Para mejor, la derrota
No se conoce el texto, pero por lo que se ha publicado sobre sus lineamientos fundamentales y, sobre todo, por la forma como el gobierno ha manejado el tema, con la ministra del ramo al frente, todo ello avisa que la reforma a la salud, de aprobarse, podría convertirse en una debacle para el presidente Petro. En su Waterloo.
La reforma también en una catástrofe para los colombianos. Y en una guerrilla civil en ciernes, con la amenaza de sacar a su gente, la de su gobierno, la de su burocracia y la de su partidarismo, a la calle, para presionar una aprobación de algo que la mayoría, o no entiende o no conoce; y no desea, inclusive, pues las encuestas indican que el 70 por ciento de los colombianos está satisfecho con la forma cómo funciona el sistema de salud. Cambios sí, pero no los que el presidente tiene en la cabeza.
Bien le valdría al señor presidente repasar algunos principios generales y casi que elementales sobre lo que significan en la sociología política las reformas. Habría que principiar por el consejo de Maquiavelo: mientras los perjudicados con el cambio sí lo saben, inmediatamente, los beneficiarios no.
En todas las reformas, pero más aún en aquellas que son importantes y de fondo, hay que saber manejar las disonancias cognitivas que generan a la gente. De un lado habrá una pérdida, pero del otro lado la posibilidad -solo la posibilidad- de futuras ganancias. O también: aquí está la esperanza de lo nuevo con la duda de abandonar lo seguro.
De un lado se tendrá la expectativa de algo mejor, pero del otro se sentirá el temor de lo desconocido. Y esta sensación será más fuerte en los sectores más vulnerables de la población. La encuesta de la Andi, dada a conocer el pasado miércoles, como ítem demostrativo indica lo siguiente sobre la preocupación porque los recursos de la salud sean administrados únicamente por el gobierno: al 54 por ciento le preocupa mucho, al 17 algo, y solo al 26 por ciento no le genera ninguna preocupación.
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Por ejemplo, en la reforma política las listas cerradas podrán o no ser muy importantes, pero lo cierto es que el común de la población no se sentirá afectada por su aprobación o su negación. Al contrario, en otras iniciativas se presentan unos cambios que pueden afectar a la gente de forma más personal y directa. ¡Qué mejor caso que el de la salud! En estas circunstancias los factores subjetivos anteriores se dan con mayor profundidad y exigen mayor cuidado y sensibilidad.
Para ambientar las reformas es preciso cuestionar el pasado. Obvio. Claro que con fundamentos y solo en los aspectos negativos del mismo. Pero no. Aquí desde el gobierno están descalificándolo todo. Viene al caso el título de un ensayo de Calaudio Magris, ‘Utopía y desencanto’: “Maestros de la retórica actuales, que se complacen en anunciar continuamente desastres y en proclamar que la vida no es más que vacío, error y horror”. Eso es lo que siento cuando oigo las intervenciones del primer mandatario. Sobre el tema dijo: “Nuestro sistema de salud es uno de los peores del mundo”: Eso no lo acepta el 70 por ciento de los colombianos, que lo ha utilizado y vivido.
Las reformas profundas deberán realizarse dentro de la lógica del sistema y de las instituciones. No pueden ser algo así como un parche extraño, incrustado y en contravía de lo que es el resto del organismo del Estado. En nuestro caso, las bases de la reforma a la salud, ya conocidas, son como un emplasto o apósito en medio de unas instituciones que se han decantado por contener unas reglas tácitas, en las cuales el Estado no asume ciertas actividades en las que ha resultado fallido. Y deja en manos de los particulares aquellas en las cuales estos sean más exitosos.
Toda reforma implica ganadores y perdedores. Y es elemental que estos últimos ejerzan su oposición, la cual puede ser o no ser valedera. Pero cuando un cambio es rechazado por una gran mayoría, será difícil que funcione. “Todo cambio impuesto es un cambio resistido”. Aunque queda la posibilidad de persuadir, esta no parece ser una posición fuerte del gobierno en este caso. ¿O será que, a la presión, un poco al estilo de los matones, en la calle, invitados por el presidente, la considera este gobierno como una forma de persuadir?
El presidente piensa que con su propuesta de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores de la salud se arregla el tema de las inquietudes de quienes hoy están a cargo de la misma y en relación con lo que se conoce de las bases de la precitada reforma a la salud. Gran equivocación. No creo que se dejen comprar si no están de acuerdo con la conveniencia de ese cambio, no para ellos sino para los colombianos en general.
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Hay una necesaria transición externa, que se refiere a la parte operativa al pasar de un sistema a otro. Pero los que saben de esto de las reformas se refieren también a una transición interna, con la aceptación de lo nuevo por parte de las personas que tienen que administrar las novicias formas de operar en el trascendental y amplio asunto. Si no se da esto, entonces, ¡motivaciones al carajo!; ¡mal funcionamiento de lo nuevo!; ¡igual a desastre anunciado!
Esta reforma a la salud es congruente con este variopinto gabinete. Dividido. Hay ministras competentes, que lo son y mucho. Por ejemplo, la de Agricultura, Cecilia López, y la de Vivienda, Catalina Velasco. Otros no. El de Justicia, Néstor Osuna, y el de Defensa, Iván Velásquez, más parecen ministros de la estratosfera. ¿Lo será también el presidente, obsedido y situado para casi todo en la estratosfera del cambio climático?
Por lo visto hasta ahora. Por las presentaciones que se conocen. Por las manipulaciones de las cifras. Por el secretismo, fruto de la debilidad, con que ha manejado este asunto, la ministra Corcho corre el peligro de convertirse en la nueva Irene Vélez de la salud. Por los antecedentes, me atrevo a pensar que la doctora Corcho va a manejar los debates como la ministra de Minas maneja los suyos.
Defensa, justicia, salud, minas, ¿cuántos ministros y ministras de esta clase aguantará usted, y cuántos y cuántas aguantará el país, señor presidente?
Recuérdese el programa del candidato Gustavo Petro. Sistema de salud universal, único y público. Tres adjetivos que estructurarían todo el sistema. Universal, para todos, muy bien. Público y único quiere decir que toda la salud y su personal serán oficiales. Potente fracaso. Fracaso potente.
Por eso lo que sí no dudo es que, para usted, señor presidente, será como en el decir campesino, que le convendría más en ello y, “para mejor, la derrota”. Para usted y para el país.
Esta será la primera prueba y medición ideológica entre el presidente y los otros partidos no ideológicos de su coalición. Si la pierde el señor Petro, bien valdría, con alegría, con Maturana, exclamar en coro desde el país y con el Palacio de Nariño, allí, señor presidente, felicitaciones: ¡perder es ganar muchísimo!
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