. Le hubiera gustado presenciar lo que está pasando. A lo mejor seguiría vivo.

  2. Chapeau!!! Don Julio, el proximo columnista de opinión al que habría que “ripostarle” (al menos a tres de sus columnas, “Derechos Humanos”, “Qué es y qué no es la democracia” y “Mensaje a los extremistas”) es Santiago Montenegro, de El Espectador … El tipo “dispara” al corazón de la protesta social, todo un “francotirador” del Estado de Opinión 😉

  3. Si es cierto la inconformidad sigue y es cada día más fuerte, esté presidente es tonto y solo favorece los intereses de impunidad de un líder abusivo y miserable como el.innombrable.
    Seguimos firme hasta lograr corregir el rumbo de este gran país, gobernado por seres sin principios Morales y éticos.

  4. En ambos aportes de Buendía y Londoño hay mucha verdad . Este es el más claro movimiento popular en nuestra historia y si bien tiene ma dinámica propia que le distingue , es hora de ir resumiendo las demandas y concentrarse en las verdaderas banderas que nos arropen a todos y permitan un cambio de las autoridades comprometiéndose a una salida democrática y resuelva esas banderas que Colombia requiere y necesita

  5. Todo un analista pensador que va al fondo de las cosas. Si a Duque y sus muchos(as) les pasaran por la mente estos pensamientos, Colombía sería un oasis de democracia

    Todo un analista pensador que va al fondo de las cosas. Si a Duque y sus muchos(as) les pasaran por la mente estos pensamientos, Colombía sería un oasis de democracia

  6. No julio, no seas inocente. La revolución bolchevique es historia!! Si miramos en el fondo perdió Colombia. Las vías de hecho son un recurso del siglo pasado. Y si uno cree en ese ese modelo tendría que tomar las armas e irse para el monte. Los logros obtenidos son pírricos frente a la muerte de tantos jóvenes–manifestantes y policías–. O usted cree que algún congresista se sintió afectado con el paro? La única lucha posible para un posible cambio son las urnas; lo demás es barbarie!!

  7. Equivocacion, el paro No a fracasado, esta tomando un respiro, como cuando se sube una cuesta trotando y nunca se habia hecho ejercicio. Movilizaciones masivas, que demostraron el encuentro de tantas almas heridas, tratadas injustamente, excluidas muchas, etc etc NO PUEDE ACABAR solo porq usted periodista de los mismos lo DICE

  8. JULIO CESAR LONDOÑO

    Apreciado Rudolf, yo no creo que esta batalla no ha sido en vano. Cayeron dos reformas, un ministro y una canciller. Ante el mundo, el frágil maquillaje demócrata de este gobierno quedó en sus cueros. La matrícula cero va viento en popa. Pero más que estos logros parciales, me emocionó ver la gente en la calle en masa: jóvenes, viejos, profesores, obreros, empleados. Ollas comunitarias. Solidaridad. Concentraciones populares llenas de música, debates, poesía, banderas, grafitis. No creo que nadie en este país le esté apuntando a una “revolución bolchevique”. Somos un pueblo que reclama derechos, protesta ante la injusticia y quiere pasar de la “democracia representativa a una democracia participativa. ¿Le parece poco?

  9. ANTONIO RAMIREZ CARO

    Excelente la respuesta al sr Buendía. Era obvio que él se expresara en su comentario como lo hizo, porque quienes conozcan su trayectoria política es cuando más un liberal, y como tal su posición es la de un liberal inquieto y enciclopédico, cuadriculado, fiel a los cartapacios institucionales de una democracia hecha para formalizar los cambios con papel sellado ante notario.

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