Solo cenizas van quedando
La renuncia de Rodolfo Hernández al Senado era previsible. Sin su publicista de cabecera y obligado a hacer mucho más que pequeñas piezas comunicativas en ‘TikTok’, el excandidato presidencial tuvo que reconocer que carece de altura intelectual para desarrollar una labor parlamentaria de calidad.
Tal reconocimiento, hecho por televisión, en vivo y en directo, nos mostró que el ingeniero Hernández Suárez no es un dirigente político ni un líder social.
Quedó claro que sus candidaturas y triunfos electorales no los ha obtenido ni por la profundidad de su pensamiento político, ni por la viabilidad de sus programas de cambio social. Se deben a que sus votantes, cansados de la ineficiencia y de la corrupción política, llegan a creer que el Estado debe ser dirigido por un gerente exitoso, por un multimillonario excéntrico que, aparentemente, no necesita robar porque “ya está lleno de plata”.
Hernández es otro producto de la cultura política que empezó a imponerse en Colombia desde finales de los años 70 del siglo pasado. Según ella, entre más inculto sea un dirigente, más posibilidades tiene de ser un administrador eficaz; entre más ordinarios, bruscos y chabacanes sean su trato y su comunicación, más posibilidades tiene de ser sincero y honorable en la gerencia de la cosa pública, y, entre más contratos firme y ejecute, mejor gobernante es.
Hernández, como otros políticos de características similares (Álvaro Uribe, Federico Gutiérrez, Enrique Peñalosa, la familia Char, entre otros) solo es un empresario que se ha lucrado usando, a su acomodo, la necesidad ajena; al Estado y a la ley; alguien que llegó a la política a seguir haciendo lo que sabe hacer: enriquecerse.
También, de este autor: Laureano vive: estrategias para hacer invivible la república
Para eso, se hizo elegir concejal de Piedecuesta, alcalde de Bucaramanga y, por ley, resultó siendo senador. Pero, quizá por cobardía o porque no ha encontrado la manera de usar el cargo de elección popular para agrandar su fortuna sin violar la ley, jamás ha terminado el periodo para el que lo han elegido.
Renuncia, pues, Hernández, y regresa a Santander. Se dice que presentará su candidatura a la Gobernación de ese Departamento y que, como su partido ya cuenta con personería jurídica, podrá avalar aspirantes a la Asamblea, a las alcaldías y a los concejos municipales.
Tiene una estrategia electoral que ya le ha dado réditos: presentarse sin programa y hacerse visible a punta de estridencia, como un ganador, como un gerente que sabe generar y distribuir riqueza y como un gran luchador contra la corrupción.
Quizá, esta vez, no le funcione, porque, al final de la campaña presidencial pasada, gracias a múltiples investigaciones periodísticas, descubrimos que lo que él llama “capitalismo social” es, en realidad, la socialización de sus ganancias con sus familiares y relacionados. A los demás, como el mismo lo dice, nos quiere usar como sus “vaquitas de leche”.
Puede interesarle: Los chats del hijo de Rodolfo Hernández que lo salpican con presunta corrupción
Por los mismos días, se supo de las múltiples causas judiciales que hay en su contra. En algunas, ya tiene condena y en otra, la más grave, ya fue imputado y llamado a juicio. El supuesto luchador contra la corrupción puede resultar condenado por ser un corrupto, aunque él y su equipo de abogados sigan intentado evadir la justicia.
Gane o no, Hernández ya dejó su impronta en el departamento. La superficialidad de sus convicciones la asumieron sus imitadores políticos, quienes creen que las elecciones se pueden ganar a punta de escándalo y gritería. Están seguros de que para conseguir votos y triunfar basta con vociferar y hacer espectáculos en contra de las consecuencias más evidentes de la corrupción, sin entender ni enfrentar sus causas más profundas.
Pero, como no han tenido empresas, ni se han enriquecido, ni han sido gerentes de absolutamente nada, tienen que esperar a que el ingeniero Rodolfo se hunda en las encuestas y les haga un guiño con el cual les transfiera –casi mágicamente, según sus cuentas– el distintivo de rico, ganador y exitoso. Cada uno está esperando que Hernández lo designe candidato.
El excandidato presidencial y ya exsenador de la República regresa a su departamento con ganas de ser gobernador. Quizá solo le alcance para ayudar a elegir a algún joven tan pandito y vocinglero como él mismo. Pero, tal vez ni para eso tenga fuerza suficiente.
Porque, como dijo Salud Hernández, el ingeniero Rodolfo hoy es absolutamente irrelevante. Ni es aliado del Gobierno nacional, ni es opositor. Carece de peso político, ha sido cobarde y traidor; no lidera causa alguna y, según ella, hoy debería ser solo un cadáver político.
No sé si eso sea verdad. Lo que sí es cierto es que esta renuncia de Hernández es un síntoma del mal momento por el que pasa la cultura política dominante. Si se unen los partidos alternativos y ganan, entre otras, la Gobernación de Santander, se le propinará una nueva derrota.
Cuando eso ocurra, se podrá decir que, de la carrera política de Rodolfo Hernández, “solo cenizas quedaron”, como cantaba su tocayo, Rodolfo Aicardi.
Siga con: Fiscalía, ¿obstáculo o aliado para la paz?
2 Comentarios
Deja un comentario
No creo que se candidatice a la gobernacion de Santander pues si gana volvería a caer en la Corte Suprema de Justicia. Es muy posible que termine de candidato a la alcaldía de Bucaramanga.