La República Independiente de Caicedonia y el Estado Soberano de Aures

A Caicedonia, el mejor vividero del mundo, nada ni nadie le ha podido reducir su incontenible progreso. Lo tiene todo: clima ideal, espectaculares paisajes, suelo feraz y moradores laboriosos que le rompieron “la vértebra al monte y, en la lucha tenaz y altanera, dieron luz al inmenso horizonte” (1).

Nosotros llegamos a Caicedonia, desde Palmira, a principios de 1969. Encaramados sobre nuestros corotos en un destartalado camión, después de pasar por la curva del Violín y bajar desde Sevilla por la única carretera que existía: la Panamericana. A mi pueblo lo adopté para siempre antes de bajarme del camión. 

Cuando íbamos a pasar por el puente del río Pijao, leímos un cartel que anunciaba: “Aquí Comienza la República Independiente de Caicedonia”. Al otro día me recocharon por mi hablado valluno y me dijeron “caleñito de Aures”. Cuando pregunté que era eso, el ‘Loco’ Velásquez, señalando la montaña repleta de cafetales, me respondió que era una vereda: “Allá queda el Estado Soberano de Aures”. Si bien el pueblo era pobre y escaseaba el billete, la comida no constituía el problema. Este lo constituía el caciquismo crónico, la intemperancia política y la violencia que no aflojaba, aunque ya el Gobierno había pacificado la región de bandoleros.

En 1873, los hermanos vallunos Lisandro y Belisario Caicedo, descendientes del Alférez Real, crearon, con ricas familias caldenses, la Sociedad Burila. En los estatutos de la sociedad quedó estipulado que se debería fundar una ciudad con el nombre de Ciudad Caicedo en el sitio conocido como Cuba, jurisdicción del Municipio de Zarzal.

Esa cláusula se materializó el 3 de agosto de 1910 con el nombre de Caicedonia. Su principal gestor, don Daniel Gutiérrez Arango, fue un abejorraleño tan importante para esas calendas, que fue congresista, gobernador de Caldas y constituyente en la reforma de 1910 que sancionó el presidente y general Rafael Reyes. 

De todas maneras, por muchos que fueran sus pergaminos, los héroes de la gesta fueron los colonos venidos de Guatapé, Titiribí, Abejorral, El Peñol, Armenia y otros pueblos. Tres décadas de ásperos pleitos sostuvieron los colonos con la poderosa compañía terrateniente hasta que en 1930 fueron confirmados sus derechos.

El caserío, pequeño y acogedor, era un espectáculo: limpio y bien trazado. Los lugareños aún alardean de que sus anchas calles fueron copiadas de París.

El pueblo creció rápidamente. “Era un espectáculo de paz, donde era posible salir a cualquier parte sin problemas. Las noches eran oscuras. La gente se alumbraba con velas. En 1932 se inauguró la luz eléctrica en medio de la alegría colectiva. No tenía pavimento. Las vagas eran enormes donde casi no pasaba la gente. Era común ver las vacas y terneros por las vías, las cuales eran arriadas por los muchachos en cortos y a pata limpia” (2).

Las pesebreras constituían el centro nervioso de la municipalidad, eran sitios donde las recuas de mulas gozaban de merecido descanso, mientras los arrieros mal hablados y lengüilargos, lavaban sus alpargatas sucias y apuraban sendos tragos de tapetusa” (3).

El periodista Roger Ríos Duque definió al caicedonita como “…madrugador, arriesgado, capaz de largas jornadas de trabajo, adaptable a todos los climas y a todas las gentes. Los caicedonitas gustan de un buen caballo para jinetear en las ocasiones más solemnes, de ruana gruesa y calurosa para guarnecerse de la lluvia y del frío, y del carriel envigadeño.” 

Ese mundo idílico terminó de tajo el 9 de abril de 1948, en las horas de la tarde. Al conocerse el asesinato del caudillo Jorge Eliecer Gaitán, la turbamulta enardecida comandada por el alcalde liberal fusiló al directorio conservador en pleno. Desde ese día, la violencia se enseñoreó hasta 1974, cuando el municipio volvió a encontrar su ritmo, por un acuerdo entre Nacianceno Orozco Gallego y el —para mí— inolvidable, Aníbal Quiroz Arbeláez.

Las víctimas se dividieron en cuatro: los que asesinaron, los que huyeron y lo perdieron todo, los que emigraron y vendieron regalado y los que se quedaron y soportaron ese horror. Los ganadores fueron los que compraron a precio de huevo y pescaron en río revuelto (4).

Desde esa época se dieron otros cinco hechos cardinales que marcaron a los habitantes y el devenir del municipio.

El 21 de enero de 1962 bandoleros comandados por Melquisedec ‘Melco’ Camacho y Campo Elías Lozano Arroyabe ‘Polancho’, horrorizaron al municipio con la masacre de 24 campesinos en la vereda La Rivera, contigua al casco urbano. Todos los muchachos y muchachas con los que estudié el bachillerato quedaron tatuados de por vida por este insuceso. 

El 13 de marzo de 1988 se dio la primera elección popular de alcaldes entre el cura Federico Arroyabe “de oratoria de pólvora y fogosidad temeraria (5)”, y Alexánder Henao. Fue una lucha épica que Alexánder ganó, pero dejó profunda huella para los años venideros. 

Caicedonia fue el municipio más afectado del Valle del cauca con el terremoto de Armenia, el 25 de enero de 1999. El balance fue desolador: heridos, 12 casas en el suelo, 100 semidestruidas y 200 averiadas; la iglesia destruida, la estación de policía averiada y la alcaldía agrietada. El pueblo se sobrepuso con celeridad.

La toma de las Farc, el 24 de julio de 1999, “nos hizo sentir la impotencia y la humillación de estar bajo su arbitrario dominio” (6). La guerrilla se tomó Caicedonia por tres costados y los habitantes, en vez de refugiarse en las casas salieron a la calle para ‘novelearse‘ la toma y algunos hasta saquearon locales comerciales.

Posterior a la toma de las Farc, el paramilitarismo también se tomó a Caicedonia. Nunca confrontaron a la guerrilla, pero si sacaron de circulación a la dirigencia local, se dedicaron al tráfico de estupefacientes y asesinaron por lo menos a 30 campesinos. Por cerca de tres años, “su único lenguaje fue el soborno, el chantaje y el sicariato expresado en asesinatos de personas humildes que nunca tuvieron que ver con la guerrilla” (7).

Por último, en el 2008, el directorio conservador naciancenista, que había ganado todas las elecciones populares de alcaldes, perdió por primera y única vez con Orlando Vélez Marín de la oposición. 

Esta situación se podría repetir en este 2023 y dar origen a un sexto hecho cardinal, pues a esta contienda se presentaron divididos con dos candidatos: el dos veces alcalde Jorge Aldémar Arias Echeverry y la joven dirigente Liliana Patricia Fernández Duque. Esto le da chance real a Javier Andrés Giraldo Domínguez y permite la consolidación del Pacto Histórico de Caicedonia, representado por Nubier Borrero Marín.


1. Estrofa del Himno a Caicedonia. Ramón Jaramillo P.

2. La Auténtica, aunque Increíble Historia del Pollo a la Carreta de Caicedonia. Pedro Luis Barco Díaz. 

3. Ibidem.

4. El Libro de oro de Caicedonia. Miguel A. Gualteros Forero.

5. Definición de Alexánder Henao, primer alcalde popular.

6. Palabras del exalcalde y escritor Miguel Antonio Gualteros Forero. 

7. Miguel Antonio Gualteros Forero.

11 Comentarios

    1. Alberto Rodríguez Giraldo

      Excelente crónica. Una muy sentida semblanza del pueblo querido, que además realza el nivel editorial del autor.
      Gracias Pedro Luís por ser un gran embajador.

    2. Alberto Rodríguez Giraldo

      Excelente crónica. Una muy sentida semblanza del pueblo querido, que además realza el nivel editorial del autor.
      Gracias Pedro Luís por ser un gran embajador.

  1. Lina Maria Castellanos

    Pedro, Pedro…más Caicedonita que yo misma, siempre admiraré tu arraigo al municipio de donde vienen tus hijos, tu solidaridad siempre, y el respeto hacia sus habitantes. Gracias por contarnos la historia desde tus ojos.

  2. Ernesto Díaz Ruiz

    Muy veloz y sabrosos relato-crónica de tu pueblo adoptivo, al que sé que amas con pasión.
    Recuerdo los, ya lejanos, encuentros de escritores por la paz, una muy grata y aleccionadora experiencia, de los que tengo sus memorias.
    Es un placer leerte, Pedroluis, gracias por eso!

    1. Oscar Ospina Osorio

      Magnífica y corta narración de los acontecimientos No olvidaré ese 9 de abril que ví como mataron a los integrantes del directorio conservador en un local frente a la plaza de mercado de ese entonces

  3. Faltó allí sobre la llegada del paramilitarismo que grupo político los llevó, quienes los financiaron y luego se hicieron los desentendidos, dejando al Mpio envuelto en un caos de terror.

Deja un comentario

Diario Criterio