Patricia Ariza, de la economía naranja a la cultura popular para la paz

La nueva ministra de Cultura, Patricia Ariza, ha dejado muy clara su visión sobre el sector cultural. ¿Cuáles serán sus prioridades en la cartera? ¿Qué esperar de su gestión? ¿Cuáles serán sus grandes retos?

El nombramiento de Patricia Ariza como ministra de cultura del gobierno entrante generó, en gran parte del sector cultural, mucha emoción y expectativa. No es para menos: Ariza, dramaturga y poetisa, fundadora (junto con Santiago García) del Teatro La Candelaria, lleva más de 50 años trabajando por las artes y la cultura del país desde la base, con compromiso político -en el buen sentido del término-, resistiendo a los embates de las crisis económicas, de las crisis sociales y de la violencia, de la que es sobreviviente (su vida estuvo en peligro durante los años ochenta, por ser miembro de la Unión Patriótica, y durante los años dos mil, cuando la acusaron, sin pruebas, de ser promotora de las FARC).

Es todo lo que los artistas y activistas culturales pedían: una persona que vive por y para la cultura, y no un burócrata, con poco conocimiento del sector, al que le entregan el ministerio para pagar favores políticos o para llenar cuotas. Una persona que sabe lo que es trabajar por el arte y la cultura de forma independiente y con pocos recursos, alguien que ha sido crítica con algunas políticas públicas, que ha denunciado a través de sus obras la situación del país y los estragos del conflicto armado (aún arriesgando su vida), y que siempre ha reclamado más presupuesto, más atención y, en los últimos años, que se escuche a las artes y a la cultura para construir un imaginario de paz, que complemente el acuerdo alcanzado en La Habana y ayude a generar cambios en la sociedad

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Su llegada a la cartera cultural está llena de muchas expectativas. Y ella, que hasta ahora no ha tenido ningún cargo público, aunque sí ha sabido gestionar el Teatro La Candelaria y varias iniciativas independientes con un presupuesto limitado, tendrá que manejarlas. Su gran reto será aprovechar los cuatro años de gestión para impulsar su visión de la cultura y las artes, muy distinta a la que tenía el gobierno saliente, que enfocó todo su trabajo en la llamada economía naranja (las industrias culturales y creativas), una política pública que empezó con grandes aspavientos, como el legado más importante del gobierno Duque, pero que se terminó diluyendo y nunca convenció a buena parte de los artistas y gestores culturales, que sentían que era una visión muy mercantilista y empresarial de la cultura.

Una cultura para construir la paz

Ariza, quien fue bastante crítica de la importancia que el gobierno saliente le daba a la economía naranja, tiene una visión muy distinta, más ligada a la cultura popular, que ha dejado ver en sus artículos y entrevistas recientes. De la que le dio a El País, de España, por ejemplo, se puede deducir que sus dos grandes objetivos (muy ligados entre sí) serán trabajar por descentralizar la cultura, lo que implica impulsar a “los artistas, a los creadores olvidados, muchas veces de las regiones”, y trabajar, a través de la cultura y las artes, la sensibilidad social para “desengatillar el imaginario, cambiar el imaginario de la guerra por un imaginario de paz”.

Patricia Ariza - Petro- Ministra de Cultura
Patricia Ariza, la nueva ministra de Cultura, ha organizado varios espacios en las que el teatro está en función de pensar la paz, como el Festival de mujeres en escena por la paz.

Sobre este último punto, María Belén Sáez de Ibarra, directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional, cree que su papel va ser muy significativo, sobre todo en estos momentos que vive el país, en los que hay una coincidencia de temas como el informe de la Comisión de la Verdad, las audiencias de la JEP y la primera llegada de un gobierno de izquierda. “Ella ha trabajado una vida entera por darles voz a los desposeídos y por hacer memoria de lo que ha sido invisibilizado, de lo que voluntariamente la sociedad colombiana ha querido ignorar. Estoy segura de que esa será su misión en el ministerio; continuar con la labor que ha venido haciendo durante su vida”, le dijo la gestora a Diario Criterio.

Para eso, hay que tener en cuenta lo que la propia Patricia Ariza ha repetido varias veces a lo largo de estos seis años (algo que volvió a decir en la entrevista con el diario español): “una paz que no se pinte, que no se cante, que no se relate, se demora (…). El arte entra a la sensibilidad de la gente y puede ayudar enormemente a transformar el imaginario”. Así que probablemente en estos cuatro años, el ministerio gestione una gran cantidad de políticas y programas que impulsen, gestionen y promocionen el relato que los artistas plásticos, los dramaturgos, los escritores, los cineastas y creadores de televisión, los artesanos, los grafiteros, las cantaoras, los músicos y cientos de creadores colombianos han hecho de la memoria y de la paz.

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Tal vez gran parte de los estímulos (o en lo que se transformen los estímulos) estén destinados a apoyar a quienes tienen esos relatos de país, sobre todo en las regiones y en los lugares que más han sufrido la guerra y la violencia.

A reconocer la cultura popular

Varios gestores culturales, como Gonzalo Castellanos, economista y promotor de políticas y proyectos culturales en varios países de Latinoamerica, dicen que en estos 25 años de existencia del Ministerio de Cultura se han creado herramientas financieras y legislativas que han ayudado a impulsar sectores como el audiovisual o el de los espectáculos, pero también son conscientes de que la gran mayoría de esos apoyos se quedan en Bogotá y otras ciudades principales. Y en ese sentido, creen que la propuesta de Ariza, de descentralizar la cultura e impulsar a “los creadores olvidados”, podría ayudar a expandir esas herramientas y a darles un “lado humano”.

Ariza ha hablado de reconocer lo que hacen, por ejemplo, las señoras que cantan bullerengue en los municipios y veredas de la costa Caribe o los maestros de la marimba en el Pacífico colombiano. Y habla de reconocer no solo en un sentido económico (que también), sino en uno mucho más profundo: de hacerlos visibles, de mostrar lo que hacen, de convertirlos en maestros de las escuelas para que, además de recibir un pago por su arte, transmitan sus conocimientos a las nuevas generaciones.

Marimba en Colombia
Patricia Ariza ha hablado de reconocer lo que hacen, por ejemplo, las señoras que cantan bullerengue en los municipios y veredas de la costa Caribe o los maestros de la marimba en el Pacífico colombiano.

Eso coincide con lo que se había planteado Gustavo Petro en su plan de gobierno: democratizar el espacio público como un escenario de encuentro de la diversidad cultural del país, habilitar corredores culturales para la circulación de artistas populares y vincular el arte popular de manera estratégica al sistema educativo y a la política de turismo cultural, entre otras propuestas. “Hay que llegar a los lugares olvidados, abandonados, a los municipios más apartados y principalmente a los lugares que han sido víctimas de la guerra y de la violencia. Hay que llegar con arte”, dijo Ariza a El País.

La gran pregunta es qué pasará con las políticas ya existentes, que llevan una gran trayectoria y muchos éxitos, como la audiovisual; con los programas que vienen funcionando desde hace décadas, como el de estímulos, o con la infraestructura recién montada (y los beneficios tributarios y financieros) que dejó la desdibujada economía naranja. Y también, si a Ariza y su equipo les alcanzará el tiempo para convertir y transformar sus grandes ideas en programas y proyectos concretos.

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¿Una economía naranja más humana?

No es una tarea fácil. Como lo explica Castellanos: “la cultura hoy tiene una visión muy distinta a la de hace algunos años, es una cosa intersectorial que tiene que ver con las tecnologías de la comunicación, con la educación, con diálogos y compromisos internacionales, con industrias, con la vida cultural”. Él, sin embargo, cree que Ariza será capaz de gestionar esa situación y cree que podría “articular, con un sentido humano, los instrumentos y las herramientas económicas y legislativas que se han construido en estos años”.

Para Castellanos, como para muchas otras personas del sector cultural, lo que se ha conseguido con las leyes del cine, la ley de espectáculos públicos y los proyectos de bibliotecas públicas, por ejemplo, es muy valioso y debe, no solo mantenerse, sino reforzarse. Incluso va más lejos: “a mi me parece clave que se haga toda una recomposición de esa visión tan pobre de la saliente economía naranja, pero hay algunas de las herramientas construidas para esa política, y otras de momentos anteriores, que han sido valiosas y deben fortalecerse. Claro que hay que hacerles cambios para garantizar más la participación ciudadana, el control ciudadano al uso de esos recursos y la expansión de esos mecanismos a nivel territorial”.

Rodaje en Bogotá
La industria audiovisual se ha fortalecido desde hace casi 20 años gracias a las leyes del cine y los estímulos tributarios a las empresas que filman en Colombia, con talento colombiano.

La propia Patricia Ariza ha dicho que no está de acuerdo con que el concepto de economía naranja se engulla toda la política pública de la cultura (como pasa con el gobierno saliente) y reduzca la riqueza y la diversidad cultural del país, pero también ha dejado claro que es consciente de que las industrias culturales existen y el Estado debe regularlas y apoyarlas. “Entendemos que existen las industrias culturales y que, por supuesto, es deber del Estado regularlas; entendemos también que se deben crear alivios tributarios a quienes inviertan en cultura. Eso lo sabemos desde siempre. Y a eso no nos oponemos”, escribió en un artículo que publicó en 2021 en El Espectador.

Así que es probable no solo que los programas para apoyar a la industria audiovisual, por ejemplo, se mantengan tal cual, sino también, que la economía naranja no muera definitivamente. Puede que se transforme en un programa de industrias culturales y creativas que, aunque no sea el tema central del ministerio, siga apoyando a quienes trabajan desde esa visión. El reto será, como escribió Catalina Ceballos en su columna de Revista Cambio, “incluirle a esta política, valores, éticos y estéticos, para la reconstrucción del tejido social”.

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El reto de llevar todo a la práctica

En ese sentido, el gran reto de Patricia Ariza será llevar toda esa visión cultural a la gestión pública. Y no es un reto pequeño. Como dice María Belén Sáez,ojalá todos podamos ayudarla, porque es un trabajo difícil: es un ministerio muy débil, muy grande, porque Colombia es muy burocrática. Ella se va a encontrar con una mole que tiene muy pocas estructuras y vasos comunicantes con la vida. Lo que hay que hacer es demasiado grande y las herramientas son muy pocas”.

Otros, como Nicolás Morales, director de la editorial de la Universidad Javeriana y analista cultural, son un poco más escépticos. “A mí me ha sorprendido la unanimidad con la que el sector ha recibido la designación de Patricia Ariza -dice-. No he oído a nadie en contra. Y aunque yo también la saludo, y me parece una designación merecida, creo que sí tiene muchos retos por delante y que hay un cierto riesgo, sobre todo en lo que se refiere a su gestión en el ministerio”.

Ministerio de Cultura
Sede del Ministerio de Cultura, en el centro de Bogotá.

Morales hace un recuento de las personas con prestigio cultural (literatos, teatreros, artistas, músicos) que han sido designados ministros de cultura en el mundo -en Colombia no ha habido muchos, aunque sí ha habido varios gestores culturales- y dice que, por lo general, su gran talón de Aquiles ha sido que no supieron trasladar sus éxitos como administradores de sus propios proyectos culturales a la gestión de políticas públicas y al trabajo en un ministerio. Aunque ha habido grandes excepciones, claro.

Él cree también que el ministerio de Cultura, a diferencia de otras carteras, ha tenido la fortuna de tener transiciones menos abruptas, incluso entre gobiernos muy antagónicos, como sucedió cuando salió de la presidencia Juan Manuel Santos y entró Iván Duque. La cantidad de funcionarios de nivel medio alto y medio que se mantuvieron de un gobierno a otro fue grande. Ahora, sin embargo, pareciera que no va a ser así y eso, dice, podría dificultar la continuidad de las políticas y del empalme.

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“También me preocupa un poquito que, por lo menos en sus primeras declaraciones y en las entrevistas iniciales que ha dado, ha hablado mucho de los artistas y sus capcidades económicas, pero ha hecho pocas referencias a las audiencias, a las personas que consumen cultura, que leen, que van a teatro”, añade.

Al final, sin embargo, coincide con otros analistas y gestores en que la clave de la buena gestión y de llevar sus ideas a la practica, como sucede con todo administrador público, es que Patricia Ariza arme un buen equipo, con un grupo de asesores y viceministros que no solo compartan su visión de la cultura y de las artes, sino que sepan manejar las minucias de la gestión pública y que tengan interlocución con otros sectores o niveles del sector cultural.

En el sector hay muchas expectativas. Pero la nueva ministra ya ha demostrado a lo largo de su vida que los retos, por más difíciles que sean, no le quedan grandes.

16 Comentarios

  1. Buén articulo que resume claramente las propuestas y la gestión de Patricia Ariza.
    Es una persona que ha vivido y trabajado en y por la cultura y el arte
    Sin duda será una gran ministra y trabajará por la equidad diversidad cultural y de paso por la paz

  2. Genera gran expectativa el nombramiento de Patricia Ariza como ministra de Cultura por sus propuestas y experiencia; esperemos que haga una buena gestión pública. Buen artículo.

  3. Buen articulo, muy ecuánime.
    Un gran reto tiene esta funcionaria (y en general todos los entrantes del nuevo gobierno). Por el bien de todos nosotros los Colombianos, que tenga el mejor desempeño posible.

  4. Todos se lamentan porque Santiago Trujillo no acompañará a Patricia, pero calma!! él seguirá acompañando los diplomados de la economía naranja como lo hace desde hace varios años. Hipocresía total de ese señor!

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