Cuando Petro se vaya, verán que “no había ‘castrochavismo’” ni “rayos ‘homosexualizadores’”: Ricardo Silva

El escritor bogotano y columnista Ricardo Silva Romero participa en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que abrió sus puertas el 18 de abril, con dos conversatorios acerca de sus novelas ‘Cómo perderlo todo’ y ‘Cómo vivir en vano’, dos historias con personajes que se conectan. 

C.M.M.Z: Para un escritor ir a una feria del libro es como ir a parque de diversiones. ¿Cómo va a vivir la feria este año? 

R.S: Voy a estar un par de días. El sábado 22, a las tres de la tarde, y el domingo 30. Me imagino que eso va estar llenísimo porque los fines de semana es así. El año pasado era imposible caminar, moverse, era realmente entre conmovedor y angustiante. Es impresionante que tanta gente vaya, lea y compre libros.

C.M.M.Z: ¿Es verdad que en Colombia la gente no lee?

R.S: No creo. Uno, además, podría citar los estudios. El último que se nos reveló dice que la gente lee, más o menos, cinco libros al año y a mí, realmente, eso no me parece poco. Las redes sociales, entre sus cosas buenas, tienen esos grupos de lectura, talleres, amigos recomendándoles libros a amigos, lecturas conjuntas, en voz alta. Lo que le ha dado Internet a la lectura ha sido extraordinario y creería que es verificable que nunca antes había habido tantos lectores en el mundo. 

C.M.M.Z: En Pandemia leyó algunos de sus libros en las redes sociales y creó una comunidad. ¿Cómo fue esa experiencia? 

R.S: Leímos completos tres libros Historia oficial del amorCómo perderlo todo y Río muerto. La tres fueron muy conmovedoras, muy sintonizadas con lo que estaba pasando en ese momento, pero la de Historia oficial del amor fue particularmente extraña y emocionante porque fue la primera.

La idea no fue mía sino de una lectora que había leído ese libro en un encierro terrible que tuvo que vivir y un día, al principio de las cuarentenas, me propuso que hiciéramos esa lectura y yo la organicé y se nos empezó a sumar gente: la Secretaría de Cultura de Bogotá y La Feria del Libro, que acababa de tomar la decisión de hacer la primera feria virtual. Eran 1.500, 3.000 personas siguiendo una lectura de un libro por la noche y se creó una comunidad de espíritus afines y de gente muy generosa.

Eso me recordó que escribir libros es prestar un servicio y dar con un montón de iguales.

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C.M.M.Z: Ahora que habla de la pandemia, ¿cómo la vivió?

R.S: Yo no la sufrí, obviamente me parecía una pesadilla todo lo que estaba sucediendo, las cifras de muertos, las imágenes de las UCI. Entre otras en Colombia, la pandemia fue particularmente violenta porque seguían llegando las noticias de los asesinatos de líderes sociales, de firmantes de paz, seguía hablándose de feminicidios, fue uno de los países donde no solo sucedía la pandemia sino un recrudecimiento de la violencia. 

Yo estoy acostumbrado a escribir con mis hijos casi que con uno sentado en una pierna y otro en la otra. Nunca ha sido de esas personas que escriben llenas de neurosis, no sé si por haber trabajado tanto en medios y pasar por salas de redacción, no ha sido necesario para mí que todo el mundo este callado y que me respeten mi espacio. Esto aquí vive invadido de juguetes. 

Para nosotros fue un momento afortunado, ninguno se enfermó, estuvimos tranquilos, nos dedicamos a hacer ciclos de I’m películas, a leer, a oír música, a jugar, a hacer rompecabezas. Lo que a mí me quedó es que así debería ser la vida, salvo la pesadilla, las cifras de horror. Me pareció que la vida era más lógica con esa pausa y con ese ritmo, con la cercanía de la gente de la familia.

C.M.M.Z: Usted hablaba de las redes sociales, que cambiaron la forma de hacer literatura. Ahora hay más interacción con el público, pero la gente quiere leer cosas más cortas. ¿Qué piensa?

R.S: A mí este tema me fascina. Por un lado, las redes parecen estar aconsejándole a uno que vaya rápido, que haga cosas cortas, que no caiga en la trampa de hacer novelas de 800 páginas, como las que hago yo, y que desconfíe particularmente de lectores que pueden pasar una hora viendo historias de Instagram o ‘reels’ de YouTube.

A mí me enerva a ratos el sonido de los ‘reels’ de YouTube y las historias de Instagram, porque es un parpadeo constante y un estruendito frecuente allí, como un martilleo al que nos estamos sometiendo todos y me preocupa que estemos siendo incapaces de concentrarnos. 

La experiencia de ver películas en plataformas también me preocupa a ratos porque invita a poner pausa para ir a hacer pipí, pausa porque sonó el citófono o pausa porque alguno de la familia dice que ya viene. Es decir, me preocupa la capacidad de concentrarnos que tenemos y eso tiene que ver con la respuesta que daba antes sobre la pandemia y sobre cierta nostalgia por una pausa, un vivir más lentamente. 

Dicho esto, uno también puede redoblarse y decir, ¿quieren cosas cortas? Entonces hago novelas de 800 páginas. Hay algo de rebeldía en todo libro o todo texto literario y en mi caso ha sido proponer libros que duren un rato en las manos de la gente, que se vayan meses y uno tenga que vivir en ese mundo e ir de frase por frase, como yo las escribí, y que eso sirva para aplacar la velocidad del día y para devolvernos a un mundo donde no nos pasemos la vida reaccionando, sino reflexionando. 

Las redes podrían obligarlo a uno a escribir corto y a escribir sobre temas que sean tendencia o a gritar en los libros, porque todo hoy en día parece ser un grito, pero también las redes le devuelven a uno la vida que tenía un escritor en el Siglo XIX, cuando salían a la calle y se encontraban con sus lectores y les decían recíteme el último poema que hizo, como le pasaba a Rafael Pombo, José Asunción Silva, Julio Flórez. Era una relación de igual a igual y el escritor prestaba un servicio, como el sastre, el cartero o el zapatero.

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Eso también puede pasar en las redes. Los seguidores, que son iguales a uno, todo el tiempo le están diciendo “en esta página no entendí esta frase” o “me gustó este párrafo” o “encontré un error en tal página”. Es fantástico porque baja al escritor de una especie de tarima a la que se subió a mediados del siglo pasado y lo devuelve a las calles, a hablar cara a cara con sus lectores y a darse cuenta de que los lectores no necesariamente quieren cosas cortas.

C.M.M.Z: Su columna en el periódico El Tiempo se llama Marcha fúnebre. ¿Por qué el nombre y cuánto tiempo lleva escribiéndola?

R.S: Van 14 años. Antes tuve columna en Soho, como unos ocho años, y luego empecé con Marcha Fúnebre. Se llamó así, desde el principio, quizás porque me parecía que era una buena definición tanto de la vida como del país. Con el paso del tiempo le fui descargando ese lado negativo y le fui viendo el lado celebratorio y realista. La vida tiene todo que ver con la muerte y no es algo que haya que negar.

C.M.M.Z: Es un columnista pacifista, algo diferente hoy en día que los columnistas quieren generar debate o controversia…

R.S: Yo creería que sí. Hoy en día es muy difícil escribir columnas porque no estamos enterándonos de lo qué pasó, sino de lo que está pasando. Hay un fenómeno que a mí me enerva un poco de los medios hoy en día y es el de la “noticia en desarrollo”. Uno ve por ahí titulares en todas las páginas y se mete y dice lo mismo que el titular y abajo, “noticia en desarrollo”.  Por la mañana dicen que el Gobierno dijo tal cosa, al medio día el Gobierno lo desmiente; por la tarde, parece que sí lo dijo, pero era diferente. Entonces uno no puede opinar porque nunca es claro lo que están pasando. 

Uno ve en las redes a muchos columnistas o líderes de opinión reaccionando todo el día, furiosos porque hay un rumor, furiosos porque al presidente se le soltó alguna de las frases que se le sueltan. Esa reacción no produce una perspectiva o una interpretación que sirva, sino que es una gritadera de estadio de fútbol. El periodismo parece más una narración de un partido de fútbol. Todo es sobre la marcha. 

Yo soy particularmente consciente que quiero opinar sobre cosas que estén claras, resueltas; no quiero estar reaccionando, sino reflexionando y eso me parece que puede servir a una cultura de paz que siempre ha librado Colombia frente a una cultura de la aniquilación del otro, del dominio, de la subyugación, de la esclavitud. 

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C.M.M.Z: ¿Qué piensa del Gobierno actual?

R.S: A mí me parece que la función de este Gobierno ya es suficiente, es decir, en Colombia era imposible que hubiera un gobierno como este, de izquierda. Llevábamos 200 años de gobiernos jerárquicos, católicos, militaristas, incluso castellanos, de gente que despreciaba a los que hablaban mal español y de gente clasista, racista, machista y muy cercana al extremismo religioso que, además, contribuyó al exterminio de muchas voces y de tendencias de izquierda.

Que haya ganado este Gobierno era muy importante para esa historia tan brutal. Estos 200 años hacían impensables que llegara un Gobierno a hablar en otros términos y a proponer nuevos modelos económicos; a jugar con el tema de la paz, a insistir en ciertos liberalismos. Que haya ganado es más que suficiente.

Luego, lo otro que tiene que hacer es irse, y será muy importante, porque hay un montón de gente que sigue hablando de castrochavismo, de los rojos, los comunistas. El otro día vi que Natalia París hablaba del comunismo en una entrevista y yo no podía creer que metiera ese tema de la nada y absolutamente contagiada del miedo de lo que pueda pasar con la izquierda.

Yo creo que, cuando ese Gobierno terminé su labor, y resulte bueno, regular o malo, habrá una transformación en la mentalidad de muchos colombianos que van a ver que el Gobierno se fue, no había castrochavismo, no se iba a quedar, no era un tipo diabólico que iba a lanzar rayos ‘homosexualizadores’, a expropiar, todos esos fantasmas que enloquecen a tantas personas.

Siento compasión porque creo que hay mucha gente que no está durmiendo nada por esta época, porque siente que este Gobierno va a acabar con todo y es un desastre. Para esa gente va a ser la entrada a un mundo nuevo en el que hay que alternar el poder entre diferentes voces, tendencias y figuras. 

Yo no le tengo nada de miedo al Gobierno. Me parece que es aparatoso, un gobierno torpe, el presidente (Petro) no solo tuitea innecesariamente, sino que tuitea con errores de ortografía y es insólito. Veo nombramientos fatales, veo nombramientos brillantes… Todos estamos concentrados en este Gobierno porque nunca había pasado, pero podríamos mirar los Gobiernos anteriores y ver los mismos errores, lapsus, desmanes, bobadas, aciertos.

Me parece importante que un Gobierno se la pase hablando de paz así esté confuso en lo que se está haciendo. Me parece que es un Gobierno que está incluso a tiempo de ser bueno, todavía le queda un tiempo para enmendarse, para corregir las tonterías que ha hecho, para no ser un Gobierno tan en marcha, ya que a veces siente uno que no está claro para dónde se están haciendo las cosas. En términos generales, me siento más cómodo en esta situación que en el Gobierno pasado, por ejemplo.

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C.M.M.Z: Háblenos de Tercera vuelta, el pódcast que hace con el exministro Alejandro Gaviria.

R.S: Hemos pasado felices en las conversaciones. Ha sido una amistad que se ha dado entre Alejandro y yo y con Alex Pinilla, que es el productor y el dueño de El Locutorio, al que se le ocurrió hacer el pódcast. Se ha dado lo mismo que con los libros, en las redes la gente le comenta a uno, como si fuera el vecino, lo que acaban de oír.

Tiene el valor de ser muy auténtico. Yo he aprendido a querer mucho a Alejandro y a entenderlo y, sobre todo, a reconocerle la autenticidad. Es un tipo que dice las cosas sin ambages, sin regateos. Es un fluir de consciencia. Ponemos el tema y vamos viendo qué se nos va ocurriendo, sin libretos, entonces tiene algo espontáneo que debe ser una buena compañía si uno está lavando los platos. Ha sido un gran logro, no es poco acompañar a la gente mientras trota por las mañanas. 

C.M.M.Z: ¿Cuántos libros tiene?

R.S: En la casa tengo miles de miles. Son paredes llenas de libros y llegan y llegan más y no se sabe dónde meterlos. Muchos vienen de mi casa, cuando vivía con mis papás; muchos otros, cuando vivía solo y después, cuando nos casamos. Carolina trajo los de ella, yo traje los míos y ahora los niños tienen su biblioteca. Esto no para. La casa va a ser de los libros en algún momento y tendremos que irnos nosotros. 

C.M.M.Z: ¿Qué está leyendo ahora? 

R.S: Estoy leyendo libros de cine, me fascinan las biografías de actores y directores. Ahora me estoy leyendo unas memorias de Paul Newman que acaban de publicar y que él escribió hace 40 años y las dejó abandonadas, y las hijas las redescubrieron y las publicaron. Tienen la gracia de que el tipo habla como si nadie se fuera a enterar; es muy directo. Me gusta, como me gustan todas las biografías, porque uno queda con una prueba de que puede envejecer dignamente y salir adelante; porque esta edad en la que estoy es una edad crítica y uno si necesita ejemplo de que todo sale adelante. 

C.M.M.Z: ¿Le importa la edad?

R.S: No me importa en el sentido de que me avergüence, digamos. Yo llevo muchos años calvo, entonces esa no ha sido una medida del paso del tiempo muy precisa; pero sí soy consciente que ya me corresponde en la sociedad ser el viejo. Eso no es poco. Es útil. Alguien tiene que ser el viejo. Alguien se tiene que quejar de cosas y proponer de nuevo novelas de 800 páginas y no dejarse someter por la cultura de la juventud y yo me siento bien de hacerlo. 

C.M.M.Z: Una de sus novelas llegará al cine.

R.S: Sí. Hay una película de Autogol (2009) y ya vi la versión de cine; una primera edición, y me parece que quedó muy buena. Se supone que va a ser estrenada en la plataforma de Paramount Plus y es la primera película colombiana, si no estoy mal, que producen. Están un poco demorados en el estreno porque tenía una postproducción muy compleja; como es una historia que sucede en el Mundial de Fútbol del 94 hay muchas cosas que hay que recrear bien para que eso no se vea ridículo y han estado haciendo un esfuerzo que creo va a salir muy bien. 

C.M.M.Z: ¿Qué está escribiendo ahora?

R.S: Estoy revisando un libro que escribí sobre Raúl Carvajal, el padre de aquel soldado que mataron por negarse a hacer falsos positivos y que se paró con su camioncito en la Jiménez con Séptima, durante 10 años, a contar la historia de su hijo.

Estoy escribiendo una serie de libros de niños que espero salgan bien. Yo he hecho antes otras dos novelas de niños, una que se llama En orden de estatura (2007) y otra que se llama Todo va a estar bien (2016). Hace siete años no escribía una novela infantil, pero, otra vez, encontré ese impulso y una historia que me parece buena. Voy a estar dedicado a eso por un tiempo. 

*Clara María Mejía Zea tiene más de 25 años en el oficio. Estudió periodismo y comunicación social en la Universidad de La Sabana (Bogotá) e hizo el curso Más allá de la escritura, de Isabel Allende, impartido por Cursiva y Penguin Random House (España), que la impulsó a dedicarse a la escritura. Trabajó como redactora en la revista Cromos, libretista en Caracol Televisión, editora general de la revista Jet-Set y documentalista en Teleantioquia (Medellín). 
Recientemente publicó su primer libro, Mis primeras citas, y abrió un canal de YouTube en el que entrevista a famosos sobre sus citas más curiosas. Sígala en Instagram y Facebook.
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2 Comentarios

  1. Alfonso Durier Grau

    Hola Clara María: me encanta saber de tí, tengo recuerdos mixtos acerca de mi segundo tiempo en Cromos (1996-1999), pero lo positivo fue conocerte y tener un buen grupo de compañeras para salir a comer y regresar a acometer los largos cierres de viernes. Te mando un abrazo grande

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