Secuestrados por Iván Duque
Me permito aclarar el título del presente artículo. No se trata de secuestrados de una manera común, cuando se coarta la libertad física de una persona, sino de unas circunstancias concretas que hoy coartan la libertad interna de los precandidatos del Centro Democrático.
A mediados del siglo pasado, un sicólogo inteligente de nombre Leon Festinger escribió un libro en el cual explicó lo que denominó la “disonancia cognitiva”, situación que se genera en nosotros, los humanos, cuando lo que creemos o pensamos, no concuerda con la forma en que actuamos o con lo que les decimos a nuestros semejantes. Esto, digámoslo extendiendo la expresión, puede generar molestias de índole moral en quienes así proceden.
En política esa postura es algo frecuente. Frecuente, sobre todo, en épocas preelectorales, en donde los aspirantes al elevado rango, en procura de los sufragios, en ocasiones se ven obligados a afirmar aquello en que no creen y/o a callar lo que los perjudique.
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Esto de la disonancia cognitiva me ha puesto a pensar en nuestro mandatario Duque y su relación con los precandidatos del Centro Democrático. Oigo las intervenciones de estos últimos y me reafirmo: cuando esquivan nombrar al Presidente o acuden ruborosos, tímidos, bajando los ojos, en su defensa, es porque están acorralados, secuestrados por Duque en la tal disonancia cognitiva. Les debe ocurrir lo que a aquel vendedor, que teniendo sólidos principios éticos, por la necesidad de la venta, exagera o inventa lo positivo y calla los defectos del producto.
Otro caso de disonancia cognitiva lo puede padecer quien mantiene una relación sentimental con un gran narcisista. No obstante el maltrato y el “ninguneo”, al no poder salirse de esa relación, se inventa razones para continuar en ella. Tal vez por eso el presidente Uribe les sugirió a los precandidatos que fueran serenos en la defensa de las ejecutorias del gobierno, e igual en sus observaciones críticas. Como quien dice, no se salgan de allí, quédense en esa relación, se pueden autoengañar, pero solo la mitad, tanto en lo positivo como en lo negativo.
Y un caso algo similar se presenta en la situación de ciertas víctimas, conocida como el “Síndrome de Estocolmo”. El secuestrado termina no solo justificando a su captor, sino que modifica sus convicciones frente a lo que padece y concluye, no obstante el daño sufrido, justificando la conducta de su “retenedor”. Algunos aseguran que se trata de un mecanismo de defensa de la víctima para asegurar su supervivencia. ¿Política?
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En estos muy próximos días el CD escogerá su candidato. Ahí le quedará al ungido este asunto, muy peliagudo, pues en donde quiera que se encuentre en campaña, en foros, debates, reportajes, le tocara bailar, incómodo, con esta pareja de Duque y la disonancia cognitiva.
Y el próximo expresidente Duque, que no se ha comprometido con nada, con nadie ni contra nadie, resultará, como dice un amigo mío, jugando golf con Juan Manuel Santos después del 7 de agosto. En el “green” tratarán y resolverán ellos estos asuntos de la política. Eso liberará, “ex post facto”, de la disonancia cognitiva a todos estos precandidatos secuestrados, pues así podrán manifestar del expresidente Duque, también “ex post facto”, o sea también después del 7 de agosto, lo que en realidad piensen de él.
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