¿Por qué vale la pena leer al poeta Charles Baudelaire?
La obra del francés, considerado por muchos el padre de la poesía moderna, sigue tan vigente como hace más de 100 años. La FilBo le rendirá un homenaje.
“El demonio se agita a mi lado sin tregua;
Charles Baudelaire, ‘Destrucción’.
en torno de mí flota como un aire impalpable.
Lo trago y noto como abrasa mis pulmones,
ahogándome en un deseo culpable e infinito”.
La poesía, antes de Baudelaire, era siempre una exaltación de la belleza, de lo sublime, de lo eterno. Y el poeta, casi siempre, una especie de figura sacralizada, que se encargaba de plasmar el lenguaje de los dioses en el papel. No había cabida para lo mundano, lo fugaz, lo perverso o lo feo.
El francés Charles Baudelaire, nacido en 1821 en París, lo cambió todo. Marcó una pauta. Por eso hoy lo consideran el padre de la poesía moderna. En su época, claro, no fue tan así. Tenía sus seguidores, pero la burguesía lo repudiaba, su familia lo rechazaba y las autoridades censuraban parte de su trabajo. No en vano murió enfermo, pobre, con un intento de suicidio encima y adicto al sexo, al alcohol y al hachís.
Puede leer: Siete artistas colombianos reflexionan sobre el legado de la Expedición Botánica
En eso último también tuvo que ver su vida bohemia, que pasó entre prostíbulos, bebederos y borrachos, dilapidando la herencia que su padre le había dejado a la familia.
En esos mismos lugares encontró las situaciones, personajes, reflexiones y tragedias que convirtió en poesía, que llevó a lo sublime. El mal, lo maldito, lo inmoral, el pecado. Nunca alguien había hecho poesía con eso.
Este año, cuando se conmemoran dos siglos de su nacimiento, se amontonan los eventos para recordarlo, leerlo y celebrar su legado. En la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FilBo), por ejemplo, habrá un conversatorio virtual entre Aurélia Cervoni, secretaria de redacción de L’Année Baudelaire (un medio especializado en investigaciones sobre el poeta), y el traductor colombiano Juan Zapata. Será este domingo 22 de agosto a las 11:00 a.m. y se podrá ingresar por aquí.
El poeta moderno
En todas esas charlas, talleres o conversaciones queda algo claro: la poesía de Baudelaire sigue estando vigente. Su mirada a la miseria social y espiritual de una sociedad que se empalagaba hablando de progreso y modernidad, a su doble moral y a su hipocresía, podría aplicarse a lo que se vive hoy. Y su legado sigue influenciando a millones de escritores y poetas de todo el mundo.
Como escribió alguna vez T.S. Elliot, “es el ejemplo más grande de un poeta moderno en cualquier idioma”.
Para Luis Fernando Afanador, crítico literario y poeta colombiano, “Baudelaire es el primero en representar el presente, no el pasado o la tradición, como la poesía antigua. El presente con su trivialidad, su fugacidad e, incluso, su fealdad: escribe un poema a una carroña, a una mujer que se cruza en la calle (‘A ti te hubiera amado, a ti que lo supiste’). Celebra la modernidad y a la vez la critica; se burla del burgués y del entonces aclamado progreso: ‘Es un invento tan malo que parece un invento belga’”.
Le puede interesar: Larry Harlow, adiós a un ícono de la salsa
O como dice Francisco Véjar, poeta y crítico literario chileno colaborador del diario El Mercurio, “sentó las bases de lo que más tarde sería la poesía moderna y también contemporánea. Todo poeta que se precie como tal, tiene que leer la obra de Baudelaire”.
Rebeldía, bohemia y censura
Sus textos le salían del alma, de la rebeldía, del dolor. Nunca quiso a su padrastro, un militar con quien su madre se casó (su papá había muerto cuando él tenía cinco años) y que intentó disciplinarlo en colegios estrictos y con un viaje castigo a Calcuta, del que se devolvió cuando el barco iba a mitad de camino.
También intentó estudiar derecho e ingresar a la carrera diplomática, pero le ganó su vida bohemia, la que conoció en el Barrio Latino de París. El mismo lugar en el que forjó su apoyo a la Revolución de 1848, aunque más adelante su pensamiento político estuvo lleno de contradicciones.
Sus primeros textos publicados, Salón de 1845 y Salón de 1846, fueron un compendio de críticas de arte o música en las que demostró que “la crítica puede ser artística”.
Luego publicó algunos libros de poemas, pero fue Las flores del mal, que apareció en 1857, el que lo llevó a la fama. Nadie había escrito antes sobre la miseria de la ciudad, el lado oscuro del progreso, la podredumbre, el sexo sucio, las adicciones.
Eso causó una aguda polémica y seis de los poemas fueron censurados por “ofensas a la moral pública y las buenas costumbres”. Baudelaire, además, fue procesado y multado con trescientos francos. El libro, sin embargo, se vendió tanto que fue necesaria una reedición. Hoy es considerado una obra maestra.
El poeta no se detuvo. Siguió adentrándose en la vida bohemia, que le costó una sífilis, y escribiendo. En Los paraísos artificiales (1860) y El Spleen de París (1862) prácticamente inventó (aunque algunos dice que rescató) el poema en prosa, sin métricas ni rimas, que luego perfeccionaron Rimbaud, Mallarmé y Lautréamont con el verso libre.
A los 46 años, luego de algunos años viviendo en Bélgica y de ataques de afasia y hemiplejía causados por la sífilis, murió luego de varios meses en un hospital de París, consciente, pero con parte de su cuerpo paralizado y sin poder hablar. Cualquiera pensaría que era un hombre derrotado y decepcionado de la vida.
Puede leer: Cómo seguirle el paso a ‘Que haiga paz’, el ciclo de cine para reflexionar sobre el conflicto armado
¿Por qué vale la pena leer a Baudelaire?
“Fue pionero en muchos aspectos y representó, además, a través de su obra y vida, la angustia del ser contemporáneo“, explica Véjar. El crítico chileno trae a colación El Poema del hachís, que “un siglo después de su muerte, los hippies, que también eran ‘anti-establishment’, ponían en boga y reivindicaban el uso de este tipo de sustancias como búsqueda interior“.
Afanador, por su parte, dice que vale la pena leer a Baudelaire o seguir leyéndolo “porque es una compañía en nuestro hastío por la vida, en la ensoñación, en la búsqueda de paraísos artificiales, en el asombro por recorrer la ciudad sin rumbo fijo, en el gusto por hacer arte con cosas ya hechas, en la rebeldía. El dandy Baudelaire nos enseñó la fascinación y el horror a la multitud y cómo descubrir el infinito mirándonos al espejo”.
¿Y por dónde comenzar a leerlo si no ha empezado? Véjar recomienda hacerlo por Las flores del mal para luego ingresar a toda su obra: sus ensayos, su novela y las cartas a su madre, “que también son fascinantes”.
Le puede interesar: Abdú Eljaiek, el autor de la primera fotografía de un desnudo artístico en Colombia
Afanador, sugiere dos poemas: “El albatros, un símil del poeta caído (‘sus alas de gigante le impiden caminar’) y Recogimiento, un reconciliador encuentro con las sombras y el misterio”. También recomienda leerlo en las traducciones de Andrés Holguín.
La celebración por los 200 años de su nacimiento es la oportunidad perfecta para conocerlo o volver a sus textos.
11 Comentarios
Deja un comentario
Buén artículo
Dan ganas de leer a Baudelaire y describe sus mejores obras
👍
Muy buen escrito sobre uno de los más grandes poetas del mundo.
Tremendo poeta, saco la poesia de sus marcos tradicionales.