Recetario e itinerario del chavista
A uno de sus colegas, militar preconspirador como él, Hugo Chávez Frías, muy sonriente, unos años antes de llegar a la presidencia, le dijo: “nos turnamos tú y yo y nos quedamos allí unos buenos años”. Posesionado como presidente de Venezuela en 1999, ya sin ese gracejo hacia su compañero, tres años después de ejercer en el solio, expresó su intención de quedarse hasta el 2021. Más tarde ampliaría su aspiración hasta el año 2031.
Gustavo Petro conoce muy bien el itinerario y el recetario de Chávez para permanecer, hasta el fin de sus días, en su calidad de presidente. Aquí presento unas tres posibles fórmulas para lo pertinente.
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I. Preguntado Petro cómo manejaría un congreso de mayorías contrarias a su gobierno, respondió que la solución sería la presión popular para que se aprobaran sus iniciativas. Fórmula chavista. Veámoslo a continuación.
En el acto mismo de su posesión, el 2 de febrero de 1999, Chávez firmó el decreto convocando a un referendo para que la ciudadanía decidiera si se convocaba o no a una asamblea constituyente. La primera presión amenazante de unos cientos de manifestantes se dio ante el Consejo Electoral. Este, en 15 días y con temor de por medio, le dio su aprobación. El método de la convocatoria era inconstitucional, pero la forma derrotó al fondo, las intimidaciones impusieron lo ilegal, pues la segunda presión de los seguidores del Presidente se dio ante la Corte Suprema, que se rindió y le dio el visto bueno a ese procedimiento.
La tercera serie de algaradas, propiciada por el presidente Chávez, tuvo lugar, en seguidillas bien programadas, ante el Congreso de mayorías opositoras. Para neutralizarlo, cada vez que se iniciaba y se terminaba una sesión, los vociferantes partidarios de Chávez les gritaban a los congresales “delincuentes, váyanse para la cárcel”. Incluso hubo intentos de agresión física. Ese congreso fue enmudecido, emasculado y paralizado. Más tarde lo revocarían.
Aprobada la convocatoria a una Asamblea Constituyente, con la participación de un 37.6 por ciento de los electores, el gobierno procedió a reglamentar su composición. Fue así como el mismo gobierno eligió prontamente 121 de los 128 miembros de la misma.
Lo que sigue es bien conocido. Una constitución a la medida de las aspiraciones de Hugo Chávez, se reelige a dicho ciudadano, tanta cuanta prolongación en el poder es querida. Y lo más esperpéntico: Chávez reencarna en alguien tan disminuido como Maduro. Para converger en la catástrofe económica, social y humanitaria de Venezuela. Populismo y sus estragos. Al final dictum et factum, que en lenguaje vernáculo significa dicho y hecho.
Para Petro, gran admirador de Chávez, pienso yo, sería una tentación muy grande la de al menos intentar semejantes vías y propósitos.
II. Hay otro camino, más expedito. Y el antecedente nos lo ofrece César Gaviria con la constituyente de 1991. En esas calendas estaba vigente el artículo 13 del plebiscito de 1957 (nada menos que norma plebiscitaria, insisto) que establecía que solo se podía reformar la Constitución por el Congreso, según el procedimiento exigido por su artículo 218.
Pues bien, Gaviria expidió un decreto extraordinario convocando a una constituyente, algo inconstitucional a todas luces. Y la Corte Suprema, encargada en aquel tiempo de “velar” por la guarda de la “integridad” de la Constitución, dijo que era pertinente. Otra vez el formalismo se impuso sobre la verdad de la norma.
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En el día de un muy próximo mañana, con ese antecedente, bastaría con un decreto del presidente Petro, decreto de esos con fuerza de ley, tan atravesado como el de Gaviria, convocando a una constituyente, para que enseguida 5 de los 9 magistrados de la Corte Constitucional dictaminen que sí, que sí procede, para que nuevamente tengamos dicha asamblea. ¿Elegida y manejada por el presidente de turno? Impensable, dirían muchos. Pero la Corte de aquellos tiempos era tenida por muy seria, y, sin embargo, aconteció.
III. Existe, inclusive, otro aún más despejado sendero. Que un congreso de mayorías de izquierda, o si no, que una fuerte bancada de esta posición con la complicidad adventicia y “seducida” de algunos congresistas de otros partidos, hagan mayoría y convoquen a una Constituyente. ¿Elegida y manejada por el presidente de turno?
¿Especulaciones sin fundamento? Es posible. Lo primero es que no se sabe si Petro ganará o no la presidencia. Lo segundo es que si ello ocurriese, se desconoce si el señor Petro pertenece a la escuela democrática de Lula o a la del castro-chavismo-leninismo, a aquella, la otra, la del poder vitalicio. Me temo que simpatice más con esta última. De la cual, como lo hace George Orwell, intelectual tan lejano de cualquier derecha, bien podría afirmarse “se hace una revolución para implantar una dictadura”, y en la cual el objetivo del poder era el solo y simple poder.
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