Levanten, carpinteros, la viga del techo

Según el Canon Pali, estas son, nada menos, las primeras palabras que el Buda pronuncia después de su famosa iluminación:

“Luna llena. La memoria del pasado se alza después de la media noche. A este flujo del mundo he venido tantas veces, nacimiento tras nacimiento, por tantas vidas incontables. Y cada vez he corrido hacia la muerte. Busqué en vano al gran creador de esta casa. Tan pronto morimos, hay otra casa edificada. ¡Ahora te veo, constructor de la casa! Todas tus vigas se han quebrado, se ha hecho añicos la viga del techo. Ya no lograrás hacer una casa para mí. Mi mente está libre de todo vestigio”. 

Son palabras asombrosas, hondas y mil veces bellas. No es mi intención, ni podría si quisiera, dar cuenta de ellas.

Más de Andrea Mejía: Hay profundidades

En uno de los himnos homéricos a Afrodita, Afrodita se enamora de Anquisies, un pastor esquivo en las montañas. Por suerte es una diosa, y su dominio es exactamente el que le conviene: infunde deseo en el alma de Anquises, que se acuesta con una diosa sin saberlo. Luego Afrodita se viste y se prepara para irse, como cualquier amante humana, mientras Anquises duerme. “La diosa derramó sobre Anquises un dulce y suave sueño, y empezó a cubrir su cuerpo con su vestido hermoso”.

Hay que decir que Anquises le ha quitado a Afrodita todo tipo de prendas, además del vestido: broches, pulseras, collares, sortijas… así que es normal que ella se demore vistiéndose de nuevo. Cuando termina, la diosa se queda de pie en el centro de la cabaña donde ha tenido lugar el encuentro. Y viene por fin, perdón por los preludios, el pasaje al que quería llegar: “su cabeza tocaba el techo bien construido y en sus mejillas brillaba una belleza inmortal”.

En el himno que compone para Deméter, diosa de la fertilidad, del nacimiento y de la vida, de todo lo que crece y da en abundancia, Homero menciona también el techo y acude a esta imagen que, de manera muy delicada, me parece, expresa el carácter extraño y desmesurado de una presencia divina:

“La diosa traspuso con sus pies el umbral, rozó con su cabeza la viga del techo y llenó las puertas de un resplandor divino”.

Borobudur - Foto Andrea Mejía
Borobudur – Foto Andrea Mejía

Al juntar estos dos pasajes de Homero con las palabras del Buda no se me pasa siquiera por la cabeza intentar sugerir que lo que está en juego son dos visiones opuestas de la existencia. Una aterradoramente sombría y nihilista y la otra afirmativa y plena. En absoluto. No me interesan ese tipo de juicios. Creo solo que se trata de iluminaciones diferentes y las iluminaciones no se comparan ni se miden ni se pesan.

Lo cierto es que Homero y el Canon Pali coinciden en la mención de esa “viga del techo”, que inspiró, sospecho, el título de uno de los relatos medio místicos de Salinger, Levantad, carpinteros, la viga del techo, donde puede leerse lo siguiente:

“Una persona desprovista de por vida de toda comprensión o gusto por la corriente de poesía que fluye en las cosas, en todas las cosas, podría estar muerta, y sin embargo sigue viviendo, deteniéndose en los almacenes finos, viendo a su psicoanalista, consumiendo una novela por noche”.

Es sobre todo un chiste muy bueno.

Todo esto puede parecer poco, pero encuentro en ello una especie de felicidad secreta.

Siga con: La cantina

0 Comentarios

Deja un comentario

Diario Criterio