Salman Rushdie: ¿Por qué Irán condenó a muerte al autor de ‘Los versos satánicos’?

El intento de asesinato contra el escritor británico es solo el capítulo más reciente de una historia que comenzó con la publicación de ‘Los versos satánicos’, en 1988. Este es el recuento de una polémica en la que la libertad de expresión está en juego.

Salman Rushdie lleva 33 años viviendo en medio de amenazas de muerte y con la zozobra de no saber si en algún momento alguien aparecerá de la nada para matarlo.

Casi la mitad de su vida.

Por eso, cuando el viernes de la semana pasada un hombre saltó al escenario en el que se presentaba en Nueva York y lo apuñaló 10 veces, pocos tuvieron dudas de cuál era la causa del ataque. Eso no evitó, sin embargo, que el mundo entero entrara en shock: una cosa es saber que alguien tiene una amenaza de asesinato a cuestas y otra, ver como intentan materializarla.

Ahora Rushdie, quien al cierre de este artículo empezaba a recuperarse luego de estar muy grave (llegó a estar en condición crítica y conectado a un respirador), tendrá que evaluar si vale la pena volver a esconderse como lo hizo al inicio de las amenazas, cuando vivió en Londres con una identidad secreta y bajo protección oficial. Un castigo excesivo e injusto para alguien cuyo único ‘pecado’ fue escribir un libro que los radicales islamistas, incluyendo a los que gobernaban Irán a finales de los años ochenta, consideraron blasfemo y signo de apostasía.

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Salman Rushdie
Salman Rushdie resultó gravemente herido el 12 de agosto, cuando Hadi Matar, de 24 años, se abalanzó sobre él en el escenario y lo apuñaló en el cuello, el abdomen y un ojo al inicio de un evento literario, en el estado de Nueva York (EE. UU.). El agresor se declaró no culpable de intento de homicidio y permanece detenido, sin derecho a fianza. | Fotos: AFP.

’Los versos satánicos’ y la condena de Salman Rushdie

Lo cierto es que Rushdie, nacido en Bombay, India, en 1947, unos meses antes de que la independencia de ese país del Reino Unido se concretara, nunca fue un practicante del islam, aunque venía de una familia de tradición musulmana con un padre no creyente. Es más, a los 14 años lo mandaron a Inglaterra a estudiar a la Rugby School (donde sufrió cierta discriminación por su origen indio) y se quedó en ese país. No solo se graduó como historiador del Kings College, sino que adquirió la nacionalidad británica.

Esa distancia le permitió tratar el tema de sus raíces con cierta lejanía y mucha libertad. Desde su primer libro, Grimus (1975), una especie de fábula con referencias al hinduismo, el islamismo y el cristianismo. Pero más específicamente, en sus trabajos siguientes, como Hijos de la medianoche (1980), en el que habla del colonialismo británico y la partición de la India a través de un chico que nace con poderes telepáticos, o Vergüenza (1983), sobre de la agitación política en Pakistán, un país creado para separar a los musulmanes de los hindúes después de la independencia de la India.

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Pero fue en Los versos satánicos (1988) donde abordó directamente el tema de su religión y el islam. Lo hizo como en sus otros libros, en un estilo que muchos han ligado al realismo mágico de Gabriel García Márquez -con situaciones y personajes extraordinarios que suceden en contextos aparentemente ordinarios-, pero en un mundo contemporáneo.

En este caso, se trata de la historia de dos inmigrantes indios, de origen musulmán, que sobreviven a un accidente de avión en Inglaterra y terminan asumiendo la identidad de dos deidades. Solo que, en varias secuencias oníricas, Rushdie cuenta (a su propio estilo) una parte de la historia del profeta Mahoma, en la que, según la tradición temprana musulmana, el propio Satanás lo engaña y le hace escribir en el Corán una serie de revelaciones, que luego resultan paganas. Además, el escritor describe en una parte de la historia como dos prostitutas asumen la identidad de las esposas de Mahoma.

Ayatolá Ruhollah Jomeini
El ayatolá Ruhollah Jomeini, entonces líder supremo de Irán, emitió una fatua contra Salman Rushdie en 1989, tras la publicación del libro Los versos satánicos.

Aunque la novela fue alabada por los críticos y llegó a ser finalista del premio Booker (uno de los más prestigiosos en lengua inglesa), en la comunidad musulmana causó una gran polémica y la consideraron irrespetuosa con su religión y su profeta. El libro no solo fue prohibido en Sudáfrica, India, Pakistán y otros países musulmanes, sino que, en la propia Inglaterra, la comunidad musulmana de Bredford organizó una quema de varios ejemplares, lo que disuadió a varias librerías de exhibirlo. Además, hubo varias protestas contra el escritor en Pakistán que terminaron en disturbios y personas fallecidas.

La peor reacción, sin embargo, la tuvo el gobierno de Irán. El 14 de febrero de 1989 el ayatolá Jomein, líder supremo del país en aquel momento, proclamó una fetua (pronunciamiento legal emitido por un especialista en la ley del islam) en la que condenaba a muerte a Salman Rushdie y todos los editores involucrados con la edición y publicación del libro, y anunciaba una recompensa de tres millones de dólares a quien ejecutara el castigo en cualquier parte del mundo. La razón: lo consideraban una blasfemia y una apostasía (renuncia a la fe).

Treinta y tres años bajo amenaza

Aunque Rushdie pidió perdón a todos los que se hubieran sentido ofendidos por su novela, a partir de la fetua se multiplicaron las amenazas en contra de su vida. Reino Unido, Estados Unidos y varios países de Europa condenaron la decisión del gobierno iraní y abogaron por la libertad de expresión. Desde el punto de vista de occidente, Rushdie podía escribir sobre el profeta Mahoma en sus términos (incluso satíricos) y los musulmanes tenían derecho a indignarse y protestar, pero eso no podía llevar a una condena a muerte.

Durante diez años, Rushdie tuvo que vivir con protección de la Policía y escondido bajo la identidad de Joseph Anton (que fue el título de una biografía que publicó después). No era para menos: la condena parecía tener efecto, pues en 1991, Hitoshi Igarashi, el traductor a japonés del libro, fue asesinado en su universidad, en Tokio, mientras que Ettore Capriolo, traductor al italiano, fue apuñalado en Milán, aunque sobrevivió.

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Protestas contra Salman Rushdie en Libano en febrero de 1989. Foto_ NABIL ISMAIL AFP
Protestas contra Salman Rushdie en Líbano, febrero de 1989. | Foto: Nabil Ismail / AFP.

No fue sino hasta 1998 que Rushdie pudo volver a tener cierta libertad. Ese año, el gobierno de Irán se comprometió a no impulsar el asesinato de Rushdie a cambio de una mejora en las relaciones diplomáticas con Inglaterra. Y aunque cumplió, la decisión tenía una trampa: la condena de 1989 seguía vigente porque su autor (Jomein) había muerto y no tenía forma de revocarla.

Las amenazas siguieron, aunque menos constantes. Aun así, en 2006, el secretario general de Hezbolá (la organización político-militar musulmana) lamentó en público que la condena todavía no se hubiera llevado a cabo. Y en 2019, Ali Jamenei, actual líder supremo de Irán —sucesor del ayatolá Jomeini—, dijo en su cuenta de Twitter —suspendida tras el comentario— que la fetua contra el escritor permanecía “irrevocable”.

Incluso hace unos meses, cuando nadie pensaba que alguien se atrevería a atacar al escritor, el medio digital Iran Online publicó un artículo en el que defendía la fetua. Pero todas esas amenazas ya eran parte del mismo paisaje de los últimos 33 años, como un volcán que amenaza con hacer erupción, pero no lo hace. El propio Rushdie, quien vive desde hace un tiempo en Nueva York, parecía vivir sin que hubiera una amenaza seria sobre su vida.

El ataque del viernes pasado solo es un recordatorio de que a veces el volcán estalla, la vida de Rushdie aún corre peligro y la libertad total de expresión sigue siendo una quimera.

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10 Comentarios

  1. Buena crónica de Salman Rushdie y este libro “Los versos satánicos”
    La libertad de expresion no existe ni existirá jamás sobretodo en estos temas que tengan que ver con religiónes creencias espirituales y éticas y algunas veces políticos
    Tema bién complejo

  2. Definitivamente los fanatismos religiosos pueden llegar a ser una amenaza latente y real para los buenos escritores. Votos por su recuperación. Excelente crónica !!!

  3. De nuevo se pone sobre el tapete el tema de la libertad de expresión y los radicalismos religiosos e ideológicos. Buena crónica.

  4. Ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa, y yo pienso que este artículo fue muy sustancial, y dice mucho sobre el trabajo de autor que es una persona apasionado, y tú si quieres ver más artículos de este típo, relacionados con precio bitcoin puedes leer lo aquí 🙂

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