¿Por qué se hundió la reforma política?

Este artículo se empezó a escribir antes de que se hundiera la reforma política y explica por qué tanta resistencia ciudadana, hasta el punto en que los petristas que en 2022 la votaron a favor en cuatro ocasiones tuvieron que aprobar su retiro.

Si el objetivo de la reforma política de Petro, Prada y Roy fue proponer la peor, no lo habrían hecho mejor. Y se tramitó, así ahora se hagan los locos, con el respaldo de todas las fuerzas petristas, es decir, de Santos, Samper y Gaviria y de los partidos Liberal, Conservador, de la U, Verde y Pacto Histórico. Apoyo que le dieron porque era la reforma más descaradamente sastre posible, es decir, la más echa a la medida de sus intereses.

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Se trató de la peor porque su propósito principal fue reelegir a los actuales parlamentarios, de mayoría petrista, en 2026, para comprárselos –esa es la palabra– y que respaldaran hasta los mayores disparates del Gobierno actual.

Fueron varias las fórmulas para cooptarlos.

La reforma resucitaba una posibilidad que existió en el pasado y que se eliminó porque corrompía la política y aumentaba el control del presidente sobre el Congreso, al permitirle nombrar de ministros a los senadores y comprárselos a ellos y a sus partidos.

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Y Petro y sus lugartenientes se propusieron empeorar esa fórmula que se eliminó por perversa. Porque la gabela ahora sería para senadores y representantes a la Cámara, y podrían saltar a ministros y a otros cargos nacionales y, además, luego de usufructuarlos, devolverse a congresistas. Y podrían apelar al transfuguismo de un partido a otro y candidatizarse sin cortapisas para alcaldes y gobernadores.

Habría más plata del Estado para los partidos, dineros que no evitarían que las elecciones se siguieran financiando con platas corruptas, porque esas se mueven en secreto y en maletas o en bolsas llenas de fajos de billetes.

El proyecto no tocaba al Consejo Nacional Electoral ni la Registraduría, grandes poderes que no representan la democracia, sino la partidocracia que ha gobernado a Colombia, como está demostrado, no a favor del desarrollo nacional, sino de mantener el país en el subdesarrollo y en la mayor desigualdad social. La norma tampoco legislaba para obligar a los partidos a hacerles juicios de responsabilidad política a sus jefes acusados de corrupción, vacío legal del que se aprovechan los compañeros de Nicolás Petro para no enjuiciarlo políticamente.

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Cinismo indignante, diseñado para un fin perverso: perpetuar en el poder legislativo a la mayoría petrista de hoy, de manera que aun si no ganaran la Presidencia en 2026, siguieran mamando del poder legislativo y pudieran ponerle precio a su respaldo al nuevo mandamás de Colombia.

En el reino de la politiquería y la antidemocracia que Colombia ha sido, nunca nadie se había atrevido a tanto.

Y en nombre del “cambio”.

No es una rareza entonces que el Gobierno haya sufrido esta gran derrota, que los electores arrepentidos aumenten y que quienes votamos en blanco andemos sin cargos de conciencia.

El ministro Alfonso Prada debe renunciar.

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