El último adiós a ‘Succession’ y los Roy
Quienes constantemente estamos ‘viendo televisión’ nos acostumbraron a dos cosas: a que las series se extiendan hasta que pierdan su magia o a que terminen abruptamente por razones, en la mayoría de los casos, ‘económicas’ (palabras más palabras menos, por plata); ya sea por lo costoso de la producción frente a la audiencia que consigue, a la salida de algún actor, productor o escritor fundamental para la trama, o porque simplemente no gustó.
Una nueva serie es una apuesta riesgosa; sobre todo ahora, que es cada vez más común que si una serie no es un éxito inmediato y rotundo, es cancelada.
Succession fue una apuesta muy grande para Jesse Armstrong, especialmente porque en 2018, HBO estaba en una pelea que parecía no acabar por demostrar que ellos eran los que mandaban la parada en cuanto a los dramas serios y prestigiosos.
Estaban acostumbrados al éxito de Game of Thrones, la primera temporada de Westworld, el recuerdo aún tibio de The Sopranos y hasta True Blood; y ese año parecía que su posición se iba a mantener solo a punta de nombre y mini-series (que de eso ni hablemos porque de calidad, en mi opinión, no bajan), especialmente cuando Netflix, Amazon y Hulu empezaron a ganar un territorio (y premios) que ellos habían dominado tradicionalmente.
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Era la producción en la que recaía gran parte de la esperanza de la cadena de salir victoriosa en los Emmy y el corazón de sus subscriptores. Irónicamente, una comedia negra sobre las ambiciones de una familia ultrarrica al frente de un conglomerado mediático, que no escatima en los absurdos y corrupciones del poder, era la que buscaba devolverle el poder al gigante.
Y sí que les salió bien.
Desde su estreno, Succession tuvo el favoritismo instantáneo de la crítica y se convirtió en la serie a vencer en casi todas las categorías de las entregas de premios, la serie que se menciona en las conversaciones para impresionar a los demás y la que parecía ser eterna. La misma que nos sorprendió a todos cuando se anunció, a un mes del estreno de la esperada cuarta temporada, que esta sería la última vez que nos íbamos a encontrar con la familia Roy.
Realmente, aunque me gustaría, no puedo quejarme de que termine, porque celebró mucho que los showrunners hayan decidido acabar bien la historia de Waystar Royco y de la familia que dirige.
Esto es algo que en la mayoría de los casos no se hace, y más cuando una serie tiene el nivel de éxito de Succession.
Cuando una serie va en ascenso, tanto en reportes de audiencia como en nominaciones (y premios), con memes y discusiones abiertas en Twitter, y miles de videos en TikTok explorando posibles teorías y soluciones a los dramas de los hermanos Roy —y uno que otro usando el rap de Kendall Roy de la segunda temporada—, lo más probable es que el éxito ciegue a sus creadores y lleve la historia hasta las últimas consecuencias, convirtiéndola básicamente en una parodia de su grandeza (los ejemplos de esto último son Grey’s Anatomy, serie que básicamente está en cuidados intensivos desde hace más de cinco años y a la que no le han dado la decencia de desconectarla; y las últimas dos temporadas de Game of Thrones).
Tampoco me esperaba el anuncio del fin de Succession, porque no sigue la tendencia de HBO de ordenar, como mínimo, cinco temporadas, un número equilibrado y bien pensado que le da a la audiencia casi 10 años de la misma historia para lograr que se encariñe lo suficiente con los personajes y así no deje de ver las nuevas temporadas o de repetir hasta el cansancio las pasadas; y para lograr, además, asegurar al menos un Emmy o en su defecto, un Golden Globe.
La decisión terminó siendo una sorpresa, tanto para la audiencia como para su elenco; Sarah Snook, Nicholas Braun y hasta Jeremy Strong —quien ha amasado también un poco de controversia por su intenso método para personificar a Kendall Roy— han dicho que no estaban listos para despedirse de sus personajes. Y aunque se ha hablado de otros proyectos alrededor de esta historia, la mitad del encanto de Succession recae en Logan Roy y sus hijos.
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Si va en este punto de la columna y se está preguntando, “pero este programa tan famoso que, además, no tiene pinta de nada, ¿por qué tiene a Isabel escribiendo tanto y yo sigo sin saber de qué se trata? ¿Quién es toda esa gente? ¿Sí valdrá la pena desatrasarme de tres temporadas en Semana Santa para entender una columna?”, quédese tranquilo.
El punto de mis columnas es hacerles recomendaciones imperdibles que en algunos casos coinciden con series que yo estoy convencida de que todo el mundo conoce; entonces me emociono y no pienso que al lector se le pueden ocurrir estas preguntas, porque supongo que, si le queda sonando, va a ir a buscar las respuestas en Google.
Pero en este caso voy a hacer un alto en el camino y les responderé a quienes no tienen ni idea de lo que estoy hablando.
Y si piensa, ‘pero este programa tan famoso, que, además, no tiene pinta de nada, ¿por qué tiene a Isabel escribiendo tanto y yo sigo sin saber de qué se trata?’
Succession es una serie de drama y comedia, creada por Jesse Armstrong, y producida por Adam McKay (que también dirigió el piloto) y Will Ferrel, que cuenta la historia de los Roy, una familia multibillonaria, dueña del conglomerado mediático Waystar Royco, dirigido por el despiadado patriarca Logan Roy (Brian Cox). Él piensa retirarse, con lo que desata una guerra entre sus hijos para determinar quién se quedará con el imperio familiar.
¿Y quién es toda esa gente?
Yo siempre he tenido una teoría o, bueno, una idea: para mí, las personas ‘asquerosamente’ ricas son demasiado raras, en el sentido de que su apreciación de la realidad debe de distorsionarse porque en ningún momento tienen que preocuparse por el dinero; y cuando uno se acostumbra a que siempre ha tenido algo, no piensa realmente en eso.
Y aunque es un tema muy interesante, no creo que sea posible que yo logre realmente entender qué significa ser tan rico, a menos que me gane el Baloto, aparezca un familiar que no sabía que tenía en España y me dejó su fortuna; o me case con un Santo Domingo.
Han existido muchas series con personajes con estos niveles de fortuna, pero realmente ninguna es como Succession porque, desde el primer capítulo, lograr probar maravillosamente lo desconectados con la realidad que viven los billonarios y lo ridículo que esto resulta. Esto hace que la serie sea muy entretenida, porque abraza el absurdo en su totalidad sin intimidarse, con lo que te incomoda y te hace enojar y reír al mismo tiempo.
Son millonarios, pero también personajes exageradamente complejos. Al frente están Logan (Brian Cox) y Kendall Roy (Jeremy Strong). El primero es el patriarca, quien se ha encargado de manejar su empresa con exagerada precisión y determinación; que no deja pasar ni una y contrataca sin piedad. El segundo es su hijo, a quien su ambición lo ha vuelto un desesperado por la aprobación de su padre.
También está Roman Roy (Kieran Culkin), acostumbrado a ser el payaso y la oveja negra, pero quien se ha dedicado a demostrar su valor al formar una interesante alianza con Gerri Kellman (J. Smith Cameron), la consejera general de Waystar Royco, una dama que no se deja engañar y que esta siempre al frente de todas los problemas y soluciones.
Shiv Roy (Sarah Snook), por su parte, es la única hija de la familia que heredó el carácter despiadado de su papá, alguien que se cree mucho más inteligente que el resto de sus hermanos y quien se asegura siempre de caer parada. A su lado esta su esposo, Tom Wambsgans (Matthew Macfadyen), un aparente bobo útil que no logra realmente aprender de sus errores, pero que es tan ambicioso como la familia de su esposa. Él forma a su vez un vínculo extraño y casi parasítico con el primo Greg (Nicholas Braun, un favorito de la audiencia y mío), un joven que ha logrado volverse indispensable para los Roy con su ‘nadadito de perro’.
Cada uno de estos personajes es más ridículo y más moralmente incorrecto que el anterior. Juntos logran pintar no solo la imagen de una familia increíblemente disfuncional, sino también una trama tan interesante y desastrosa que se convierte en uno de esos accidentes de tráfico que uno no puede evitar ver, como hipnotizado.
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¿Sí valdrá la pena desatrasarse de tres temporadas en Semana Santa para entender una columna?
La respuesta corta es: claro que sí.
La larga: dele la oportunidad a Succession si le interesó al menos un poco alguno de los personajes desastrosos que le acabo de describir; le gustan las series complejas y con un excelente ritmo narrativo; quiere escuchar una banda sonora de locos y está dispuesto a ver actuaciones inolvidables o episodios que lo dejen pensando durante semanas.
Igual es corta, pero poderosa, y para el 9 de abril solo se habrán estrenado tres capítulos de la última temporada.
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Amo las series de dinámicas de familias disfuncionales, y cuando les agregan que sean ricas y con humor y tanta personalidad se vuelven aún mejores. No la he visto, pero esta columna me acaba de convencer definitivamente!