Si la Amazonia fuera mujer, se llamaría Sonia Macuna, la lideresa indígena que protege la selva y a su gente

Foto: Erick Morales Jiménez y El sendero de la anaconda, José Varón / cortesía Fundación Gaia Amazonas.

La lideresa ostenta importantes papeles políticos en su comunidad, que habían sido ocupados históricamente por hombres. Gracias a ello es un ejemplo para otras mujeres. No solo defiende la selva y garantiza la seguridad alimentaria de su etnia, sino que también es protagonista en el proceso que adelantan los pueblos de la Amazonia para convertirse en gobiernos indígenas. Esta es su historia.

Con la misma fuerza con la que discurre el largo río Apaporis y con la misma vitalidad del territorio que lo rodea y lo adorna con árboles, aves y mariposas, Sonia Macuna guía a las mujeres de la etnia macuna, de la comunidad de Campo Alegre, en sus quehaceres diarios y en su proceso de formalización como gobiernos indígenas de la Amazonia. 

En su territorio, el Yaigojé-Apaporis, que cubre los departamentos de Amazonas y Vaupés, Sonia mantiene la abundancia del alimento. Todos los días, sin falta, se levanta a las cuatro de la mañana para tener listo el casabe, esas grandes y tradicionales arepas de harina de yuca. También pone a calentar algunos de sus acompañamientos en olla, como el tucupí, una especie de salsa que resulta al mezclar jugo de yuca con ají. Luego de comer, se dirige a la chagra, lugar para cultivar los alimentos.

“Me voy a la chagra porque es mi espacio de aprendizaje. A veces deshierbo las plantas que están entre las yucas y prendo una hoguera, porque el humo es una protección a la mujer”, contó Sonia, manteniendo esa mirada penetrante que la caracteriza. 

Allí también arranca la yuca y, a veces, la pela. La yuca ocupa una gran parte del área cultivada en la chagra y es la base de varios de los platos de la Amazonia del país. 

A eso de la una de la tarde, regresa a su maloca, una vivienda multifamiliar que es, a su vez, un templo. Termina de rayar y exprimir la yuca, lava los utensilios que utilizó y prepara la manicuera, bebida que se obtiene de la yuca dulce. 

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Sonia Macuna, en Bogotá, durante una reunión de los pueblos indígenas de la Amazonia. Foto: Erick Morales Jiménez.
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La maloquera: una mujer que transforma

“Yo me encargo de que siempre haya alimento en la maloca. Siempre debe haber. Es fundamental tener siempre alimento para compartir”, dijo. Esa es una de las tareas de la maloquera, el rol que ella ostenta en su comunidad. La maloquera es considerada la máxima líder del grupo étnico y es la única persona que puede preparar el casabe para los bailes que organizan. Es, además, una mujer muy sabia que conoce todos los detalles para la preparación del alimento y la ubicación de las personas durante sus actividades. 

Mientras ella adelanta esta labor, los ojos curiosos de las más pequeñas la observan y aprenden. “Las niñas ven cómo se siembra y se selecciona. A ellas les encanta conocer de los cultivos. Aprenden a seleccionar la caña, la batata, el ñame y varios tubérculos. Lo mismo con las frutas como la uva, la guama y la caime”, describió. 

Así fue como aprendió. Trabajaba con su mamá, que era del pueblo tatuyo. La observaba y la ayudaba a sembrar y a cargar yuca. “A medida que fui creciendo ya tenía mi ollita para cocinar. Cuando tenía 10 años mi mamá se enfermó, entonces mi papá me ayudaba a sacar la yuca y yo la rayaba”, contó. Cuando cumplió 13 años, se convirtió en la administradora de la chagra, encargándose del procesamiento del chontaduro para eventos como la muñequeada, baile en el que los indígenas cantan y oran agradeciendo su relación con la naturaleza y el territorio. 

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Sonia Macuna, en su territorio. Foto: El Sendero de la Anaconda, José Varón / Gaia Amazonas.

También aprendió a sacar el veneno de las semillas que se cultivan. “La mujer tiene la capacidad de transformar el veneno en alimento. Muchas de las semillas que se cultivan en la chagra lo tienen. La maloquera encuentra el veneno y lo procesa”, explicó.

La semilla de la yuca también debe ser protegida, pues cada pueblo étnico tiene cuatro semillas que les fueron dadas por los dioses al inicio de la vida, según su cosmovisión. Mantenerlas es conservar su origen, identidad y abundancia. “La primera es la semilla de la yuca, que está viva y que tiene unas reglas y unas dietas. Las otras tres son las hijas del gran anaconda”, contó. 

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Un rol desde el vientre

Esa labor de maloquera, que además representa la madre tierra, le fue dada desde antes de nacer, como a todas las niñas que aprenden por medio de la observación y la práctica. Desde el vientre, la bebé ya tiene una profesión cultural.  Al nacer, el sabedor tradicional–conocido en otras culturas chamán o sólo tradicional– hace una lectura de lo que será su vida y determina si será maloquera o madrina de aprendices, entre otros roles. 

“Él sabe esa persona para qué viene al mundo. Entonces, como maloquera, yo fui adquiriendo ese conocimiento a través de la cotidianidad. Los hombres también tienen unas tareas”, explicó Sonia. 

Las mujeres se encargan de trabajar los cultivos, pues la chagra es un espacio femenino. Los hombres, por su parte, se encargan de pescar y cazar. También escogen el terreno donde se ubicará la chagra. Esto, sin embargo, no quiere decir que las mujeres no pesquen o que los hombres no colaboren en la maloca.

Sonia tiene tres hijos y su hijo mayor, de hecho, es quien suele acompañarla en la maloca, al igual que su cuñado. En la chagra el menor es el que está a su lado. “El del medio está en La Pedrera, que es un corregimiento que se encuentra a varias horas de navegación por el río“, dijo.

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Comunidad de Campo Alegre. Foto: El Sendero de la Anaconda, José Varón / Gaia Amazonas.

Su esposo no suele hacer esa labor, porque él pertenece al pueblo puinave, que tiene otros conocimientos. “El consejo que me daba mi papá era que si yo era maloquera necesitaba un compañero que también lo fuera, pero yo no lo escuché. Mi esposo me colabora con algunas siembras, pero no permanece cuando yo estoy atendiendo a mucha gente”, contó.

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De maloquera a capitana: protegiendo el territorio

Como maloquera, Sonia también se ha encargado de proteger el territorio, incluso desde su labor en la chagra, ya que estos terrenos vuelven a ser bosque si son bien cuidados y administrados. 

Su labor, no obstante, se ha extendido: fue designada como capitana de su comunidad. Sonia es quien mantiene diálogos con personas no indígenas o del exterior. Se trata de un rol relativamente nuevo, ya que elegir democráticamente a sus líderes empezó a ser una posibilidad hace unos 20 años, según describe la Fundación Gaia Amazonas. Antes, la elección se hacía por herencia y el cargo le correspondía a un varón. 

Como capitana, Sonia ha sido protagonista en el proceso que adelantan los indígenas para formalizarse como gobiernos indígenas en la Amazonia. La Constitución de 1991 reconoció la autonomía de los pueblos indígenas, pero eso nunca se formalizó. Solo hasta 2018, con el decreto ley 632, el Gobierno fijó el camino para que esos espacios que históricamente han sido habitados por los indígenas, en los que no ha gobernado el Estado, se conviertan en entidades territoriales indígenas (ETI). Sonia ha hecho parte de esas conversaciones y ha informado a su comunidad sobre lo que tiene que saber al respecto. 

Uno de los elementos más importantes es que con ese reconocimiento, los pueblos tendrán un gobierno propio para poder diseñar su plan de ordenamiento territorial y recibir recursos directos del Gobierno nacional. El proceso les permitirá seguir cuidando la selva: los territorios indígenas son los que mejor han conservado los bosques en la Amazonia. 

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Comunidad en una maloca. Foto: El Sendero de la Anaconda, José Varón / Gaia Amazonas.

“El 95 por ciento de los bosques donde ellos se ubican está en pie. Es la parte mejor conservada, donde menos deforestación ha habido, porque sus culturas están fortalecidas en esta parte de la Amazonia”, explicó a Diario Criterio la Fundación Gaia Amazonas. En total son 51 los pueblos indígenas que están haciendo el proceso, y que representan 41 lenguas y 79 comunidades.

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Este proceso viene avanzando desde muchos años atrás, pues los indígenas han gobernado sus territorios desde siempre. La formalización sí es reciente. “En 2014 a mí me eligieron como capitana los mismos habitantes de mi comunidad. Cuando empecé a ingresar en el grupo de los hombres, aprendí muchas cosas. Ellos hablan de cómo proteger el territorio, de saber identificar los sitios sagrados”, describió Sonia. 

Los indígenas ya cumplieron varios de los requisitos que les piden para que las ETI sean una realidad. Por ejemplo, ya registraron los Consejos Indígenas, que son una figura similar a la Alcaldía en los municipios. Ahora hace falta que el Gobierno convierta el decreto en ley, en el Congreso. 

“El grupo indígena de implementación ha trabajado bastante en las comunidades haciendo las socializaciones, las explicaciones necesarias para transmitir lo que queremos y a qué apuntamos en el futuro. Nosotros sabemos que tenemos que seguir fortaleciéndonos para tener personas preparadas para la gestión territorial en cada uno de los sectores: salud, educación, mujeres y medioambiente”, dijo. 

Para ellos es fundamental cuidar la selva y mantener una relación armónica con la naturaleza para que “ella no castigue”. Y es que la Amazonia, para Sonia, es la que da la vida, la alimentación, el aire puro y “es un pulmón que debe permanecer”. “Me dio mucha tristeza ver la deforestación, esos espacios en los que no había ningún árbol. Yo dije, mire nuestro territorio tiene 9,4 millones de hectáreas (entre los tres departamentos) y estas hectáreas para un blanco que quiere hacer un proyecto grande no son nada”, aseguró. 

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Deforestación en la Amazonia. Foto: AFP.

En todo el proceso, las mujeres han tenido un papel importante. “En cada uno de los sectores que mencioné también están ubicadas las mujeres. Queremos que las jóvenes vayan conociendo el proceso. Ha habido una retroalimentación. Estamos aprendiendo y conociendo, teniendo en cuenta siempre los principios fundamentales y la ley de origen que está dada”, agregó.

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Las mujeres contra la minería

Esta, sin embargo, no es la primera vez que las mujeres toman las riendas y logran grandes resultados. En 2019, el resguardo Yaigojé Apaporis se convirtió oficialmente en un Parque Nacional Natural (PNN) con protección de las autoridades tradicionales indígenas. Con este título, la empresa que buscaba desarrollar minería dentro del resguardo, específicamente en el Chorro de la Libertad (un chorro de aguas ubicado en medio de las montañas), finalmente no pudo hacerlo. 

“Las mujeres en este proceso de defensa del territorio tuvimos un rol importante. A pesar de que las mujeres de cada pueblo estábamos enemistadas, reflexionamos y nos unificamos. Entendimos que éramos una sola mujer, una sola semilla. Nos hicimos escuchar de los hombres”, contó Sonia. 

Así, hicieron recorridos de socialización por los departamentos, en los que recolectaron lo que pensaba cada mujer, investigaron sobre lo que sucedería en el territorio e informaron sobre la necesidad de proteger sus tierras. 

Sonia Macuna - lideresa indígena - Amazonía (FOTO DE UN SOLO USO)
Sonia Macuna. Foto: Erick Morales Jiménez. 

Con base en estas experiencias, ahora Sonia hace parte del programa de formación de liderazgo indígenas ambientales en yaigojé, buscando cumplir uno de sus más grandes sueños.

“Hago la parte de la tutoría desde mi conocimiento cultural. He aprendido a hablar con otras personas que hablan otro idioma como el español. Es importante que nosotros como pueblos indígenas aprendamos a dialogar con otros. Mi sueño sería que yo algún día sepa desenvolverme completamente en las otras lenguas para proteger a mi pueblo, (…) al territorio que nos da vida”, finalizó.

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