Sesiones de hipnosis
Hace tiempo, en uno de sus viajes, un amigo quiso mostrarnos sus avances en el oficio de la hipnosis, por el que había abandonado su oficio anterior como conductor de camiones, oficio que a su vez había reemplazado al de ingeniero. Antes de empezar, para no quedar mal con su público (otros amigos que no paraban de hablar y de interrumpirse entre ellos para hacer chistes), tenía que hacer algunas pruebas para saber quién, entre los que estábamos presentes, podía ser un buen candidato para ser hipnotizado. Eran pruebas sencillas y resulté elegida.
Las sesiones de hipnosis fueron impecables. Hice todo lo que se espera de alguien sometido a los poderes magnéticos de lo desconocido: levanté la mano sin la más remota intervención de mi voluntad, lloré y me reí a carcajadas de cosas que no eran directamente chistosas. Si no hablé en lenguas, me arrepiento. Me entregué por completo a la ilusión profunda y verdadera del juego.
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No sé mucho de la vida de mi amigo, ni en qué andarán sus experimentos. A lo mejor ahora es un monje ortodoxo o un poeta. Le escribo una vez al año, el día de su cumpleaños, para ofrecerle mis buenos deseos. Él, por algún milagro, siempre se acuerda también del mío y me escribe correos que cada vez son más breves e indescifrables, como cualquier mensaje de este mundo.
Justo ahora que acabo de escribirle, pensando en que sería muy bueno que un día de estos volviera convertido en médium para averiguar un par de cosas, me pregunto quién habrá puesto frente a mí estas montañas que veo. La respuesta me parece sencilla y evidente: en el juego misterioso del mundo, aparecen y desaparecen como en la rutina de un mago. A veces están hechas de nubes, a veces de roca o de niebla. A veces, como hoy, son puro azul sin ninguna materia que las sostenga.
El juego es el recurso de nuestra mente para evitar caminos que son por completo predecibles y desdichados. El poder más grande que tenemos, la imaginación, no es más que un juego en el que los contornos rígidos de las cosas, sus propiedades, sonidos y colores se transfieren en un flujo incesante e inquieto. No hablo solo de la imaginación humana. La selva, el mar, el bosque: el mundo es imaginación pura.
Formas que se las arreglan para estar vivas, plantas que crecen, pájaros que se estrellan contra los espejos y amanecen convertidos en otros pájaros, gusanos que se vuelven bolas de hilo, que se vuelven mariposas. Las ciudades son hervideros de luces y de juegos. En todas partes el día juega a ser noche, los meses se vuelven años en la ronda de la tierra alrededor de una estrella de fuego. Es por el terror y el gozo del juego que un día todos seremos libres.
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Si no entramos en el juego y nos tomamos a nosotros mismos demasiado en serio, si creemos que somos algo estable, definitivo, que tenemos en nuestras manos algún mensaje urgente que hay que transmitirle al mundo entero, como nos pasa a cada rato, estaremos siempre renovando nuestros votos matrimoniales con el sufrimiento.
Que nos dejemos poseer siempre por el espíritu del juego, por la tremenda ilusión de este mundo en el que somos un destello de la más preciosa suerte. Somos suerte que se dejó hipnotizar por un momento.
Estos son los buenos deseos que nos merecemos.
6 Comentarios
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La belleza posible.
Con renovados votos, gracias por este regalo que nos das.
eza
Una provocación para seguir leyendo . Gracias!
Que columna tan agradable de leer !! Gracias Andrea por este lindo regalo !